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Una de las posesiones más preciadas de Sergio Fajardo llegó a sus manos de forma inusual. Cuando trabajó en el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton tomó de un libro un papel, uno de esos que se encontraban en la parte trasera de los libros que se pedían prestados en una biblioteca y con los que se llevaban los registros, y lo conservó. Se trató de un robo, uno de carácter literario, el único que afirma haber cometido en su vida. El móvil fue un autógrafo que contenía esa tarjeta, el del matemático y lógico austriaco Kurt Gödel, uno de los íconos del candidato presidencial.
“Saqué un libro muy importante y empecé a ver los nombres en la tarjeta, eran un montón del mundo mío, de la lógica, y sus nombres estaban aquí. Cuando iba a devolver el libro pasé mucha saliva y dije: ‘Me voy a quedar con esto’. Y lo hice y aquí la tengo”, cuenta el candidato. La firma del austriaco, junto con la de otros, hoy se encuentra segura entre las páginas del libro que considera su biblia: Model Theory, de Howard J. Keisler y Chen Chung Chang, escrito en 1973.
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Pero las páginas de ese libro que compró en 1978 no solo contienen ese recuerdo, sino que entre las líneas de los autores se esconden una cantidad de memorias que Sergio Fajardo ha ido dejando dentro y que ahora lo sorprenden cuando lo abre. Un trébol, una foto con su profesor, cheques por clases dictadas, entradas a partidos, entre otras, devuelven al candidato al pasado convirtiendo sus libros en baúles de recuerdos. “Eso lo hago mucho con los libros. Voy en un avión y si tengo un libro en la mano, le pongo el pasabordo o la llave del hotel. Entonces le iba poniendo a esto recuerdos. No es solo el libro, también lo que pasó”.
Fue precisamente uno de esos souvenirs de tiempos pasados el que lo llevó a contar cómo había terminado trabajando con el autor del libro que lo acompaña a todas partes. “Llegué allá por esto”, dijo mientras señalaba el libro de Keisler. “Fui a la universidad, le toqué la puerta, cuando llegué le dije: ‘Profesor, vengo de Colombia, quiero conocerlo a usted. Quiero trabajar con usted’. Casi me muero del susto para hablarle. Pero desde ese momento hasta hoy somos amigos. Él me dirigió la tesis de doctorado, después de escribir un libro con él. Es el orgullo mío de haber pasado de este libro que había ahorrado para comprarlo, de estudiarlo, entender todas estas cosas y después encontrarme con él y ser su amigo”. La entrada al partido entre los Milwaukee Bucks contra el equipo de Denver, al que fue con el profesor Keisler, fue el detonante de esta anécdota literaria que se suma a las muchas que tiene el exalcalde de Medellín para contar.
Entre las tres bibliotecas que el candidato posee en Medellín, Bogotá y Boyacá, disfruta de los libros que ha adquirido con el tiempo siguiendo un principio de lectura que se basa en leer, por lo menos, la introducción de cada uno que posee, y además afirma haber decidido no marcar ninguno de ellos, con la excepción de su biblia, “decidí hace décadas, en principio, no rayar los libros. Tomo notas aparte”. Para él no hay una fórmula única que lo lleve a elegir un libro, para él esto funciona como un llamado, sea en alguna de sus bibliotecas o en una librería.
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Por ejemplo, le sucedió con las obras del italiano Alberto Moravia. “Recuerdo por allá cuando tenía 15 años en una librería, porque he ido toda la vida, y recuerdo mirando y veo Alberto Moravia, Cuentos romanos”, y dije este libro me llama la atención, me lo llevé y lo compré. Recuerdo la emoción de leer a Alberto Moravia, y entonces así me ha pasado varias veces en mi vida. Ahí me llevó a leer otras obras de él. Ahora no recuerdo, porque me ha pasado tantas veces que ya no distingo si lo fui a buscar o no”. Algo parecido le pasó con Antonio Tabucchi, del que encontró el libro Para Isabel entre su biblioteca y sintió ese llamado para comenzarlo a leer. En la dedicatoria se sorprendió al ver que el autor mencionaba a alguien con su mismo nombre, “me dio curiosidad que decía Sergio y yo ya soy un viejo y soy amigo de Tabucchi, a pesar de que él no me conozca porque lo he leído tantas veces”.
