De la galería al litigio: el caso de la exposición “Desde el principio”
Una muestra sobre el origen de Bogotá, centrada en el río San Francisco, terminó en una disputa legal por la autoría de las esculturas entre los artistas Juanita Carrasco y Marvan Szekely, quienes esta semana tienen su primera audiencia por este caso. Mientras Carrasco sostiene que Szekely solo manufacturó las piezas según sus diseños, él afirma ser el autor y busca el reconocimiento de sus derechos.
Daniela Cristancho
Todo comenzó con el río San Francisco. O más bien, con la búsqueda del río San Francisco y la intención de plasmarla en una exposición. El 21 de enero de 2023 concluyó en la galería El Museo “Desde el Principio”, una exposición que exploraba el origen de Bogotá a partir de este cuerpo de agua. Hoy, más de un año después, la historia de esta muestra artística, que comprendió fotografías, construcción de sonido y esculturas, se ha trasladado a los tribunales, en medio de un proceso jurídico por la autoría de estas últimas.
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Todo comenzó con el río San Francisco. O más bien, con la búsqueda del río San Francisco y la intención de plasmarla en una exposición. El 21 de enero de 2023 concluyó en la galería El Museo “Desde el Principio”, una exposición que exploraba el origen de Bogotá a partir de este cuerpo de agua. Hoy, más de un año después, la historia de esta muestra artística, que comprendió fotografías, construcción de sonido y esculturas, se ha trasladado a los tribunales, en medio de un proceso jurídico por la autoría de estas últimas.
“Desde el Principio” se inauguró el 26 de noviembre de 2022, una muestra en la que figuraba como artista y autora Juanita Carrasco. Ese diciembre, cuando la entrevisté para el formato “Un chat con…” de El Espectador (aquí la entrevista completa) , explicó sus inicios en la exploración del origen de las ciudades y contó de su travesía buscando, con cámara en mano, el nacimiento del río San Francisco. La exposición, que representaba su recorrido en esa búsqueda, incluía fotografías cubiertas de tela -simulando neblina-, sonidos del movimiento del agua fluvial y, dentro y fuera de la galería, piezas de madera bajo el título “Afluencias”.
La entrevista se publicó y, a los pocos días, una persona en redes sociales me llamó la atención sobre un asunto: según ella, las esculturas de madera frente a las que aparecía Carrasco en las fotos que tomó el diario y de las que ella hablaba como parte de su obra habían sido hechas por otro artista, Marvan Szekely Helberger. “Los autores son quienes crean las obras, no quienes las compran”, decía la internauta.
Meses más tarde, Szekely inició acciones legales. En junio de 2023, se les notificó a la galería El Museo y a Carrasco que habían sido demandadas ante la Dirección Nacional de Derecho de Autor, una entidad adscrita al Ministerio del Interior. En la demanda se argumenta que, presuntamente, la artista había violado, entre otros, los derechos morales de Szekely, especialmente el de paternidad: supuestamente, no se le había respetado su derecho a ser reconocido como autor de las esculturas.
Contacté a Szekely para escuchar su versión de lo que había sucedido. En su taller me habló sobre su conexión con la madera y con el arte: estudió carpintería en el SENA después de haber explorado expresiones artísticas como el arte dramático, la fotografía y la escultura, y su familia ha tenido una tienda de muebles durante 200 años en Alemania. Se conoció con Carrasco en el taller de ella, en 2020, al que él acudió para imprimir unas fotografías que había tomado en la Patagonia argentina.
Según contó, en esa oportunidad, Szekely le mostró su trabajo con la madera, su portafolio y una mesa. “Un día me llegó un mensaje de ella preguntándome si quería colaborar en la exposición. Yo dije que sí, por supuesto. Era una buena oportunidad porque soñaba con que me pudiera pagar una parte en dinero y otra en imprimir mis fotos en gran tamaño”.
Unos meses después, tuve un segundo encuentro con Carrasco en el que mencionó que, en medio de su proceso creativo, había decidido que su exposición tendría cuatro fases: abstracción, figurativo, no figurativo y volumen. Para la primera, quería mostrar con la madera la línea del recorrido que ella había hecho caminando en búsqueda del río San Francisco. Para esto necesitaba que alguien le hiciera las piezas.
Según Szekely, la de Carrasco era una invitación a contribuir a un proyecto colectivo y a ser parte de su equipo de trabajo. “Me dijo: ‘Yo no sé qué hacer, ¿qué se te ocurre?’. Entonces, en una segunda visita, le llevé unos bocetos. Ella nunca me mandó ninguno ni me habló de materiales. Me dijo: ‘Tienes libertad total, tú puedes crear, y, finalmente, es tu obra la que va a estar expuesta en la vitrina de la galería’”. De acuerdo con él, la idea creativa fue suya y lo único que le especificó Carrasco era que las nueve esculturas debían seguir el mapeo del río que ella había hecho.
