De las piedras a las tortas, los ataques al arte
El domingo en la tarde el Museo Louvre en París registró una situación poco usual, pero a la que no es ajeno. El más reciente ataque a la pintura más famosa de Leonardo da Vinci se une a la lista de atentados en su contra y a los ataques al arte.
Andrea Jaramillo Caro
“Piensen en la Tierra. Hay gente que está destrozando el planeta. Es por ello que he hecho esto”, fueron las palabras que pronunció el activista ambiental que el domingo en la tarde lanzó una tarta de crema a la Mona Lisa. El hombre disfrazado con una peluca y que entró en silla de ruedas hasta quedar frente al vidrio protector del retrato se convirtió en el más reciente perpetrador de un ataque contra el retrato.
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“Piensen en la Tierra. Hay gente que está destrozando el planeta. Es por ello que he hecho esto”, fueron las palabras que pronunció el activista ambiental que el domingo en la tarde lanzó una tarta de crema a la Mona Lisa. El hombre disfrazado con una peluca y que entró en silla de ruedas hasta quedar frente al vidrio protector del retrato se convirtió en el más reciente perpetrador de un ataque contra el retrato.
El vidrio antibalas que protege la obra del siglo XVI en un ambiente con la humedad y la temperatura controladas quedó manchado con crema por unos minutos antes de que funcionarios del museo lo limpiaran, pero no es la primera vez que la barrera protectora se enfrenta a un atacante. En el pasado han sido piedras, pintura en aerosol o tazas de té vacías.
Hasta hace 55 años la famosa tabla se exhibía en los muros del Louvre con poca protección, no fue sino hasta un incidente en 1957 que se instaló el vidrio que ahora encapsula la obra del italiano. Sin embargo, la tabla más protegida del mundo ya tenía un prontuario de ataques o intentos de ella. El primero que hay registrado sucedió en agosto 1911 cuando fue robada del museo y, aunque se dice que fue esta acción la que la hizo tan famosa, el ladrón italiano afirmó que lo había hecho para regresar el patrimonio a su país mientras que la teoría principal afirma que lo detuvieron antes de que pudiera venderla a un coleccionista.
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Al momento del robo ni las autoridades, ni los funcionarios del museo se percataron de su desaparición, pasaron días antes de que notaran que el cuadro hacía falta. Permaneció en un paradero desconocido hasta que atraparon al perpetuador, Vicenzo Peruggia, un extrabajador del museo, intentando venderla en Florencia. En esta ocasión no sufrió daños y fue restituida a su legítimo propietario. Sin embargo, otro ladrón intentó robarla durante la Segunda Guerra Mundial, razón por la cual fue evacuada y durante la ocupación alemana a Francia salió del país para evitar que cayera en manos de los nazis.
Sin embargo, y a pesar de la guerra que sacudió a Europa, la Mona Lisa nunca estuvo frente a tanto peligro como en la década de los 50. Para este momento aún no tenía un muro dedicado exclusivamente a su exhibición, ni una barrera para su protección y conservación, lo que permitió que otros dos atacantes se salieran con la suya en 1956.
En un mismo año la Gioconda fue atacada con ácido y piedras, los cuales han sido los que han causado más daños a la pintura. La primera vez fue rociada con ácido y esto resultó en el deterioro de la parte inferior de la tabla que no fueron tan notorios gracias al vidrio que la protegía, durante un recorrido que hizo la pintura por Montauban en Francia.
Poco después, un hombre boliviano fue el responsable de causar el mayor daño al retrato cuando lanzó una piedra que destrozó el vidrio en frente de ella y uno de los pedazos resquebrajó la pintura causando un daño visible en el codo de la mujer retratada, que fue luego restaurado. Fue entonces que decidieron aumentar las medidas de seguridad, pero esto no evitó que siguiera siendo un blanco para ataques.
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En 1974 una mujer roció el vidrio antibalas con pintura en aerosol mientras la Mona Lisa se exhibía en el Museo Nacional de Tokio, en protesta por las políticas de la institución que limitaban el acceso a personas con discapacidad. Pasaron más de 30 años antes de que la Gioconda volviera a tener un contrincante, esta vez vino en forma de una taza comprada en la tienda de regalos del Louvre que una mujer rusa arrojó contra la barrera, aparentemente porque las autoridades francesas le negaron la ciudadanía. Sin embargo, esta nueva medida de protección cumplió su objetivo y la obra salió ilesa.