Pero Tabucchi no es el único amigo que Fajardo consiguió a través de su pluma. A unos no los conoció, a otros aún no los ha conocido y otros ya son sus amigos, como Richard Sennett, de quien leyó El respeto en tiempos de desigualdad, por recomendación de Héctor Abad Faciolince. “Me fascinó. Y después tuve la fortuna de conocerlo a él. De hecho, hacerme amigo de él y su esposa, que es una mujer muy valiosa que se llama Saskia Sassen, escritora”.
Así como a unos los considera amigos, para el candidato otros autores son familia, como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti, a los que menciona como su “origen” en la lectura. “En una época sentía más atracción por los cuentos, Borges era cuentos, Cortázar tenía la mezcla de cuentos y novelas. Rayuela fue una novela muy importante para mi generación, para muchas personas. Era un libro al que le llegábamos, era esa vida en París, en ese momento todo latinoamericano miraba a Europa, ese mundo parisino que era muy atractivo. Onetti, cuentos. Leía mucho cuento y he pasado más a novelas que a cuentos”.
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Llegó a ver a Borges mientras realizaba su doctorado en la Universidad de Wisconsin durante una conferencia. Confiesa que para leer a Gabriel García Márquez se demoró más tiempo, pues su enfoque estaba en los cuentos. Pero al empezar a leer al nobel colombiano llegó a una conclusión sobre el realismo mágico característico del autor: “En campaña política, yendo de La Guajira a Valledupar y pasando por la serranía de Perijá, de repente sentí algo particular y dije: ‘Esto es, ya lo entendía, esto es el mundo del realismo mágico, ese es el terreno, no es en Bogotá, en la Universidad de los Andes o la Universidad Nacional estudiando lógica matemática. Era en ese lugar, y de repente sentí como algo especial. Ese mundo tiene una energía particular y ahí me conecté con el realismo mágico”.
Para conectarse con estos nuevos amigos y familiares fue muy importante el apoyo de una persona en particular que marcó de muchas formas su vida: su padre, Raúl Fajardo Moreno. Desde la lectura hasta su relación con las artes y el espacio, la influencia del padre del exgobernador de Antioquia estuvo presente en todo momento y hoy el candidato presidencial recuerda con afecto que “sé que aprendí a leer muy pequeñito, creo que antes de los cuatro años. No sé bien cómo fue, pero siempre tuve el apoyo de mi papá, que siempre estaba atento para que leyera y comprara los libros que quisiera”.
El oficio de Raúl Fajardo como arquitecto también fue una de las miradas de origen del candidato presidencial en su percepción y relación con el espacio. El exalcalde de Medellín afirma que haber sido hijo de un arquitecto fue lo que le ayudó durante su administración para llevar a cabo proyectos en la ciudad. “Mi papá era arquitecto y lo acompañaba a su oficina desde chiquito. Lo veía cómo diseñaba, porque él diseñaba, él no estaba en la parte comercial de la arquitectura, sino en el diseño del artista. Entonces lo veía, le preguntaba a él. Me encantaba y me llevaba a ver cómo las obras iban creciendo”.
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Sergio Fajardo, a pesar de ser el hijo mayor y ser tan cercano a su padre, nunca quiso estudiar arquitectura. Él encontró su propio camino, contando con el apoyo de Raúl Fajardo, quien solía decirle: “Lo que tú quieras”. Él nunca me decía que estudiara esto o aquello, sino me decía: “Dele, escoja que yo estoy aquí para usted. Sé que es un privilegio extraordinario. Entonces los libros, lo que fuera siempre me está apoyando para que encontrara mi camino”.
El candidato presidencial aprendió todo lo que pudo de su padre y, ahora, sus hijos, Mariana y Alejandro, le han enseñado “a tratar de ver el mundo de una manera diferente, incorporar otra mirada del mundo”. De cierta forma lo han hecho abrirse a nuevos conocimientos que traen desde sus carreras profesionales. De hecho, Sergio Fajardo afirma que “todavía tengo tiempo para hacerlo, para aprender más de biología, para entender más del mundo”, como lo hizo su hija, Mariana.
La educación ha sido uno de los pilares en la vida de Sergio Fajardo y continuará siéndolo, pero si hay una lección que el candidato por la Coalición Centro Esperanza daría a los colombianos sería: “Aprender a aprender. Que es parte fundamental del tema de la educación. Preguntemos ¿por qué? Esa es la pregunta clave en la formación del espíritu científico”.