Este es quizás el punto en el que más divergen las versiones: Carrasco afirmó que el esfuerzo intelectual de las piezas sí estuvo a cargo de ella. En la Galería El Museo, los dos artistas tomaron medidas y acordaron trabajar con maderas recicladas. “Le dije: mi medio es la fotografía, pero entiendo que su medio es la madera, entonces todas las sugerencias que usted pueda dar de material, bienvenidas. Pero su trabajo se limitó a manufacturar el material en las plantillas que fueron creadas por mí…”, dijo la artista.
Carrasco tiene fotografías de unas plantillas en cartón o cartón-piedra de lo que ella estaba buscando, que le dio a Szekely para que pudiera reproducirlas en madera y que no han sido regresadas. Para el abogado de Carrasco, Néstor Arturo Bedoya, entonces, la propiedad intelectual protege el esfuerzo intelectual de haber creado una obra, que era precisamente lo que contenían las plantillas entregadas, pero esto no se extiende a la manufactura del material, pues la obra fue una creación exclusiva de Carrasco.
Para Szekely y su abogado, Juan Martín Zuluaga, es importante rescatar que esta era una idea de trabajo “colectivo” porque en Colombia, según estipula el marco legal de los derechos de autor (Ley 23 de 1982), en una obra de colaboración, en la que dos o más artistas contribuyen para crear una obra única, los colaboradores son reconocidos como autores y, como tal, tienen los derechos sobre el producto final. Bajo ese argumento, Szekely dice haber tenido el aporte intelectual que lo haría acreedor de la autoría. De acuerdo con su versión, las plantillas fueron solicitadas por él para tener una guía, pero no fueron unas maquetas a escala ni con indicaciones precisas.
“El punto esencial de esta demanda es que a Marvan no se lo contrató para desarrollar obras bajo la dirección de ninguna persona. A él se le solicitó participar con sus obras en una exposición artística conjunta y, simplemente, se le pidió que hiciera sus obras en alusión al recorrido del río San Francisco, por lo tanto, en nuestro criterio, Marvan es el creador intelectual de las obras y el titular de la totalidad de los derechos de autor”, dijo Zuluaga.
Aunque ambos aseguran que la idea creativa de las esculturas fue suya, la legislación en Colombia no protege las ideas abstractas en sí mismas. La Ley 23 de 1982 establece que “las ideas o contenido conceptual de las obras literarias, artísticas y científicas no son objeto de apropiación”, sino que protege la forma en la que estas ideas se expresan de forma tangible o se incorporan a las obras literarias, científicas y artísticas. ¿Quién llevó a la realidad esas ideas?
Esto es lo que sucedió, por ejemplo, con Gabriel García Márquez y Luis Alejandro Velasco, el marino cuya historia inspiró la obra Relato de un náufrago. Después de un proceso jurídico, el Tribunal Superior de Bogotá determinó que los derechos morales y patrimoniales eran solo de García Márquez, pues era él quien había dado la expresión literaria a la historia de Velasco. El libro no comprendía una transcripción de su relato.
En el caso de Szekely y Carrasco, las tensiones fueron creciendo a medida que se acercaba la fecha de apertura de la exposición. Según Szekely, el día anterior a la apertura, una vez que ya le había entregado las obras a ella, hubo una conversación en la que se especificó que su nombre no iría en las obras expuestas en la vitrina, pero sí en otro texto descriptivo, que nunca se publicó.
Carrasco contó que previamente, en conjunto con otras personas de su equipo, había redactado un texto tamaño carta, que se situó dentro de la galería, en el que se le agradecía a quienes habían participado de alguna forma en la exposición: “Carlos Eduardo Alba (grabación y edición de sonido), Mateo Pérez (vuelos con dron), a Marvan Szekely Helberger (piezas escultóricas tituladas Afluencias en madera y metal)”, entre otros.
“Desde siempre reconocí públicamente el aporte de Marvan en la etapa de manufactura de las obras escultóricas en madera, en un aviso fijado permanentemente durante la exposición, que podían ver todos los asistentes, como suele hacerse en este medio. El tamaño del texto era el mismo que tenía todo el equipo de trabajo que hizo parte de ‘Desde el principio’. Sin embargo, esto no quiere decir que se haya reconocido como autor, ni que se le reconozca ningún tipo de paternidad sobre las obras que simplemente manufacturó”, dijo la artista.
Las disputas por los asuntos de paternidad en Colombia son de vieja data. En 2001, el escultor Nadín Ospina fue demandado por el artista Antonio Díez, precisamente, por la paternidad de unas obras que fueron parte del proyecto “Viaje al fondo de la tierra”. Ese año, Díez y otros alumnos de la Facultad de Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano fueron invitados a participar en el proyecto de Ospina. De manera similar a lo que sucedió con Carrasco y Szekely, la disputa radicó en el tipo de invitación en la exposición y en la participación de Ospina como guía a los alumnos para la ejecución de las obras.
