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Cierto día, Maléfica – interpretada por Angelina Jolie en 2014 y 2019 – se despertó entre sollozos y gritos porque el amor de su infancia la había traicionado de la forma más vil: arrancándole sus alas mientras dormía. Llena de dolor, rabia y resentimiento, decidió no ser más un hada buena y protectora del páramo, para transformarse en una malvada bruja.
Lejos de la malvada villana que todos recuerdan en La bella durmiente de Disney de 1959, Jolie recrea a un personaje más complejo, empujado por las circunstancias a optar por la venganza, en vez de la Maléfica tradicional que era mala porque sí. Incluso, al final de la película intenta deshacer su hechizo, consciente de que se dejó cegar por la rabia y el dolor, permitiéndole a la audiencia empatizar con ella.
No es la única historia que Disney ha vuelto a contar con un nuevo enfoque. En 2021 se estrenó Cruella, un filme sobre la icónica antagonista de 101 Dálmatas. En una de las escenas, un personaje le dice: “Leía sobre ti, la asesina de cachorros. ¿No lo hiciste?”, a lo que ella responde “No lo hice. Pero la gente necesita creer en una villana, así que estoy feliz de encajar en el perfil”. Lo que da a entender el mensaje de Disney es que muchos de sus clásicos villanos son más mitos que verdad, y fueron arrojados por las circunstancias a realizar el mal, no porque sean malvados innatos, sin que esto justifique de ningún modo sus actos de villanía.
Marvel no se quedó atrás. En su serie Loki reivindica a un villano que quizás, en el fondo, no es tan malo como parece – aunque a veces sus acciones digan lo contrario –. Y aunque todo indica que es una tendencia relativamente reciente, el público parece estar cada vez más interesado en este tipo de historias. Ver a Arthur Fleck en la piel de Joaquin Phoenix convertirse en el Joker, a Anakin Skywalker en Darth Vader, y otras películas como There Will Be Blood de Paul Thomas Anderson, Monster de Patty Jenkins, e incluso un clásico como A Clockwork Orange de Stanley Kubrick, coloca a los espectadores en la piel de los que hacen el mal para ver todo desde su perspectiva, y de alguna manera entender la humanidad que reside en su lado oscuro. Y en muchos casos, incluso, llegar a entender sus razones – aunque no sus actos – La pregunta es, ¿por qué?
Según un estudio de Northwestern University, liderado por Rebecca Krause y Derek Rucker, los seres humanos se sienten atraídos hacia los villanos ficcionales que comparten características similares con ellos mismos. Los investigadores encontraron que las películas, las series y los libros proveen un espacio seguro para que las personas se identifiquen con personajes malvados. Y según Krause, la similitud provoca interés, porque “crea una base común para la comprensión y el aprendizaje. El otro factor es que los villanos brindan una ventana interesante para aprender sobre partes del yo que normalmente no exploramos”.
El descubrimiento de Krause y Rucker coincide con los arquetipos que describió Carl Gustav Jung, de ‘persona’ – la identidad que se busca proyectar a otros, muy diferente al verdadero yo, como una máscara – y el arquetipo de la sombra – el lado oscuro que el Yo Consciente no reconoce –. Las personas están abiertas a explorar su lado oscuro en personajes que no son reales, sin sentirse atemorizados por la comparación, porque es solo una historia.
La atracción del público hacia las películas contadas desde la perspectiva de los villanos también corresponde al ‘Fundamental Attribution Error’ o sesgo de correspondencia, según los psicólogos Richard Keen, Monica L. McCoy y Elizabeth Powell. Se trata de atribuir el comportamiento de una persona a sus características internas y no a condiciones externas como la situación o el contexto. Es decir, si los espectadores ven a un personaje atacar a otro, inmediatamente asumirán que es malvado – aunque sea cierto o no – pero, a medida que conocen más del atacante, pueden entender que sus actos corresponden a las circunstancias y hasta llegan a sentir empatía; porque el sesgo de correspondencia está influenciado por cuanto se conoce del personaje en cuestión.
Es la razón que explica la empatía con la Maléfica de Angelina Jolie, porque entienden las razones detrás de sus actos, y se identifican hasta cierto punto con su dolor y sufrimiento. Y con Cruella de Emma Stone – aunque matar perritos para hacer un abrigo es totalmente injustificable – pero los espectadores entienden que no era tan malvada como la película original mostró. Después de todo, el sufrimiento es algo humano. Entender al antagonista es clave. Y la mayoría de los villanos tienen un pasado traumático. Cuando el público lo sabe, puede identificarse con ellos.
La creación de villanos complejos también corresponde a un cambio en el tipo de personajes que se muestran en cine y televisión. En el siglo pasado, las películas tenían a malos muy malos y a buenos muy buenos, sobretodo en las películas de Disney. Como Jafar de Aladdín o la bruja de Blancanieves y los siete enanitos, que eran completamente perversos. Las princesas, en cambio, estaban dotadas de bondad y nobleza, como Cenicienta o Aurora, incapaces de algún acto incorrecto.
Ahora, tanto Disney como las demás casas productoras suelen crear personajes más redondos, llenos de complejidad, de luz y de oscuridad. A modo de ejemplo, Encanto. Bruno, que al principio es pintado por los demás como el antagonista, en realidad solo es víctima de su propio don, y por eso no se habla de Bruno. En la primera película de Los Increíbles, Síndrome se volvió villano porque se sintió decepcionado por Mr. Increíble y todos los superhéroes. En Moana, Te Kā es una criatura maligna de lava ardiente dispuesta a destruir toda la vida a su paso, que en realidad era la diosa Te Fiti, cuyo corazón fue robado por Maui, el compañero de la protagonista.
Los realizadores ya no buscan a protagonistas tan buenos ni a antagonistas tan malos; más bien están interesados en explorar la complejidad del ser humano, a otras formas de narrar la vida. Porque todos alguna vez han hecho algo bueno por las razones incorrectas, y algo malo por las razones correctas. ¿O no?