De impensable a fascinante, los agujeros negros en nuestro imaginario
En 2015 Marcia Bartusiak, profesora del MIT, publicó un libro con el que decidió contar la historia de cómo se rechazó y retomó la idea de que en el universo existen regiones que tienen un campo gravitatorio tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar. Lo que hoy llamamos agujeros negros en un momento de la historia fueron negados y en otro llamados con un nombre diferente.
Andrea Jaramillo Caro
“Según un famoso dicho citado con frecuencia: “Toda verdad pasa por tres estados: primero, es ridiculizada; segundo, recibe violenta oposición, y tercero, se la acepta como evidente por sí misma”. El concepto de agujero negro ha atravesado completamente todas y cada una de estas fases”, escribió Marcia Bartusiak.
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“Según un famoso dicho citado con frecuencia: “Toda verdad pasa por tres estados: primero, es ridiculizada; segundo, recibe violenta oposición, y tercero, se la acepta como evidente por sí misma”. El concepto de agujero negro ha atravesado completamente todas y cada una de estas fases”, escribió Marcia Bartusiak.
Como todo en la historia, hemos recorrido un camino para aprender y definir lo que nos rodea. Desde la gravedad, hasta la radiación y la forma de la Tierra, los descubrimientos científicos han recorrido un camino para ser aceptados y estudiados. Esto incluye a los agujeros negros que por años han cautivado a astrónomos y astrofísicos, al igual que a Hollywood, donde se han hecho diferentes representaciones estas regiones del universo como con la película de 2014, Interestelar.
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“La idea de un agujero negro es muy seductora. A la emoción ante lo desconocido se suma una sensación de peligro y abandono. Imaginar un viaje al límite exterior de un agujero negro es como acercarse al precipicio de las Cataratas del Niágara y contemplar el salto vertical de las agitadas aguas abajo, manteniéndonos, sin embargo, seguros al sabernos protegidos detrás de una valla resistente”, escribió Bartusiak en su libro “Agujeros negros: Cómo una idea abandonada por Newton, odiada por Einstein y retomada por Hawking vuelve a enamorarnos”.
Pero así como es seductora la idea de un agujero negro, la historia de cómo llegamos a aceptarlos también lo es. La primera vez que el término “agujero negro” se utilizó fue en 1964, sin embargo, antes de esto ya se había introducido la idea de que estos espacios existían. Es precisamente el avance y la evolución en esta idea de que la luz tampoco puede escapar a la gravedad lo que Bartusiak cuenta en su libro revisando la literatura que hay disponible para explorar la forma en la que como sociedad llegamos a aceptar y estudiar estas regiones del universo.
Llegar a la decisión de escribir y contar esta historia no fue una idea que se le ocurriera a la autora en medio de la noche. Según cuenta, se preocupó por entender los altos y bajos que atravesaron quienes en un principio propusieron esta idea y que no vieron frutos para que se llegara a estudiar y, luego, en 2015 captar por primera vez en una imagen el límite exterior de uno de estos cuerpos. Marcia Bartusiak se encontraba asesorando la tesis de doctorado de Camile Carlisle, quien escribía sobre el proyecto del Telescopio de Horizonte de Sucesos, cuando comenzó a pensar que “si bien se han escrito muchos libros de divulgación acerca de los últimos modelos teóricos de agujeros negros y del fascinante comportamiento de estos últimos en nuestro vasto Universo, pocos se han enfocado en la historia tumultuosa de cómo fue finalmente reconocida la existencia de estos extraños objetos”. Y, además, mataba dos pájaros de un tiro, pues también se propuso conmemorar el centenario del descubrimiento de la teoría de la relatividad general.
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En doce capítulos la física y periodista atraviesa de forma amena y detallada los nombres de quienes, en un principio, se atrevieron a teorizar sobre los objetos macroscópicos que en su momento desafiaron todo lo que se conocía. Como escribe la autora, “todo comenzó con sir Isaac Newton” o, bueno, casi. En palabras de Bartusiak “déjeme retirar lo dicho”, pues la historia del concepto de agujeros negros comenzó antes, con la pregunta sobre aquello que hace que al saltar, volvamos a la tierra, lo que conocemos como ‘gravedad’.
Esto fue lo primero, la gravedad, que también tiene una historia de aceptación y negación hasta que llegaron las leyes de Newton en 1687 y se confirmó la ley de la gravedad 60 años más tarde con el cometa Halley. Sin embargo, tuvo que pasar casi un siglo para que John Mitchell propusiera una versión newtoniana del agujero negro al calcular la masa de una estrella tan pesada que la luz no podría escapar de ella. Luego, en 1796, el francés Pierre-Simon de Laplace propuso algo parecido a Mitchell que llamó “corps obscures” o cuerpos estelares oscuros.
De aquí se desprende una historia que se extiende por varios rincones del planeta y que sigue causando curiosidad y asombro con cada nuevo descubrimiento. La cronología que relata Bartusiak avanza con rapidez a partir del siglo XX, luego de que en 1862 Alvar Graham Clark descubriera una pesada compañera de la estrella Sirio, la más brillante en el cielo, que no tenía casi brillo. Nuestra relación a estos cuerpos estelares que, a pesar de todo lo que conocemos ahora, siguen siendo una fuente de misterio y fascinación a la espera de que sigamos estudiándolos.
Un hito en esta historia llegó en 2017 cuando por primera vez se pudo tomar una fotografía de estas regiones del espacio que causa tanta curiosidad, pero antes de esto en 2015 se pudo grabar la primera onda gravitacional con los observatorios LIGO, que proporcionaron la primera evidencia directa de la existencia de estos objetos más allá de teorías y ecuaciones. Brtusiak describió este evento como: “un momento histórico. La creencia en la existencia de los agujeros negros ya no se basa en modelos teóricos o suposiciones. El descubrimiento por LIGO de las ondas gravitacionales fue un giro directo y compartido de los propios agujeros negros. ‘Aquí estamos’, decían, ‘aquí estamos’”.