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“Te vas a tardar bastante porque hay tráfico en la entrada”, me advierte una amiga que está esperándome en Corferias. Sus palabras resuenan en mí cuando estoy a dos cuadras del sitio. La fila de carros es impresionante, tanto así que podría tardarme veinte minutos en llegar. Prefiero bajarme del taxi y caminar. “Es la segunda vez que asisto a una Filbo”, le comento a mi acompañante. “¿De verdad?”, responde sorprendida. En 2017 fue la primera vez que asistí al evento literario. Ese año fui como estudiante y hoy retorno como periodista. Retorno en medio de filas, porque ese día Corferias está repleto no solo de automóviles, sino también de personas. “La próxima vez que vengamos, venimos entre semana, pues así se pierde toda la gracia”, dice alguien mientras camina.
Paciencia es lo que se necesita ese sábado. La fila en el pabellón de Corea del Sur, el país invitado a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, da la vuelta. Los amantes de los cómics también tienen que soportar una larga fila. Los puestos de comida están atestados de gente. Una amiga, quien ha comprado tres obras de Mario Mendoza, se queda sin la firma del autor. “La fila para la firma de libros era impresionante”, me comenta. Pero aquel ambiente de filas y gente es una suerte, en medio de una semana que no ha sido tan movida en cuanto a asistencias y ventas. “Yo estuve en la feria de 2019, y a comparación de esa feria sí se ha visto la diferencia de las ventas, se ha visto la diferencia de las visitas de las personas”, dice Johanna, vendedora de la Editorial Océano durante la Filbo. Me cuenta que hoy “la editorial ha sido muy visitada”, pero que los otros días —de martes a viernes— hasta tuvo tiempo de recorrer la feria debido a la baja asistencia.
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Las editoriales parecen saber que los fines de semana son su salvación. Tanto así que algunos empleados que trabajan normalmente en las tiendas físicas brindan apoyo en la Filbo sábados y domingos, como es el caso de Karen Samboní y Lina Sara. Samboní trabaja con la Editorial Planeta en el área de facturación y logística, pero es tiempo de Feria del Libro, así que los fines de semana saca sus dotes de vendedora en la sección juvenil e infantil, en el estand de Corferias de Planeta. “Realmente yo creo que lo más difícil de trabajar durante todo el día en la feria ha sido tratar con la gente, tratar a veces con la gente es complicado, porque a veces es muy indecisa, y en el momento que uno está atendiendo a la gente pues, obviamente, se acumulan y obviamente causa problema aquí en el estand”.
Si no fueran días de feria, hoy Lina Sara estaría trabajando como asesora comercial en alguna de las tiendas físicas de Panamericana. Esta es la primera vez que está con la editorial en la Filbo, apoyando en ventas en el estand de inglés, ese en donde se encuentran sagas de libros. Me informa que, a diferencia de lo que ocurre cuando trabaja en una tienda física, aquí el flujo de gente es continuo. “Cuando estás en tienda hay unos picos, uno sabe que después de las cuatro de la tarde se llena, pero aquí es constante y más un fin de semana, porque es un plan familiar”. Ese sábado, Lina Sara ha tomado dos breaks, uno por la mañana y otro por la tarde, cada uno de cinco minutos. “Esto siempre está lleno”, me dice. Mis ojos comprueban su comentario. Mientras dialogo con ella, en el estand, que parece un recuadro, hay varias personas caminando y viendo libros. Es una suerte que me haya concedido un par de minutos para hablar.
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Parece ser que en los dos últimos días —viernes y sábado— la asistencia al lugar de la editorial del Fondo de Cultura Económica también ha sido positiva. “La gente ha estado asistiendo bastante”, me dice un joven que trabaja en esta editorial, ubicado en el pabellón seis de Corferias. El mismo que está ataviado de blanco con una vestimenta típica indígena, muy similar a la del pueblo arhuaco. Ese que conocía a la editorial desde tiempos universitarios, cuando cursaba estudios en Filosofía. Su trabajo con el Fondo de Cultura Económica es temporal, solo por el tiempo que dura la feria. “Muchos textos que leí venían de esta editorial, entonces me llamó mucho la atención explorar un poco más qué textos tenían y colaborar desde el área de estudio mía”.
