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Viajaba en helicóptero hasta lo más remoto de Camboya para visitar ciudades del imperio Jemer, se arriesgó a minas terrestres para satisfacer su curiosidad. Empezó durante la década de los 70 y acumuló una de las más grandes colecciones privadas del mundo de tesoros Jemer, la mayoría eran esculturas budistas e hindús, los restos de una civilización que floreció en el sureste asiático hace mil años. Fue, además, coautor de tres libros sobre este tema.
“La arquitectura y escultura creada por los Khemer para honrar a sus dioses y gobernantes, es una de las más grandes obras de arte del mundo” escribió en uno de sus libros ‘Adoración y Gloria’.
Pero, mientras Latchford profesaba veneración por los logros de los Jemer, también traficaba y se lucraba de antigüedades saqueadas de templos sagrados, de acuerdo con investigadores estadounidenses, que fue parte de un saqueo que se extendió por décadas y se sitúa como uno de los robos culturales más devastadores del siglo XX.
Cuando Estados Unidos acusó a Latchford en 2019, parcía que por fin los artefactos que saqueó y vendió serían identificados y devueltos: la fiscalía exigió confiscar “cualquier y toda propiedad” derivadas del tráfico ilegal de más de cuatro décadas. Sin embargo, Latchford, que en ese entonces tenía 88 años, murió antes de comparecer ante el juzgado dejando abierta la pregunta: ¿qué pasa con el dinero y los bienes robados?
La respuesta se encuentra, en parte, en registros previamente no divulgados que describen compañías secretas offshore y fideicomisos que Latchford y su familia controlaban. Estos son parte de los Pandora Papers un caché de más de 11,9 millones de documentos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés) y compartido con The Washington Post y otros medios de comunicación de todo el mundo.
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Los registros de fideicomisos y registros corporativos obtenidos por ICIJ muestran que tres meses después de que los investigadores estadounidenses comenzaran a vincular a Latchford con los artefactos saqueados, él y sus familiares establecieron el primero de dos fideicomisos, que lleva el nombre de los dioses hindúes Skanda y Siva, en la isla de Jersey, un refugio secreto en las Islas del Canal entre Inglaterra y Francia. El Skanda Trust tenía la colección de antigüedades de Latchford: entre sus tesoros se encontraban bronces de Buda, Lokeshvara y otras figuras religiosas. Una de las reliquias era un Buda Naga saqueado valorado en 1,5 millones de dólares. Los activos de Latchford en Skanda Trust fueron luego transferidos a Siva Trust.
Si bien los miembros de la familia de Latchford dijeron que los fideicomisos se formaron con fines fiscales y planificación patrimonial, el secreto que los rodea plantea dificultades para los investigadores que buscan encontrar y repatriar artículos que él pudo haber saqueado. Los funcionarios camboyanos dijeron que no sabían qué artículos guardaba Skanda y que nunca habían oído hablar de Siva Trust. Consideran que las reliquias Jemer sacadas del país sin permiso fueron saqueadas y las quieren de vuelta, y han reunido un equipo para rastrear a miles de ellas.
“Nunca dejaremos de buscar la devolución de nuestro legado”, dijo Phoeurng Sackona, el ministro de Cultura y Bellas Artes de Camboya.
“Estos objetos no son solo decoraciones, sino que tienen espíritus y se consideran vidas”, dijo. “Es difícil cuantificar su pérdida para nuestros templos y nuestro país; perderlos fue como perder el espíritu de nuestros antepasados”.
Los investigadores estadounidenses continúan buscando la devolución de artículos de la operación Latchford, dijeron dos personas cercanas a la investigación que no estaban autorizadas para discutirlo.
Los registros confidenciales provocaron una búsqueda internacional de antigüedades vinculadas a Latchford por parte de The Washington Post, ICIJ, BBC, The Guardian, Spotify y Australian Broadcasting Corporation. Esto llevó a un examen más amplio del comercio mundial de arte, un ámbito en el que las empresas fantasma y los fideicomisos ocultan el contrabando, y algunas instituciones famosas y coleccionistas privados compran artículos de origen turbio.
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La investigación descubrió que, si bien varios museos han devuelto varias piezas vinculadas a Latchford en años anteriores, al menos 27 de esos artículos permanecen en colecciones destacadas.
El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York tiene al menos 12 reliquias que alguna vez pertenecieron o fueron negociadas por Latchford, y otra que parece coincidir con una pieza descrita en su acusación. Otros 15 se encontraron en las colecciones del Museo Británico de Londres, la Galería Nacional de Australia, el Museo de Arte de Denver y el Museo de Arte de Cleveland.