Más allá de Da Vinci, otros ataques al arte
El término correcto para describir estos taques es “vandalismo en el arte”. Este fue utilizado por primera vez en 1794 por Henri Grégoire para describir los daños que sufrió el arte durante la Revolución Francesa y durante el siglo XX estas acciones se intensificaron.
Pero la Mona Lisa está lejos de ser la única obra que ha sido atacada en la historia. Uno de los incidentes más sonados fue el ataque de la sufragista radical Mary Richardson a la Venus del Espejo (1651) de Diego Velásquez. Richardson cortó el lienzo siete veces con un cuchillo de carnicero en respuesta al arresto de su compañera en el movimiento, Emmeline Pankhurst, el día anterior. Reportes de la época especulaban que el ataque había sido planeado, sin embargo, Richardson sostuvo que constituía un acto simbólico de destrucción a la “la mujer más bella de la historia mitológica”, como resultado del “Gobierno... destruyendo a la Sra. Pankhurst, que es el personaje más bello de la historia moderna”.
Sin embargo, no en todos los casos hay una persona para culpar. En 1970 una de las esculturas en bronce de Auguste Rodin, “El pensador”, que se encontraba en el Museo de Arte de Cleveland perdió la parte baja de ambas piernas en una explosión que sospechan que fue causada por tres barras de dinamita. Esta obra no tuvo el mismo final feliz que tuvieron las mujeres en esta historia, pues no pudo ser restaurada y aún se exhibe sin sus extremidades. A pesar de que nunca hubo un arresto, la teoría más aceptada apunta a la organización de izquierda radical, Weather Underground, en protesta a la incursión militar de Estados Unidos en Vietnam.
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Una de las obras que más sufrió durante el siglo XX fue “La guardia de la noche” (1672) de Rembrandt. En tres ocasiones diferentes la pintura sufrió ataques de parte de personas que sufrían de enfermedades mentales. La primera ocurrió en 1911 cuando un chef intento cortar el lienzo, sin embargo no pudo atravesar la gruesa capa de barniz. Pero la que más le hizo daño sucedió en 1975 de la mano de William de Rijk, un profesor desempleado que cortó líneas en zig zag en la pintura antes de ser arrestado por los guardias del museo, restaurar la pintura tomó seis meses y todavía se pueden ver las cicatrices que dejaron los cortes. La última vino en 1990 en la forma de ácido lanzado al lienzo que no causó repercusiones graves, pues la sustancia fue rápidamente disuelta con agua y solo penetró la capa de barniz.
Otra obra de Rembrandt también terminó siendo víctima de un ataque con ácido, “Danaë” (1636). El 15 de junio de 1985 llegó al Museo Hermitage en Rusia un hombre, que posteriormente fue diagnosticado como loco, arrojó ácido sulfúrico al cuadro y luego lo cortó dos veces con un cuchillo. La restauración tomó doce años, hasta 1997, y ahora permanece bajo la protección de un vidrio armado.
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Uno de los actos de vandalismo más recordados fue el que el geólogo húngaro-australiano, Laszlo Toth, hizo en 1972 sobre la “Pietá” (1499) de Miguel Ángel. Toth atacó la escultura de mármol con un martillo mientras gritaba: “Yo soy Jesucristo, ¡he resucitado!”. El geólogo golpeó la figura de la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Jesús 15 veces y logró romper la nariz, parte del párpado y rompió su brazo a la altura del codo. El hombre fue deportado, aunque no sufrió consecuencias por sus acciones y los visitantes se llevaron partes de los escombros del mármol.
Estos son solo algunos de los casos de vandalismo de arte que han sucedido con los años. Unos se han hecho en nombre de causas sociales o protestando frente a ciertas situaciones, mientras que otros han sido impulsados por fantasías. Sin embargo, el más reciente ataque a la Mona Lisa no será el último ni a la obra de da Vinci, ni al arte.