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Muerdo: “De vez en cuando hay que darle de comer a la sombra”

El artista español está en Colombia y habló para El Espectador sobre su nueva etapa musical, además de la culpa, el miedo, sus rutinas, la paternidad y un suceso que lo marcó hace varios años.

Laura Camila Arévalo Domínguez
03 de marzo de 2022 - 02:00 a. m.
Una ilustración inspirada en Muerdo y en los temas más frecuentes en sus canciones. Todas las portadas de sus álbumes han sido ilustradas.
Una ilustración inspirada en Muerdo y en los temas más frecuentes en sus canciones. Todas las portadas de sus álbumes han sido ilustradas.
Foto: Ilustración por Viviana Velásquez
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La única condición que mencionó para esta entrevista fue su cita siguiente. Le pregunté cuánto tiempo teníamos, y me respondió con otra pregunta: “¿Tienes alguna cita después?”, le dije que no. “Hablemos tranquilos”, dijo él. Caminamos hacia un Juan Valdez a buscar algo caliente y, mientras avanzábamos, me abrazó por la espalda: qué frío hace en Bogotá, exclamó. Le sonreí y me preguntó si quería un café, pero no tenía efectivo. “Yo invito”, me ofrecí. “No, imposible”. Le pidió ‘guita’ a quien lo acompañaba. Insistí. “No, cómo va a invitar la periodista”, señaló. Y entre los dos adivinaron cuál era el billete que servía para dos cafés, que terminamos comprando en un Starbucks, porque el lugar del café colombiano estaba lleno. Preguntaron qué nombres poner en las tazas. Los dos quedamos en silencio. ¿Qué nombres decimos?, le pregunté medio jugando. “Antonia y Manuel”, le dijo al cajero. Él se llama Pascual Cantero y en el mundo de la música todos lo conocemos como Muerdo.

Mientras endulzaba su café le expliqué cómo haríamos la entrevista: elegí una o dos canciones de sus álbumes y, de cada una de ellas, una frase. A partir de allí le formularía las preguntas o, simplemente, me callaría para que hablara sobre lo que escribió. Le expliqué que sería así porque, para mí, además de cantante, él era escritor, un escritor de literatura, además de que sus letras tenían olor, y le señalé los cerros y la neblina que se mezclaba entre ellos. Le hablé de ríos, nevados, páramos y del mar. Sonreía y asentía. Que sí, que por supuesto, decía.

De su primer álbum, Flores entre el acero, elegí Amor y culpa, y le leí: “Y solo con cantarlos, no redimo los errores, que me pesan como lastres y me enseñan a empujones… Y sobran las razones para empezar a hacerte consciente de tus pasos, que ya son varios años andando a trompicones”. Y le conté que, al escuchar la primera frase, pensé en la voluntad de actuar diferente. Y que, sobre andar de tropezón en tropezón de manera inconsciente, pensé que, cada vez más, pensábamos menos.

“Es que vivimos en automático. Creemos que estamos eligiendo o descubriendo, pero solo consumimos estímulos externos. La voluntad, la que reacciona a los errores y procesos, es la que cambia todo, no lo que pasa afuera. Tenía 19 años cuando compuse esa canción y, a pesar de que tenía una consciencia sobre las cosas, no ejercitaba esa voluntad. De hecho, creo que aún sigo sin tenerla”, dijo haciendo un gesto de timidez que noté con dificultad porque tenía unas gafas oscuras que no se quitó por las ojeras.

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¿Cómo se podría ejercitar la voluntad?

Con trabajo personal y disciplina. La culpa es algo que está muy presente en mi obra porque está en mí. Diez años después de haber compuesto ese tema, sigo en los mismos dilemas. He aprendido, pero el trabajo aún está muy frío.

En la canción “Lo bueno” hay esta frase: “En la batalla diaria, hay gestos que dan valor. Y hay detalles que se clavan, si les prestas atención. Regala de ti lo bueno”, pero ¿qué clase de gestos? Como cuáles...