Estos y otros museos albergan 16 reliquias adicionales que fueron vendidas por un asociado de Latchford que, según los fiscales, traficaba con reliquias robadas. Ninguno de los museos proporcionó registros que demuestren que las reliquias se exportaron con la aprobación del gobierno nacional. En al menos algunos casos dijeron no tener dicha documentación.
Los artículos identificados por el equipo de informes probablemente representan solo una pequeña parte de los vinculados a Latchford y que terminaron en museos, porque muchas de esas ventas son privadas.
El hecho de que una reliquia de museo haya pasado por las manos de Latchford o de sus asociados no significa necesariamente que haya sido saqueada.
Pero los críticos dijeron que el saqueo de los templos de Camboya era bien conocido, al igual que la consiguiente avalancha de antigüedades en venta. Cualquier vínculo con Latchford, dijeron, impone a los museos la responsabilidad de investigar y revelar el origen de las piezas.
Las directrices de la industria instan a los museos y otros compradores a “investigar rigurosamente” el origen de las reliquias antes de adquirirlas y hacer públicos sus hallazgos. Los funcionarios del museo dijeron que siguen las pautas éticas de la industria y que los estándares para adquirir antigüedades han evolucionado a lo largo de los años.
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Los museos se han mostrado reacios a devolver reliquias a sus países de origen, incluso artículos que mostraban claros signos de saqueo, como estatuas con pies cortados.
“Las acusaciones contra Latchford... han sido un asunto de registro legal durante casi 10 años”, dijo Tess Davis, abogada, arqueóloga y directora ejecutiva de Antiquities Coalition, una organización que hace campaña contra el tráfico de artefactos culturales. “Los líderes de los museos han tenido tiempo más que suficiente para hacer lo correcto. En cambio, hay un silencio ensordecedor”.
Este año, la hija de Latchford, Julia Latchford, prometió devolver lo que queda de la colección personal de su padre, incluidas más de 100 antigüedades de bronce, arenisca, cobre y oro. La semana pasada llegaron las primeras cinco reliquias a Camboya.
La devolución prometida cubre solo una parte de las reliquias que manejó Latchford. Muchos otros se vendieron hace mucho tiempo, y ni esas reliquias ni las ganancias financieras de su venta serán parte de ninguna donación de Latchford.
En cartas al Post y al ICIJ, los abogados de Julia Latchford y su esposo Simon Copleston dijeron que hasta hace poco Julia había creído que la colección de su padre había sido adquirida legalmente. No fue hasta su muerte que ella descubrió que él le había ocultado sus tratos, escribieron los abogados.
La planificación de los fideicomisos de Skanda y Siva comenzó “mucho antes de que comenzaran las investigaciones sobre el Sr. Latchford”, decían las cartas de los abogados. En un comunicado, Julia Latchford dijo que los fideicomisos estaban “establecidos para la planificación legítima de impuestos y sucesiones” y, además de las reliquias, “incluían múltiples activos familiares” no relacionados con la colección de arte de Douglas Latchford.
La colección incluía muchos artículos con un historial de propiedad bien documentado, dijo su declaración. Los fideicomisos no se utilizaron para ocultar el origen de las antigüedades saqueadas o el producto de su venta, dijo.
Ni ella ni su esposo han sido acusados de irregularidades.
Una auténtica obsesión
Incluso entre las personalidades excepcionales que utilizan sociedades offshore y fideicomisos (los políticos ultrarricos y comprometidos u otros que buscan eludir a las autoridades) Douglas Latchford se destacó.
“A principios de 2002, un pequeño grupo de intrépidos aventureros ... abordó un helicóptero y se dirigió al noreste de Camboya a la legendaria ciudad de Lingapura, la grandiosa capital Jemer iniciada por Jayavarman IV en el 921 d. C.”, escribió Latchford en la revista Arts of Asia sobre una de sus excursiones.
En el artículo, Latchford detalló los peligros de explorar los antiguos templos jemeres en un paisaje que aún conserva las marcas de la guerra.
“Casi de inmediato”, escribió Latchford, “nos encontramos en las profundidades de la jungla caminando por estrechos caminos cubiertos de vegetación flanqueados por ‘calaveras y tibias cruzadas’ sobre un fondo rojo, advirtiéndonos de las minas terrestres”.
Cuando era niño, Latchford, quien nació en Mumbai y fue hijo de un banquero británico y su esposa en 1931, estaba fascinado por las historias de templos abandonados en “El libro de la selva” de Rudyard Kipling, dijo a los entrevistadores.
