"Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias", decía John Locke
Foto: Dominio público
Eran tiempos de espadas y de capas, de reyes, de princesas, de cortes, aristocracias y pueblo raso. Tiempos de honores a la palabra, a la valentía y a la vida y al amor, que aún no se había vuelto un negocio. Eran tiempos de cartas, también. Quienes sabían escribir, lo hacían como si de ello dependiera sus vidas. Quienes no, contrataban un escribidor para que éste contara lo que ellos necesitaban contar. Las cartas iban y volvían por aquella lejana Europa del siglo XVIII. Eran mensaje, presagio, añoranza, duelo, dolor, y muchas veces,...
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com