Ospina dijo que las pinturas fueron hechas bajo sus instrucciones detalladas e incluso corregidas por él mismo. Díez, por su parte, comentó que las fuentes de inspiración eran las cerámicas de Ospina, pero que cada participante hizo variaciones según sus propios procesos creativos. Aunque el maestro compartió créditos con los alumnos para una primera exposición, en la segunda no lo hizo, lo que llevó a Díez a demandarlo y a exigir el pago de 30 millones de pesos.
Más allá de la paternidad de las obras, en estas disputas artísticas también suele estar inmerso un factor patrimonial, es decir, los derechos que tiene el autor de una pieza a decidir cómo esta puede ser explotada comercialmente. En el caso de Carrasco y Szekely, la primera asegura que “pagó el dinero acordado a Marvan por la enajenación de las obras, de manera que, si realmente hubiera tenido algún aporte intelectual en la creación de estas, legalmente se presume que los derechos patrimoniales sobre las obras me fueron transferidos”.
El segundo afirma que Carrasco no cumplió con lo acordado. “Cuando le escribí recordándole la deuda me dijo que no tenía ningún problema en cancelarla si le firmaba un documento en donde decía que ella era la propietaria de los derechos morales y patrimoniales de las obras. Este fue el motivo que me puso en alerta y me llevó a pedir asesoría legal”, dijo Szekely. Ese papel nunca se firmó.
En el caso de Gabriel García Márquez y Luis Alejandro Velasco, por ejemplo, los derechos patrimoniales fueron un asunto clave. “Hay libros que no son de quien los escribe, sino de quien los sufre, y este es uno de ellos. Los derechos de autor, en consecuencia, serán para quien los merece: el compatriota anónimo que debió padecer diez días sin comer ni beber en una balsa para que este libro fuera posible”, se leía al final del prólogo de Relato de un náufrago, lanzado por Tusquets 15 años después de haber publicado la historia en El Espectador.
Aunque la historia vio la luz como libro a principios de los años 70, no fue hasta 1994 que Velasco decidió demandar al escritor. De acuerdo con él, García Márquez sólo le pagó por sus derechos hasta 1982, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. Así, el exmarinero exigía que se le reconociera la coautoría del libro por haberle contado su propia aventura al sobrevivir al hundimiento del buque en el que se transportaba desde Estados Unidos.
En Vivir para contarla, García Márquez dijo que su prólogo “no fue una frase vana, pues los derechos del libro fueron pagados íntegros a Luis Alejandro Velasco por la editorial Tusquets, por instrucciones mías, durante catorce años”. Después de que comenzaron las acciones legales, se suprimió el último párrafo en el que le cedía los derechos y no se le pagó más a Velasco, hasta que la justicia tomara una decisión.
Ese año, cuando el Tribunal Superior de Bogotá determinó que los derechos morales y patrimoniales eran solo del escritor, los ingresos por la venta de Relato de un náufrago fueron donados a una fundación.
En el caso de Velasco, según García Márquez, el detonante de las acciones fue el abogado Guillermo Zea Fernández, quien “lo convenció de que los derechos le pertenecían a él [Velasco], a sabiendas de que no eran suyos, sino por una decisión mía en homenaje a su heroísmo, su talento de narrador y su amistad”.
Para Szekely, hubo varios detonantes para que se decidiera tomar acciones legales. El primero, una foto, días después de la inauguración, en la que se leía en la vitrina debajo de las piezas de madera el nombre de Juanita. “Juanita Carrasco - Afluencias”, un letrero que no estaba el día de la inauguración. El segundo, la entrevista que hizo este diario.
“Vi la nota en El Espectador a las 2 de la mañana en Instagram. Y hasta ahí llegué. No puede ser. ¿El colectivo, todo lo que habíamos hablado, qué pasó? Yo no aparecía en ningún crédito ni en ninguna parte. Habíamos emprendido un trabajo colectivo, en el cual se respetaría la autoría de cada obra, pero en el momento de presentarla al público cambiaron las condiciones”, contó Szekely.
Carrasco, por su parte, dijo que se sobreentendía que le estaba encargando a Szekely la elaboración de las obras en madera para su exhibición. “No se firmó nada porque jamás lo vi necesario. Para mí estaba claro que su trabajo se limitaría simplemente a manufacturar en manera unas plantillas de la obra que yo le había dado”, aclaró.
La disputa entre estos dos artistas, que desde hace 11 meses se trasladó a instancias judiciales, ilustra las complejidades y controversias que, con frecuencia, surgen en el mundo del arte colombiano con relación a los derechos de autor y la propiedad intelectual. La audiencia inicial del caso tendría lugar este jueves y ambos, Carrasco y Szekely, esperan este año un resultado favorable por parte de la Dirección Nacional de Derechos de Autor.