A los 20 años, se había mudado a Bangkok, la capital de Tailandia, donde fundó una empresa de distribución farmacéutica y de fabricación e invirtió en tierras, dijo a los entrevistadores. Estos negocios, afirmaría más tarde, eran las principales fuentes de su riqueza. También se convirtió en un aficionado al culturismo, comenzó un gimnasio y entrenaba a campeones de Tailandia y Camboya. Era un invitado frecuente en las lujosas cenas de la élite de Bangkok.
La pasión que definiría su vida, sin embargo, estaba en otra parte. Tenía alrededor de 26 años cuando compró su primera reliquia Jemer, una estatua de arenisca de 24 pulgadas de un torso femenino, por $700 dólares en un área de Bangkok conocida como “Mercado de los ladrones”. No tenía pies ni brazos, pero Latchford estaba enamorado, dijo en una entrevista con el Bangkok Post.
Las reliquias se convirtieron en una fascinación para toda la vida. Con Emma C. Bunker, profesora de historia del arte asiático, escribió tres libros sobre antigüedades Jemer. Destacadas instituciones y galerías de arte le pidieron que identificara las adquisiciones de los jemeres. Donó reliquias Jemer a museos de todo el mundo y se jactó de venderlas a los Rockefeller. En 2008, el viceprimer ministro de Camboya le concedió el equivalente a caballero por sus donaciones al museo nacional del país.
Fue una auténtica obsesión, dijeron amigos.
“La recolección es realmente una especie de enfermedad”, dijo Angus Forsyth, un recolector y abogado de Hong Kong que participó en un par de viajes en helicóptero organizados por Latchford a la jungla. “A quienes padecen la enfermedad les gusta encontrar compañeros de sufrimiento”.
El enamoramiento de Latchford por las obras de arte Jemer coincidió con un mercado caliente de antigüedades saqueadas de Camboya y los vecinos Tailandia y Laos. Los tres países eran parte del Imperio Jemer, que floreció entre los siglos IX y XV.
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A partir de la década de 1970, en medio del tumulto de la guerra civil y el régimen genocida de Pol Pot en Camboya, los complejos de templos del Imperio Jemer, incluidos tres designados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, fueron víctimas de saqueos masivos. Las redes organizadas, a menudo encabezadas por miembros del ejército o los Jemeres Rojos, el movimiento comunista radical de Pol Pot, arrancaron estatuas de sus pedestales. La dinamita hizo estallar otras reliquias sueltas. Muros enteros fueron retirados en camiones. Las ganancias de este saqueo, dicen los expertos, ayudaron a financiar los combates. El saqueo continuó en la década de 2010.
Un objetivo particular fue la antigua ciudad de Koh Ker, con sus 76 templos y acueductos, estatuas y una pirámide de siete niveles. Las estatuas de Koh Ker fueron distintivas y revolucionarias para su época: los artesanos tallaron obras maestras de arenisca que eran intrincadamente detalladas, más grandes que la vida y, a menudo, infundidas con movimiento dinámico.
Antes de 1965, el complejo del templo era casi inalcanzable, pero luego se construyó una carretera, lo que benefició a los lugareños, pero también les dio a los saqueadores un fácil acceso al área.
Para servir a los comerciantes de antigüedades que buscaban tesoros particulares, los saqueadores buscaban reliquias específicas, guiados por fotografías que se les proporcionaron, dijo Angela Chiu, una académica que ha escrito un libro sobre arte asiático. Para aliviar las conciencias de su clientela adinerada, los comerciantes inventaron historias para ocultar el hecho de que los artículos habían sido saqueados.
“Muchos incluso justificaron la remoción de artefactos de Camboya como actos de rescate y presentaron a los coleccionistas como salvadores”, dijo Chiu.
Los artículos que costarían millones de dólares en Occidente fueron vendidos por una miseria por grupos armados y aldeanos camboyanos desesperados.
Un ex saqueador le dijo a un investigador que había cambiado una gran estatua de Ganesha, el dios elefante hindú, por un búfalo de agua.
Otra pieza, una estatua de piedra arenisca que era mitad mujer, mitad pájaro, fue vendida por saqueadores por $500 dólares, le dijo al investigador del Museo Nacional de Camboya.
Los saqueadores robaron un tercer objeto del mismo sitio, una figura de Skanda sentada sobre un pavo real, lo transportaron en carretas hasta la frontera con Tailandia y lo vendieron por alrededor de $600 dólares.