Ceder un asiento, ayudar a alguien que está en un apuro. En Paraguay, por ejemplo, no había Wifi en el aeropuerto, y nosotros teníamos que comprar un tiquete. Bueno, pues prácticamente nadie nos quería compartir internet. Esos son los detalles que se clavan si le prestas atención. Nos hacen vivir con tanto miedo, que pensamos que todos los demás son un peligro. Si alguien me pide ayuda en la calle, me cambio de acera, pero al llegar a casa me hago socio de Greenpeace y así me siento solidario. No tiene mucho sentido. Todo se construye desde lo pequeño y no se trata de cambiar el mundo entero, sino el nuestro, el más próximo.

Del álbum “Tocando tierra” elegí la canción “Cada paso” y la parte de la que hablaremos es esta: “Cada paso y todas las caídas. Cada beso en cada despedida y cada herida. Cada noche que pasé olvidando. Todos los recuerdos en cada lavabo. Y cada piel me trajeron aquí donde yo quise estar cantando”. Aquí diría que estamos hablando sobre la importancia del camino. De las victorias, pero también de los fracasos...

Sí, que son los más importantes. Son pura formación, las victorias y los logros no. En mi vida las derrotas han sido una constante: nací en una familia muy conservadora y soy homosexual, de izquierda y, además, artista. También llegar desde Murcia a Madrid me hizo sentir fracasado, porque no tenía una economía para sustentarme ni una red de apoyo. He tenido problemas con los sellos, mánagers, gente que te cruzas y te hace putadas, adicciones, etc. De todo eso, salí reforzado.

¿Y de dónde ha salido la fuerza para reponerse? ¿De dónde se agarró para salir de ahí?

De la música. La certeza de que la música era un objetivo, pero sobre todo un motor y una tabla de salvación. La persistencia.

En “Viento sur” está “Lejos de la ciudad”, la canción con la que uno creería que pintó a Latinoamérica, y no, resulta que es Murcia. Pero hablemos de “Claridad”: “Claridad para el camino, por el que se viene y va para no, para no pasar de largo sin tomar y sin dejar”. ¿A qué se refiere con “tomar”? ¿Cómo se toma del otro?

Vivimos una experiencia muy limitada. La vida se termina y es fugaz. Para mí, hay que tomar a manos llenas todo lo que la vida te ofrece a través de los demás. Tomar sin permiso y, además, dejar, porque la plenitud está en deducir, de todo eso que tomamos, algo para los otros.

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Muerdo continuó hablando de la evolución, que para él solo se completa retribuyendo algo de lo tomado, convirtiéndolo en obra. Me contó que quiere tener hijos y dejar una semilla nítida de lo que ha vivido.

Del álbum “La mano en el fuego”, hablemos de la canción “Vive en mí”, que me recordó lecturas como “Resurrección”, de León Tolstói, o “El lobo estepario”, de Hermann Hesse. La frase es: “Tan ausente de todo lo que quise ser, que hoy el presente es tan solo una pared, así que atento, atento, atento, que todo lo que vive fuera está porque nos nace dentro” ...

A veces pensamos que podemos culpar al exterior de una realidad que solo está en nuestras acciones: hay que hacernos responsables de que somos cocreadores de todo. Y, además, hay que aceptar nuestras sombras, que es donde creo que eso que lees y yo canto se conecta más con Hesse: no somos seres solamente virtuosos o viciosos, ni tenemos que tender a ser semidioses. De vez en cuando hay que darle de comer a la sombra.

¿Cómo se le da de comer a la sombra?

Siguiendo tus instintos, por más bajos que te parezcan. Quitándote las limitaciones morales, claro, siempre respetando los derechos de los otros. En todo lo demás, para qué los límites. A experimentar.

¿A qué o a quién se le encomienda?

A la virgen. Yo creo en Dios, pero no en el castigador. Lo veo representado de muchas maneras. En Jesús como la idea del bien, pero, sobre todo en la Virgen. Me recuerda a mi madre y a mi abuela. Es la energía femenina, maternal, cuidadora que para mí es tan especial. También soy muy místico y esotérico, así que tengo un altar con el Gauchito Gil, el ekeko peruano, vírgenes, cristos, etc.

Sobre el álbum “Fin de la primera vida”, que es algo así como una reunión de sus canciones cantadas y tocadas con otros artistas, hablemos del nombre. ¿Cómo así que fin de la primera vida? ¿Qué significa eso?

