De Friedrich Nietzsche a Viktor Frankl
Un texto que revisa algunos postulados de Friedrich Nietzsche y cómo estos serían aplicables a dos pilares de la logoterapia: libertad de voluntad y sentido de vida.
Danelys Vega Cardozo
En 1879 a un hombre llamado Wilhelm Wundt se le ocurrió fundar en Alemania un laboratorio de psicología experimental, se dice que fue a raíz de aquello que nació esta disciplina como ciencia. Porque antes de aquel suceso no había una diferenciación clara entre filosofía y psicología, tal vez porque ambas se han ocupado de la existencia humana y las incesantes preguntas que acarrea como el sentido de vida, la libertad y la muerte. Inquietudes que la filosofía comparte en particular con la “tercera fuerza de la psicología”: la humanista.
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En 1879 a un hombre llamado Wilhelm Wundt se le ocurrió fundar en Alemania un laboratorio de psicología experimental, se dice que fue a raíz de aquello que nació esta disciplina como ciencia. Porque antes de aquel suceso no había una diferenciación clara entre filosofía y psicología, tal vez porque ambas se han ocupado de la existencia humana y las incesantes preguntas que acarrea como el sentido de vida, la libertad y la muerte. Inquietudes que la filosofía comparte en particular con la “tercera fuerza de la psicología”: la humanista.
La psicología humanista surgió en Estados Unidos alrededor de los años veinte, aunque se consolidó hasta los sesenta, de la mano de figuras como Abraham Maslow, Carl Rogers, Rollo May, entre otros. Sin embargo, también se expandió a Europa, en donde adquirió un toque más existencialista gracias a representantes como Ludwig Binswanger, Medard Boss, Viktor Frankl, entre otros. Precisamente —volviendo a la filosofía y su relación con la psicología—se podría afirmar que el pensamiento de Frankl, fundador de la logoterapia, se vio permeado por los postulados de Nietzsche. “Quién tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”, afirmaba el filósofo. Frase que repite y cita Viktor Frankl en su obra El hombre en busca de sentido, como una forma de explicar en una máxima lo que él denomina sentido de vida, uno de los pilares de la logoterapia, ese que sostiene que todos los seres humanos estamos convocados a responderle a la vida, una fuerza única y motora que todos poseemos, esa que se descubre a través de valores de creación, experiencia o actitud, pero que jamás se inventa.
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Siguiendo por este mismo camino del sentido de vida, una de las propuestas de Nietzsche podría ser aplicable en esta dirección: “la vuelta al revés”, que consiste en un cambio de perspectiva, como un lente oscuro que pasa a ser transparente y permite ver lo que antes estaba oculto. Cambiar los “por qué” por los “para qué” sería una forma de dar “la vuelta al revés”, sería indagar sobre el sentido detrás de lo que nos sucede o las acciones o decisiones que tomamos a diario. Sería incluso un cambio de rol: de víctimas a dueños y responsables de nuestras vidas. Ante una situación difícil podríamos preguntarnos ¿por qué a mí?, pero también ¿para qué a mí? Podríamos quedarnos estancados en el pasado o comenzar a hallar respuestas en el presente con miras hacía el futuro.
Darle poca o nada de relevancia al pasado sería una actitud característica de lo que Nietzsche denominó como el “superhombre”, aquel ser autentico que no sigue a la masa y que no se debe a nadie más que a sí mismo, ese que no se queda pensando en lo que no fue, y acepta la vida tal y cómo es, con sufrimiento y todo, de la misma manera como proponía Viktor Frankl. El logoterapeuta creía que lo importante no era una vida carente de sufrimiento, sino tratar de hallarle un sentido; abrazarlo y aceptarlo. Evitar el dolor nos alejaría del “superhombre”, y favorecería el debilitamiento de nuestro espíritu, de acuerdo con Nietzsche.
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Incluso en este punto también entraría otra de las ideas defendidas por el filósofo, como lo es recuperar el aspecto “dionisiaco” de la vida. Para el autor, el problema de Occidente es que le ha rendido culto a Apolo, dándole relevancia a la pulcritud, el orden, etc.…Un espejismo de perfección, a fin de cuentas. Sin embargo, él sostiene que solo la vida puede surgir en medio del caos y el desorden, representado en la figura de Dionisio. La vida solo puede brotar en medio de la vida. No es que el sufrimiento sea necesario para darle sentido a la vida, pero una existencia libre de tropiezos y caídas sería como un río seco, ese del que ya nada surgirá.
Estas ideas se enlazan con el “eterno retorno”, otro de los postulados de Nietzsche, una invitación a amar y aceptar el pasado para acercarnos al “superhombre”. De esta manera estaríamos aceptando nuestro presente, porque las decisiones pasadas de una u otra forma han construido lo que somos en la actualidad, es no negar lo que somos. El “eterno retorno”, desde una mirada hacía el futuro, se relaciona con el concepto de “libertad de voluntad”, otro pilar de la logoterapia, pues somos los únicos que podemos elegir el camino que queremos para nuestra vida, asumiendo la responsabilidad que conlleva esto. Si elegimos “mal” nos arriesgamos a vivir en un eterno retorno, un ciclo imparable. El “eterno retorno” es un llamado a adquirir responsabilidad con nuestra propia existencia.
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Y nada de esto tendría sentido sin el Amor Fati. Al igual que el eterno retorno, aquí el pasado no importa, y son las decisiones del presente las relevantes, por lo que el uso responsable de la libertad se hace necesario. Decía Nietzsche que “mi fórmula para expresar la grandeza del hombre es el Amor Fati: no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro (…) No solo soportar lo necesario, sino amarlo”.