En medio del tráfico ilícito estaba Latchford, quien, según los fiscales, traficaba con antigüedades desde principios de la década de 1970 hasta al menos 2010.
Las tres piezas robadas de Koh Ker: el Ganesha; la figura mitad mujer, mitad pájaro; y el Skanda - tienen conexiones con Latchford.
Latchford negoció la venta del Ganesha, dijeron las autoridades camboyanas. Vendió el Skanda sentado en un pavo real a un coleccionista privado estadounidense por $1.5 millones de dólares, según los documentos judiciales de Estados Unidos. Las tres piezas aparecieron en uno de sus libros, una práctica que Latchford usó para dar a los artículos saqueados un aire de legitimidad y facilitar su venta, dijeron los fiscales.
Los correos electrónicos confiscados más tarde por los fiscales lo vinculaban a redes criminales que habían saqueado templos sagrados.
En uno de esos correos electrónicos, aparentemente escrito desde Bangkok a un comerciante de Manhattan, Latchford compartió su entusiasmo por una estatua de Buda encontrada en Camboya. Una imagen adjunta lo mostraba todavía cubierto de tierra.
“Sujétese el sombrero, le acaban de ofrecer este Buda de Angkor Borei de 56 cm, recién excavado, que se ve fantástico. Todavía está al otro lado de la frontera, pero WOW “.
Sin embargo, nada de esto fue ampliamente conocido hasta que comenzó la caída en desgracia de Latchford en 2011, el año en que cumplió 80 años.
Comenzó con un descubrimiento de un arqueólogo francés.
Una magnífica estatua del siglo X estaba a punto de ser subastada en Sotheby’s en Nueva York. Apodada “el Atleta”, la pieza representa una figura enorme, adornada con joyas intrincadamente talladas y un elaborado tocado cónico, que se muestra saltando en el aire. La casa de subastas describió la estatua como “una de las grandes obras maestras del arte Jemer” y estimó su valor entre 2 y 3 millones de dólares.
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En el anuncio de Sotheby’s y otras fuentes, el arqueólogo Eric Bourdonneau encontró pruebas claras de que la estatua había sido saqueada: sus patas encajaban exactamente con los pies cortados en un pedestal que los saqueadores habían dejado en el templo de Koh Ker de Prasat Chen. Identificó la estatua como Duryodhana, el protagonista de un cuadro de nueve estatuas que representaba la escena de la batalla culminante de un poema épico hindú, el Mahabharata.
Al enterarse de que la estatua probablemente fue robada, el viceprimer ministro de Camboya se comunicó con las autoridades estadounidenses para detener la venta, con horas de sobra. La venta abortada desencadenó una investigación federal de EE.UU. Y, ocho años después, la acusación de Latchford.
A medida que los investigadores se acercan, las reliquias se trasladan a la costa
La acusación de los fiscales de Estados Unidos contra Latchford buscaba obligarlo a entregar las reliquias saqueadas y el dinero que hubiera ganado con las ventas. Tales decomisos son comunes en casos de obras de arte robadas.
Pero las empresas extraterritoriales pueden brindar protección contra este tipo de responsabilidad.
En la primavera de 2011, según documentos obtenidos por ICIJ, los miembros de la familia Latchford acudieron a Trident Trust, una de las muchas empresas que se especializan en ayudar a las familias adineradas a crear sociedades offshore y fideicomisos, una práctica que, según los críticos, les permite evadir impuestos y supervisión gubernamental.
Trident Trust tiene oficinas en más de 20 países y otras jurisdicciones, casi todas ellas previamente nombradas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Red de Justicia Fiscal como jurisdicciones con beneficios fiscales o secretos. Según el sitio web de Trident, la compañía tiene un largo historial de trabajo con “familias de alto patrimonio neto” para hacer arreglos financieros “que ayuden a preservar la riqueza de generación en generación”.
Para empezar, Latchford, su hija Julia y Copleston, crearon dos fideicomisos registrados en Jersey, nombrándose a sí mismos como beneficiarios, según muestran los documentos del fideicomiso. Jersey, una dependencia autónoma de la corona británica, tiene “leyes de cortafuegos” que protegen los activos de los acreedores, los funcionarios fiscales y las agencias de aplicación de la ley.
Tales fideicomisos representan un obstáculo significativo para las fuerzas del orden y otros investigadores que buscan recuperar propiedades obtenidas ilícitamente, en gran parte porque son muy difíciles de encontrar: no había ningún requisito para que estuvieran registrados con el gobierno.
