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De galpones y acumulaciones compulsivas

Vinimos a este mundo sin un propósito. Somos el resultado de trillones de azares y nos iremos de este mundo con otros trillones de azares que determinarán el futuro sin nosotros.

Juliana Vargas
19 de noviembre de 2023 - 12:00 a. m.
Los galpones que vamos llenando con los años es un intento por crear belleza en la futilidad.
Los galpones que vamos llenando con los años es un intento por crear belleza en la futilidad.
Foto: Pexels
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En una casa de campo ubicada en Sopó existe un galpón. En él hay varias bicicletas, partes de un órgano, guadañas, cañas de pescar, informes de Coca-Cola y Schlumberger, avionetas de juguete, riendas, una silla de montar, algún sofá empolvado, cuadros de ancestros que ya nadie recuerda y, por lo tanto, más que ancestros, son desconocidos. También hay escaleras, cunas y hasta congeladores. Aquel galpón es, en esencia, todo lo que ha sido aquella familia y, también, la personificación de su olvido, como si el galpón funcionara como una especie de agujero negro en el que los miembros de aquella familia depositan su pasado.

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Sin embargo, si en verdad quisieran desprenderse de todo ello, lo tirarían a la basura, lo quemarían o lo regalarían. Algunas personas del pueblo ya resienten esa manía de guardar como tesoro lo que ya no sirve, otros ya especulan sobre los castigos que tendrá esa familia en el más allá, pero ellos insisten en llenar ese galpón de cosas inútiles que no serán más que escondrijos para ratones.

A decir verdad, aquella familia no es la única que sufre de aquel mal. Ellos tienen a su disposición un galpón; otros tienen una mesa de noche donde guardan las facturas que ya no sirven; algunos otros tienen un cajón en alguna esquina donde aún hay tarjetas de crédito de Conavi, y los últimos todavía guardan el juego del primer Mario Bros.

Esta acumulación compulsiva es uno de los grandes instintos humanos. Vinimos a este mundo sin un propósito. Somos el resultado de trillones de azares y nos iremos de este mundo con otros trillones de azares que determinarán el futuro sin nosotros. No tenemos el control del destino. De lo contrario, este país estaría lleno de bomberos, policías y astronautas. No somos más que la inercia de algún dios caprichoso que nada tiene que ver con el antropomórfico que se encuentra en nuestros templos. Pero cómo aceptar que vinimos a este mundo sin un propósito ulterior. Cómo aceptar que nuestros días se atosigan de cosas inútiles y, por ende, que nuestra vida también lo es.

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Los galpones que vamos llenando con los años es un intento de convencernos de que no somos inútiles, de que al menos tenemos control sobre lo que podemos llegar a ser, a partir de lo que fuimos y de lo que no logramos desprendernos. Los galpones que vamos llenando con los años es un intento por crear belleza en la futilidad.

Por Juliana Vargas

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ManuelLealG(28207)19 de noviembre de 2023 - 05:10 p. m.
Magnifico
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