Mark Twain es el pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens. Lo sacó de una escena que había visto miles de veces a lo largo y ancho del Mississippi, cuando los pilotos o los capitanes le pedían a los sondeadores que lanzaran una cuerda al río para medir su profundidad, y entonces decían “Marca dos”, que eran dos brazas de profundidad. Marca, Mark, Dos, Two, Twain.
Foto: Nátaly Londoño Laura
Se estremecía, y mientras corría de un lado hacia el otro, sin saber por qué ni para qué, oía cómo se desperezaban el tendero, el mendigo, el cura, la señora que lavaba ropa y el niño que jugaba a hacer castillos de tierra. Y el alguacil, y el empresario, y la mujer del empresario, y su padre y su madre y la profesora y el vendedor de la única tienda de libros del pueblo. Todos empezaban a caminar. A dar vueltas y a mirar hacia el norte, con una ilusión por dentro. Eran los años de mil ochocientos cuarenta.
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
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