Las leyes “están diseñadas para dificultar cualquier tipo de descubrimiento de activos”, dijo Brooke Harrington, profesora de Dartmouth College que se convirtió en planificadora certificada de fideicomisos y sucesiones para estudiar administración de patrimonio y finanzas extraterritoriales. “Y si no tienes descubrimiento, no obtendrás recuperación”.
Skanda Trust se formó en junio de 2011, menos de tres meses después de que los fiscales estadounidenses detuvieran la venta de Sotheby’s. Los documentos obtenidos por ICIJ muestran que el fideicomiso se creó para mantener activos financieros sustanciales, incluidas cuentas de inversión en la firma de gestión patrimonial Rathbones y HSBC Private Bank, junto con participaciones en dos fondos de cobertura, Headstart Fund of Funds y Limestone Fund SPC Wider Russia. El fideicomisario también asumió el control de otra empresa de Latchford, Fleetwing Estates Ltd., registrada en Hong Kong, que en 2002 compró un apartamento en Londres valorado actualmente en unos $15 millones de dólares. El título del apartamento se registró a nombre de Julia Latchford y Copleston en 2020, según los registros de propiedad.
Los documentos obtenidos por el ICIJ guardan silencio sobre las reliquias jemeres que posee Skanda. Pero 80 de ellos, en su mayoría bronces, aparecen como “cortesía de Skanda Trust” en un libro de Latchford publicado en 2011. Los expertos dijeron que esas reliquias tienen un valor colectivo de alrededor de $10 millones de dólares. Al menos uno, un Buda que Latchford vendió a la Galería Nancy Wiener en Manhattan y luego fue valorado en $1.5 millones de dólares, fue saqueado, dicen los fiscales.
Por separado, 22 piezas de bronce que coincidían con fotografías acreditadas a Skanda Trust en uno de los libros de Latchford fueron puestas a la venta por el comerciante británico Asian Art, propiedad de Jonathan Tucker y Antonia Tozer, junto con otras 20 puestas a la venta por Latchford, según un documento de envío. El precio de lista total del catálogo fue de casi $2 millones de dólares. Una galería belga, Marcel Nies Oriental Art, enumeró siete reliquias en publicaciones que coinciden con las piezas de Skanda Trust publicadas en los libros de Latchford. Su propietario, Marcel Nies, dijo que nunca vendió ninguna pieza en nombre de Latchford directamente y que no estaba al tanto de la gravedad de las acusaciones contra Latchford hasta que fue acusado.
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La familia creó Siva Trust, con sede en Jersey, en septiembre de 2012.
El fideicomisario de las dos entidades era una “empresa fiduciaria privada” registrada en las Islas Vírgenes Británicas que los Latchford habían formado, lo que les otorgaba un nivel adicional de privacidad, según Pandora Papers. Estas empresas no están obligadas a revelar a sus accionistas o directores, lo que dificulta la identificación de sus verdaderos propietarios.
Según Julia Latchford, la familia creó la compañía fiduciaria privada porque era la forma más rentable de administrar los fideicomisos. “No fue diseñado para oscurecer la estructura de confianza o lo que contenía, ni para aumentar los secretos de ninguna manera”, dijo en un comunicado.
Al depender de empresas y fideicomisos creados en jurisdicciones secretas, Douglas Latchford se unió a una serie de figuras del mundo del arte que han empleado a dichas entidades para mantener activos, a menudo mientras participaban en robos o fraudes.
A lo largo de los años, las empresas fantasmas y los fideicomisos han permitido a los comerciantes y coleccionistas de arte y antigüedades participar en una variedad de esquemas ilícitos: lavar dinero, subir los precios de las obras de arte que venden, disfrazar la propiedad de artículos robados y evadir impuestos.
Uno de los comerciantes más prolíficos de antigüedades saqueadas, Giacomo Medici, que operó desde la década de 1960 hasta la de 1990, fue condenado por utilizar empresas fantasma anónimas para lavar antigüedades robadas. Negó el tráfico de arte saqueado.
Los oligarcas rusos Boris y Arkady Rotenberg evitaron las sanciones económicas de Estados Unidos contra ellos utilizando empresas fantasmas para comprar obras de arte por valor de $18 millones de dólares, incluida una pintura del surrealista belga René Magritte, según una investigación del Senado de Estados Unidos. Los representantes de los Rotenberg han negado las acusaciones de evasión de sanciones. Otra obra de arte, un Modigliani, tomado de un anticuario parisino por los nazis, apareció en posesión de una empresa panameña cuyos propietarios fueron revelados por la investigación de los Papeles de Panamá del ICIJ.