Pero a pesar de las filas que los asistentes tienen que aguantar ese día, estos cuatro vendedores me aseguran que no han tenido que soportar malos tratos de ninguno de ellos, e incluso dirían que han sido bastante comprensivos. Eso sí, me dice Lina Sara, a veces la gente se impacienta por las filas que tienen que hacer para pagar, “a veces se caen los sistemas de pago, entonces se impacientan un poco más”. Y en el caso del Fondo de Cultura Económica, las inconformidades no provienen tanto de las filas, sino de la ausencia de algunos títulos, pues debido al espacio que tienen en la Filbo, llevaron a Corferias las obras más comerciales. “No están exhibidos todos los libros que ofrece la editorial, entonces dicen: “Ay, toca ir hasta el centro a buscarlo”. Johanna me cuenta que en Océano los inconvenientes no se presentan porque la gente, por lo general, ya conoce la editorial y va directamente a buscar el título que les interesa, “los libros se venden solos”.
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Hoy, en la editorial Panamericana el furor en ventas han sido las obras de la saga de Harry Potter, El señor de los anillos y Dune. Le menciono a Lina Sara que tal vez ese tipo de literatura atrae bastante a los jóvenes. “No, no creas, si sigues las sagas desde pequeño, como que te emocionas cuando las ves y te las llevas”, me dice ella, como queriendo decir que los adultos también se interesan por este tipo de obras. En Editorial Planeta, en cuanto a la sección juvenil, Lily Del Pilar ha sido la sensación con su libro Still with You. En la sección infantil, el niño ambientalista Francisco Vera Manzanares ha cautivado con su obra ¿Qué es el cambio climático?, “y Disney, que ha sido la sensación aquí en Planeta, desde que tuvimos la licencia ha sido la sensación, realmente”. En la editorial Océano, en sus títulos Gran travesía, las ventas se han disparado gracias a obras como Fantasmas de Bogotá, Almendra, Matar un reino, la saga de libros de La reina roja, y Las 48 leyes del poder, este último me dice Johanna que ha despertado el interés, en particular, “de gente que hace parte de la policía y el ejército”.
Los libros de actualidad son los que han despertado el interés en los compradores que se han acercado a los estantes del Fondo de Cultura Económica. Aunque me dice el joven de blanco que, en cuanto a filosofía, Kant parece todavía estar de moda. Las obras relacionadas con filosofía del derecho, geopolítica y políticas públicas también se venden como pan caliente. Me comenta el joven que hoy ha visto a varios famosos y autores de libros que publican en la editorial caminar por ahí. Me dice que Carlos Vives estuvo un rato, igual que Claudia López. Al parecer la alcaldesa de Bogotá estuvo mirando títulos de filosofía, política, derecho y sociología.
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Johanna me dice que una de las cosas que la animó a trabajar en la Filbo es precisamente eso de poder relacionarse con personas con reconocimiento público. “Tú aprendes mucho de libros, aprendes a ver distintas personalidades, distintos idiomas, tú conoces aquí a extranjeros, te puedes hasta relacionar con los autores de los libros, puedes hablar con ellos”. Y, de hecho, con Guillermo Rubiano Carreño, el autor de Fantasmas de Bogotá, terminó sosteniendo una conversación hace unos días alrededor de su obra. Hablaron, entre otras cosas, del proceso de construcción de un libro, de la investigación, del proceso mental que conlleva y de los sentimientos que se producen.
Son más de las nueve de la noche. Las luces de Corferias se han apagado. Los libros de algunas estanterías han sido cubiertos con una especie de malla. Las filas han desaparecido. La soledad y el silencio ahora reinan en el lugar.