Fue el único nombre que no elegí, me lo propusieron, pero me pareció interesante. Es un cambio de etapa musical, otra vía en lo sonoro. Venía de hacer canciones acústicas con muy poca instrumentación, cantadas en un banco de un parque y grabadas precariamente. Y de repente, damos el salto a un álbum con sintetizadores, etc.

Del álbum “La sangre del mundo”, hablemos sobre la canción “Sur del sur”, y sobre esta frase: “Llevo en la mirada tanto espanto, tanta luz. Negras madrugadas, voy cargando con mi cruz”. En sus canciones se habla mucho del amor, pero también del miedo, que aquí relaciono con el espanto. Y ese miedo tiene mucho de pasado, de lo que nos pasó, pero también de lo que se nos pide en esta sociedad, que además ahora va tan rápido que darse cuenta es difícil, pero, ¿cómo se dio cuenta usted? ¿Cuándo? Hablemos de un momento específico…

Nunca lo he contado, pero a los 17 años tuve una relación muy tóxica de maltrato físico y psicológico. Al salir de esa relación fue cuando mi vida se iluminó.

¿Por qué o cómo se iluminó?

Sentía que no tenía nada que perder, que me podía morir en cualquier momento y quería vivir cada instante como el último. Fue de muy corta duración, pero de muchísimo impacto en mi vida en un momento muy particular. A los 17 años era muy vulnerable.

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Por estos días, Muerdo lee, según él, mucho menos de lo que debería o de lo que cree que se espera de él. Aunque dice que ha tenido momentos en los que se ha dedicado a los libros, como el de aquella ruptura que contó. La poesía, donde encuentra mucha de la inspiración con la que compone, es lo que lo ocupa ahora: Jaime Gil de Biedma, Constantino Cavafis, León Felipe, Miguel Hernández, entre muchos otros. Y recordó a “Vive la música” de Andrés Caicedo, y a García Márquez.

También lee prensa. Se informa para estar atento al latido de la calle. Le pregunté si realmente creía que los medios de comunicación seguían teniendo esa influencia, y lanzó un “sí” sin titubeos. “Más que noticias, leo editoriales. Eso es lo que creo que, a nivel político, determina muchas cosas”.

Si ese día Muerdo hubiese estado en su casa, que queda en Murcia, se hubiese levantado a las 11 de la mañana y habría salido a la terraza a desayunar con jugo de naranja, café con leche y tostadas con jamón serrano. Luego, se habría hecho un “porrito” de hierba y lo hubiese fumado al sol. Habría agarrado la guitarra o el piano y, más adelante, hubiese cocinado el almuerzo para después tumbarse en el sofá a ver una película o alguna serie. Se hubiese quedado dormido y, al despertar, habría ido donde algún amigo o a un concierto.

Por estos días, tiene la rutina de sentarse a componer. ¿Y así salen las canciones? ¿Cómo una disciplina?, le pregunté, y me dijo que sí, pero no las mejores. Lo hace porque está de acuerdo con Picasso: “Que la inspiración te pille trabajando”. Aunque compone mucho caminando, y entonces después de alguna siesta sale a pasear por los huertos. Lleva su celular y graba audios para, al regresar, desarrollar los fogonazos del trayecto.

La conversación terminó mientras se frotaba las manos para calentarse. Se preguntó en voz alta si se estaba volviendo viejo porque, en medio de alguna respuesta que no precisó, se emocionó hasta las lágrimas. A mí, las gafas me lo taparon todo. “Te lo juro, loca” y se levantó de su silla.

Los conciertos de Muerdo en Colombia

El pasado domingo, más de 22 mil personas asistieron al Festival Colombia al Parque 20 años, una cifra que marca el regreso de los Festivales al Parque en la ciudad luego de dos años de ausencia. El Idartes, organizador de este evento, programó la llegada de Muerdo, que fue parte de los artistas internacionales que se presentaron durante la jornada.

Este jueves 3 de marzo será su segunda presentación, que se realizará en el colegio Reyes Católicos de España a las 6 de la tarde. Al finalizar, el artista estará disponible para fotos y firmas de autógrafos. La entrada será libre hasta completar el aforo, así como el viernes 4 de marzo, que se presentará en el auditorio de la Universidad de los Andes a la una de la tarde.

Muerdo continuará con presentaciones en Medellín, Cali, Bucaramanga y Manizales.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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