Para los investigadores de arte, las sociedades offshore y los fideicomisos suelen conducir a un callejón sin salida.
“Al rastrear piezas robadas, muy a menudo nos encontramos con un fideicomiso, de Liechtenstein o Panamá o las Islas Caimán o algún lugar por el estilo, y hace que sea muy difícil saber contra quién presentar un reclamo”, dijo Chris Marinello, cuya firma, Art Recovery International, ayuda a las personas a recuperar piezas robadas. “Realmente puede ser una pared de ladrillos”.
Comprar arte saqueado
Hoy en día, las antigüedades que manejaban Latchford y sus asociados se pueden encontrar en museos de todo el mundo. Los curadores están éticamente obligados a investigar los orígenes de las nuevas adquisiciones, pero algunos expertos dicen que se ha hecho muy poco para devolver a Camboya las piezas que pertenecen allí.
Es difícil evaluar cuántas piezas de Latchford fueron saqueadas porque los museos generalmente no compartían documentación y la mayoría publica poca información sobre su historial de propiedad, conocida como procedencia.
Las pautas de la Alianza Americana de Museos dicen que los museos deben “investigar rigurosamente la procedencia de un objeto antes de su adquisición” y “hacer un esfuerzo concertado para obtener documentación escrita precisa con respecto a la historia del objeto, incluidos los documentos de exportación e importación”.
Pero los detalles que han surgido de la acusación de Latchford y otras fuentes, incluido el blog de antigüedades Chasing Aphrodite, plantean preguntas sobre el origen de algunas piezas. Los museos tienen la obligación ética de responderlas, dijeron los expertos.
La colección Met, por ejemplo, tiene una estatua de arenisca de una figura llamada Harihara. La información publicada por el museo dice que la pieza proviene del sur de Camboya y describe su estilo como “período anterior a Angkor”. Se compró a uno de los colaboradores de Latchford, Spink & Son, en 1977.
Una pieza muy similar se describe en la acusación de Latchford: la misma figura religiosa, el mismo comerciante, el mismo período, el mismo lugar, y aparentemente fue saqueada. Según una carta de noviembre de 1974 de un representante de Spink, Latchford, en ese momento, había acordado enviar un “Hari Hara anterior a Angkor” a la casa de subastas, y la pieza fue “supuestamente excavada recientemente en Camboya cerca de la frontera con Vietnam del Sur”. El representante de Spink & Son, según los fiscales, estaba al tanto de los planes de Latchford de crear documentación falsa para las antigüedades Jemer.
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Spink & Son fue adquirido por Christie’s hace décadas. La casa de subastas dijo que nunca vendería artículos que tuviera motivos para creer que fueron robados.
El Met se negó a responder a las preguntas de los periodistas sobre la procedencia de su pieza Harihara o cualquiera de las 12 reliquias compradas o donadas por Latchford que actualmente se exhiben en su colección. Las preguntas sobre siete reliquias Jemer adquiridas a través de sus asociados tampoco recibieron respuesta.
En una declaración escrita, una portavoz del Met dijo que era “desconocido” si el Harihara de su colección es el mismo que el Harihara que, según los fiscales, fue saqueado. El comunicado dijo que el museo aplica “rigurosos estándares de procedencia” a las nuevas adquisiciones y a las reliquias de sus colecciones. El museo tenía “una historia larga y bien documentada de responder a reclamos relacionados con obras de arte, restituir objetos cuando era apropiado, ser transparente sobre la procedencia de las obras de la colección”, dice el comunicado.
Otra estatua que encaja con la descripción de una reliquia citada en la acusación de Latchford se encuentra en el Museo de Arte de Denver. Es una estatua de piedra arenisca de la diosa de la sabiduría trascendente, Prajnaparamita. En el momento de su adquisición, Latchford proporcionó documentos con información contradictoria sobre su historial de propiedad, según su acusación. Uno de esos documentos fue una carta de una persona que los fiscales describieron como un “falso coleccionista” que escribió que Latchford le había comprado la pieza en 1999. Sin embargo, otros documentos mostraban que la pieza había estado en posesión de Latchford cinco años antes. A lo largo de su carrera, dijeron los fiscales, Latchford presentó “numerosas” cartas de este tipo supuestamente escritas por el “falso cobrador”, incluso después de que esa persona murió en 2001.
El museo de Denver, que tiene seis reliquias de Latchford en su colección, dice que “contactó de manera proactiva a funcionarios culturales en Camboya hace aproximadamente un año, y nuestro diálogo con Camboya sigue en curso sobre su procedencia”.
