De la madera al instrumento, los lutieres de Ibagué
En el marco del Ibagué Festival, que culmina hoy, se inauguró la exhibición “Almas sonoras: 9 violines constructores”, que muestra los primeros instrumentos realizados por la primera cohorte de lutieres que se gradúa del Conservatorio del Tolima.
Andrea Jaramillo Caro
Bajo el sol tolimense un grupo de personas trabajan dentro de uno de los salones del Conservatorio del Tolima. Entre los muros grises y las ventanas, un mar de delantales vinotinto caminan por el recinto buscando las herramientas que les permitirán completar los pasos necesarios para reparar y producir instrumentos de cuerda frotada. Mientras que de fondo suenan las Suites para violonchelo de Bachlos, en el marco del Ibagué Festival, asistentes al taller se desplazan por la sala perfeccionando cada uno de lo elementos que usarán y dándoles su toque personal.
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Bajo el sol tolimense un grupo de personas trabajan dentro de uno de los salones del Conservatorio del Tolima. Entre los muros grises y las ventanas, un mar de delantales vinotinto caminan por el recinto buscando las herramientas que les permitirán completar los pasos necesarios para reparar y producir instrumentos de cuerda frotada. Mientras que de fondo suenan las Suites para violonchelo de Bachlos, en el marco del Ibagué Festival, asistentes al taller se desplazan por la sala perfeccionando cada uno de lo elementos que usarán y dándoles su toque personal.
Con el lema “Transformando la madera en música” los asistentes escuchan atentos las instrucciones y guías que ofrece el maestro Cristian Valencia, quien se ha desempeñado como profesor del programa del conservatorio desde hace dos años.
La lutería es definida por la Real Academia Española como el “arte o técnica de hacer o arreglar instrumentos musicales de cuerda”. Es un oficio que ha existido por siglos.
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Para Valencia, la característica necesaria para incursionar en esta disciplina es la pasión. Aunque sus alumnos vengan de áreas diferentes a la música, como carpintería, diseño, entre otras, el gusto por este arte es clave. Cuenta que en el programa intentan “desarrollar un poquito el oído, el tacto, los trazos y el dibujo. Tiene que ver con el diseño, la matemática, la física acústica y una cantidad de cosas más”, con las que ya se está graduando la primera cohorte de lutieres del conservatorio.
El interés por esta disciplina fue lo que llevó a la violinista y ahora lutier, Daniela Gómez Nieto, a interesarse. Actualmente es una de las estudiantes que está próxima a graduarse de este programa y su primer violín, llamado “Prim’alba”, un nombre que refleja el primer amanecer y el primer fruto de su trabajo, se encuentra entre los nueve que conforman la exhibición Almas sonoras: 9 violines constructores, que se inauguró en el marco del Ibagué Festival, en el Museo Panóptico del Tolima.
La violinista relata que descubrió este oficio por primera vez en 2019, cuando tuvo “la oportunidad de entrar a una charla y conocer al maestro José Miguel, que fue el que nos ayudó en el proceso. Entré a la charla sin saber nada de la lutería y me enamoró el tema por el arte, el oficio, el amor que se le veía al maestro por la lutería. En ese momento el programa no estaba creado acá en Ibagué. Empecé a buscar opciones afuera, pues me llamó mucho la atención”. Sin embargo, ella no abandonó la capital tolimense, pues al año siguiente las piezas se acomodaron y se creó el programa del Conservatorio del Tolima.
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La belleza de estos instrumentos y su capacidad de mantener los sonidos que los caracterizan vienen de un largo proceso que se inicia con la elección del modelo que se quiere replicar. En este oficio, cuenta Valencia, se trata de inspirarse en el trabajo de los grandes lutieres del pasado, como Stradivari, para producir un instrumento cercano a este, pero no exactamente igual. No son diferencias que cambien el sonido del violín o la viola, sino pequeñas decisiones que hacen que el instrumento producido difiera sutilmente de su original.
Gómez cuenta que, en su caso, descubrió que la madera que estaba utilizando para fabricar el rizo venía con una mancha, y luego de confirmar que no afectaría el instrumento decidió dejarla. Pero esto no es todo lo que diferencia a un violín de otro, un modelo de otro o un lutier de otro. Valencia afirma que son detalles como el punto donde comienza el rizo o las puntas del violín, los que permiten identificar al nombre detrás del modelo replicado.
Los violines que conforman la exposición son inspirados por el modelo “El Mesías”, de Antonio Stradivari y, de acuerdo con Valencia, este es el primer paso para construir uno de estos instrumentos: escoger el plano y sacar las plantillas. “De esas plantillas se empieza por sacar la forma, un molde donde se comienza a armar el violín. Hay muchos procesos. Primero hay que hacer los lados del violín”. Es un rompecabezas esperando a ser creado y armado con el mayor rigor posible, pues hay medidas que se deben respetar para que se mantenga la funcionalidad del instrumento.
Esa transformación de una materia prima en un elemento dedicado al arte, que además debe cumplir con la característica de ser estacionaria por lo que es importada al país, sigue asombrando a Gómez. Ahora, como una de las nuevas lutieres de Colombia, carga con el legado que Valencia infunde en sus estudiantes. La artista cuenta que en Venezuela llegaron a llenarse de instrumentos, pero no tenían personal que los reparara, el programa del Conservatorio del Tolima fue creado para cubrir esa carencia.
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Para la violinista y lutier el proceso empieza desde que se tienen los bloques de madera, “ahí empieza un camino que cada uno como que va abriendo cada vez más y más la mente de uno, porque como violinista no estaba enterada de todo lo que había detrás de un proceso de construcción de un violín. Entonces fue muy mágico y me abrió mucho la mente el poder ver y entender todo el trabajo y dedicación que conlleva la fabricación de un instrumento”.
El proceso de producir su primer violín fue un reto para Gómez, sin embargo, afirma que su parte favorita de la fabricación fue “la dedicación y la perseverancia, porque en realidad no es algo que puedas tomar como un juego, como un pasatiempo. Es algo que requiere dedicación y que, en ocasiones, toca volver a comenzar de cero por una medida. También me gustó poder analizar todo, no solamente la parte de la construcción, sino las herramientas. Deben ser estudiadas y entendidas, cada una tiene su función específica y hay que respetar eso como lutier”.
El respeto por las herramientas se traduce tanto dentro como fuera del taller, sin embargo, la posibilidad de acceso a estas no está garantizado una vez los alumnos salen del conservatorio, algo que menciona Valencia. “Que sean costosas, no tenerlas, no poder practicar más tiempo, hace que sea más difícil lograr esa habilidad”. Pero, a pesar de los desafíos y obstáculos que se pueden encontrar en el camino, para el lutier y maestro no solo se trata de la música que generan los instrumentos que produce, pues comenta que no puede vivir sin ella, sino de la magia que conlleva este oficio. “Es coger un pedazo de madera y transformarlo en algo que produce un sonido. Creo que eso es lo más satisfactorio para todos. La experiencia del primer violín, y cuando suena, es como tener un hijo, una gran emoción. Luego escuchar las opiniones de todos, es un proceso y empiezan las comparaciones. Pero, el primer momento en el que suena el primer violín, muchos de los alumnos lloraron cuando sonó por primera vez. Es todo el proceso de salir del taller al escenario. Creo que eso es el golpe más fuerte de emoción que tienen”.