Bradley J. Gordon, abogado que representa al Ministerio de Cultura y Bellas Artes de Camboya, dijo que el equipo de expertos del ministerio está investigando el paradero de las reliquias saqueadas.
“Estamos rastreando la propiedad y la procedencia de las antigüedades Jemer en todo el mundo, y pedimos la devolución de todas las que no son de propiedad y procedencia propia”, dijo Gordon.
Muchos museos y otros compradores de arte, durante décadas, se han enfrentado a quejas de que ignoran la evidencia del robo de artefactos y que esta indiferencia provoca más saqueos.
Un estudio publicado por Davis, el abogado y arqueólogo, encontró que de las 377 reliquias camboyanas vendidas en una subasta por Sotheby’s entre 1988 y 2010, el 71 por ciento no tenía antecedentes de propiedad.
Además, los museos, las galerías y las casas de subastas se han mostrado reacios a devolver las reliquias a sus países de origen hasta que se enfrentan a pruebas abrumadoras de que los artículos fueron saqueados. Este enfoque coloca la carga de la prueba en el país de origen.
Durante casi 20 años, por ejemplo, dos enormes estatuas de piedra arenisca de Koh Ker arrodilladas, coronadas con tocados en forma de cono de intrincados dibujos, flanqueaban la entrada a la Galería de Arte Asiático en el Museo Metropolitano de Arte. Las figuras, apodadas los “asistentes arrodillados” por los curadores, se agachan como si hicieran una genuflexión.
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Que las estatuas fueron robadas debería haber sido obvio, dijeron algunos estudiosos del arte.
Se sabía que eran de Koh Ker, donde los saqueos habían sido desenfrenados, y el museo los había adquirido en pedazos, otra señal de alerta, dijeron los expertos. Los saqueadores a menudo cortan estatuas en pedazos para su transporte. Latchford y el comerciante Spink & Son donaron una de las cabezas en 1987 y luego, en 1992, Latchford donó los cuerpos. La segunda cabeza vino de otro donante.
Aún más condenatorias fueron las marcas en las estatuas.
“Los rastros de los cinceles de los saqueadores eran claramente evidentes en las rodillas”, dijo Bourdonneau, arqueólogo y experto en Koh Ker. A pesar de estas indicaciones, el Met aceptó las donaciones y conservó las estatuas durante años antes de devolverlas a Camboya en 2013.
Hubo amplia evidencia de que las estatuas pertenecían al mismo conjunto robado que Sotheby’s Duryodhana, dijo Bourdonneau, pero fue solo cuando los arqueólogos descubrieron pedestales en Camboya que coincidían perfectamente con los “asistentes arrodillados” que el museo los devolvió.
Este escenario se repitió cuando los camboyanos se acercaron a otros museos, incluido el Museo Norton Simon en Pasadena, California, el Museo de Arte de Denver y el Museo de Arte de Cleveland, sobre la devolución de estatuas vinculadas a Latchford con una procedencia irregular, según Anne LeMaistre, una ex jefe de la UNESCO en Camboya. Solo cuando se descubrieron fragmentos coincidentes en el sitio en Koh Ker, los museos devolvieron las reliquias.
El Met dijo que su devolución de las estatuas de Koh Ker fue “histórica” y abrió el camino para otras repatriaciones, mientras que los museos de arte en Denver y Cleveland dijeron que se comunicaron con el gobierno de Camboya antes de devolver las estatuas. El Museo Norton Simon no hizo comentarios.
El origen de las antigüedades en colecciones privadas puede ser incluso más una caja negra. Un artículo de Architectural Digest de 2008 incluyó fotos de más de una docena de estatuas Jemer exhibidas en una opulenta mansión de Palm Beach, Florida, propiedad en ese momento del multimillonario George L. Lindemann, quien murió desde entonces.
Los reporteros mostraron las fotografías de la revista a un equipo de 12 expertos en arte y arqueólogos y a otras personas que trabajaban con el Ministerio de Cultura de Camboya. Dijeron que seis de las piezas, que consideran entre los tesoros culturales más importantes de Camboya, fueron “definitivamente saqueadas”. Una estatua, mitad mujer, mitad hombre, fue robada de un templo en Koh Ker, dijeron los expertos. Gordon, el abogado que representa al ministerio, describió el templo como “el equivalente camboyano de la tumba del rey Tut”. Una de las fotos muestra tres cabezas colgadas sobre una chimenea ornamentada. Las autoridades camboyanas creen que esas piezas fueron robadas de la pasarela de gigantes que conduce a Angkor Thom en Siem Riep.
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En otra foto, una figura enorme mira serenamente el comedor de Lindemann. Según los expertos, la pieza es tan significativa que su pedestal vacío se exhibe en el museo nacional de Camboya. El equipo de recuperación de Camboya cree que es una de las tres estatuas que aún faltan en la escena de la batalla del Mahabharata.
La viuda y los hijos de Lindemann no respondieron a las reiteradas solicitudes de comentarios.
Las visiones públicas de colecciones privadas son extremadamente raras, lo que complica los esfuerzos de los camboyanos por recuperar su patrimonio cultural.
Los expertos dicen que los coleccionistas privados, los museos y las casas de subastas se salen con la suya al adquirir arte robado debido a la falta de regulación externa y porque los registros de propiedad y los detalles sobre compras y donaciones a menudo se mantienen en secreto.
“El secreto facilita cada paso del proceso para que una antigüedad saqueada ingrese al mercado, desde su retiro ilícito hasta su circulación entre comerciantes y colecciones públicas y privadas”, dijo Chiu, el estudioso del arte asiático. “La falta de transparencia permite ocultar y distorsionar la verdad y lavar la antigüedad de sus orígenes ilícitos, para que pueda ser exhibida en un museo, el último marcador de legitimidad”.
Recuperando reliquias
Después de más de tres años de negociaciones, los camboyanos han comenzado a recuperar parte del arte que pasó por las manos de Latchford. En enero, poco después de la muerte de su padre, Julia Latchford anunció que devolvería su colección privada a Camboya. Será la mayor repatriación de reliquias en la historia de la región y recibió una atención mediática favorable. Un artículo del New York Times proclamó que el regalo “honra, si no absuelve” a su padre.
Douglas Latchford inicialmente había buscado usar la donación como moneda de cambio en un esfuerzo por obtener inmunidad legal para él, sus familiares y su socio cercano, Bunker, según un memorando filtrado de 2018 dirigido al embajador de Estados Unidos en Camboya y adquirido por ICIJ y sus socios informantes.
“El señor Latchford ha tratado de imponer numerosas condiciones a su oferta”, escribió Gordon, el abogado de Camboya, en el memorando. Gordon dijo que la principal preocupación de Latchford parecía ser protegerse del enjuiciamiento penal para él, su socio y coautor de mucho tiempo, Bunker, y los miembros de su familia. “Creemos que el hecho de no conceder esta condición puede negar por completo su motivación para separarse de estas antigüedades”, escribió Gordon.
Durante las negociaciones sobre la devolución de toda su colección, Latchford intentó vender reliquias Jemer por valor de $ 3 millones de dólares consignadas a la galería Asian Art, según correos electrónicos obtenidos por ICIJ. Los correos electrónicos revelaron además que uno de los propietarios de la galería, Jonathan Tucker, sabía que algunas de estas piezas carecían de procedencia cuando las puso a la venta. Tucker no respondió a las solicitudes de comentarios.
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Julia Latchford dijo en un comunicado que en ese momento no sabía que su padre estaba intentando vincular la devolución de su colección a la inmunidad, y que su decisión de devolver las reliquias fue “porque se había convencido de que era lo correcto hacer.”
Aún quedan miles de reliquias robadas. Los arqueólogos camboyanos han comenzado el proceso de restauración de algunos de los miles de templos saqueados del país. Uno de esos arqueólogos es Thach Phanit, que ha estado ayudando a excavar los templos de Koh Ker con la esperanza de encontrar fragmentos y otras pruebas que puedan usarse para persuadir a cualquiera que ahora posea artefactos camboyanos de que devuelva el legado robado del país. Estas estatuas perdidas, dijo, son “las almas del templo”.
“Sin el alma, como el cuerpo humano, simplemente estamos muertos”, dijo. “Devolver las estatuas es como devolver las almas de los antepasados al país”.
Hasta que lo logren, los pedestales vacíos acumularán polvo en el Museo Nacional de Camboya, esperando el regreso de sus ocupantes.
Contribución de informes: Annie Gilbertson de Spotify, James Oliver y Rory Tinman de la BBC, David Conn y Anne Davies de The Guardian y Mario Christodoulou de ABC Australia.
*El Espectador reproduce esta nota de autoría de Malia Politzer, Delphine Reuter, Spencer Woodman y Peter Whoriskey, del International Consortium of Investigative Journalists y el Washington Post, publicada originalmente en este link: https://www.icij.org/investigations/pandora-papers/cambodia-relics-looted-temples-museums-offshore/