Débora Arango: pintar la política como una bestia
La exposición “Débora Arango: República (1948-1958)”, coproducción del Museo de Arte Moderno de Medellín, está abierta al público en la sala de arte Bancolombia (calle 28 #13A-75) hasta el 14 de diciembre.
Daniela Cristancho
“Cuando mataron a Gaitán no había televisión, por supuesto, y me puse a escuchar por radio todo lo que sucedía en Bogotá: la forma como asesinaron a Gaitán, lo ocurrido con su asesinato, las mujeres en las torres de las iglesias echando a volar las campanas, las monjas saliendo de los conventos… todo lo que describían lo iba pintando. Sin darme cuenta terminé haciendo un boceto para fresco y me repetía: ‘¡Ay, que algún día yo pueda convertir esto en un mural’. Mucha gente entendería, a través de él, el significado de esta absurda violencia. Jamás lo logré”, contó alguna vez la artista antioqueña Débora Arango sobre el día en el que falleció su amigo y político liberal Jorge Eliécer Gaitán.
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“Cuando mataron a Gaitán no había televisión, por supuesto, y me puse a escuchar por radio todo lo que sucedía en Bogotá: la forma como asesinaron a Gaitán, lo ocurrido con su asesinato, las mujeres en las torres de las iglesias echando a volar las campanas, las monjas saliendo de los conventos… todo lo que describían lo iba pintando. Sin darme cuenta terminé haciendo un boceto para fresco y me repetía: ‘¡Ay, que algún día yo pueda convertir esto en un mural’. Mucha gente entendería, a través de él, el significado de esta absurda violencia. Jamás lo logré”, contó alguna vez la artista antioqueña Débora Arango sobre el día en el que falleció su amigo y político liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Al cuadro que resultó de aquel boceto, hecho en acuarela, lo tituló Masacre del 9 de abril y fue el detonante de gran parte de su obra, centrada en los hechos políticos del país. “El Bogotazo y la muerte de Gaitán fue un momento que marcó muchísimo a Débora Arango. Ella fue muy cercana a Gaitán cuando fue ministro de Educación en 1940. Él organizó una exposición en el Teatro Colón aquí en Bogotá y, desde ahí, se hicieron muy amigos, muy cercanos, entonces el asesinato de él en 1948 la marcó profundamente y la llevó a interesarse por ese período que en Colombia conocemos como la Violencia”, aseveró la directora del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), María Mercedes González.
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“Gaitán fue muy querido. Supo de mí a través de su novia que me conocía. (...) Me decía: ‘Adelante Débora, que usted va a llegar muy lejos’. Fue como una pequeña luz en mi vida”, aseguró la artista en entrevista con el periódico El Señorial de Envigado, en 1985. A la exposición que le organizó el entonces ministro la calificó como “maravillosa”: flores adornaban la sala y él mismo la inauguró. “Como en la esquina del Teatro Colón quedaba el colegio San Bartolomé, de los padres jesuitas, veía grupos de muchachos que corrían, entraban, salían y gritaban: “No salgas todavía” o “sal ya que el hermano no está”. Me fui a averiguar acerca de lo que sucedía y resulta que estos muchachos eran estudiantes de ese colegio y les habían prohibido asistir a mi exposición con la advertencia de que si lo hacían serían expulsados… Por eso entraban a escondidas”, afirmó Arango sobre aquel evento en entrevista con María Cristina Laverde.
Masacre del 9 de abril fue quizá producto del cariño de la artista hacia el candidato presidencial asesinado en las calles de la capital, pero también de la indignación que nace de la violencia. En el fondo la ciudad parecer arder en tonos de naranja. Los protagonistas: curas, militares, monjas y otros ciudadanos son presas de la confusión y la rabia. Solo con lo que logró escuchar en la radio, Arango logró plasmar el acabose de una sociedad. Hoy la obra es parte de otra exhibición: Débora Arango: República (1948-1958), una coproducción del Museo de Arte Moderno de Medellín y la sala de arte Bancolombia, en Bogotá.
“Son 16 obras que narran muchos de los sucesos que siguieron al asesinato de Gaitán, eventos trascendentales de la historia política de Colombia de esos años, arrancando con el Bogotazo”, afirma González. “Fue muy crítica de Rojas Pinilla, del golpe de Estado, de Laureano Gómez, de la Junta Militar, el Frente Nacional y el plebiscito”.
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Aquellos episodios políticos se narran desde la crítica de Arango, caracterizada por el sarcasmo. Los líderes políticos ya no son humanos, bajo su pincel se han convertido en sapos, serpientes y aves de rapiña. Rojas Pinilla, en el cuadro que lleva su mismo nombre, es un batracio, un anfibio similar a un sapo, vestido como un militar. Lo acompañan criaturas similares y juntos beben de copas de cristal y se apoyan en una bandera de Colombia que hace las veces de mantel. A sus pies se acumulan esqueletos y serpientes, y bajo la mesa se visualizan dos fieras y lo que parecen ser bolsas de dinero. “La aversión que le suscitaron ciertos hechos y personajes se traduce en una estética de lo grotesco amparada por el uso de metáforas zoológicas que invisten a los políticos de turno con los rasgos despectivos asociados a ciertos animales en la cultura”, se lee en la exposición.
Esta práctica, las propuestas zoomorfas para criticar la actitud humana, ya había ocupado un lugar en la historia del arte. Por ejemplo, Francisco de Goya en el siglo XVIII. En su obra Riña de gatos (1786), dos felinos sobre un muro de ladrillo se disponen a atacar. Tienen el pelo erizado y los lomos arqueados, los ojos atentos al movimiento ajeno, como los de un humano. Quizás Arango se vio influenciada por el artista durante los dos años que residió en España y la práctica se asentó con Rojas Pinilla (1954). Más adelante, cuando Rojas Pinilla desistió del poder y dejó un gobierno militar de transición, la artista pintaría Junta Militar (1957), en el que cinco bestias negras, híbridos entre hombres y lobos, se arropan con la bandera de Colombia.
En la mencionada entrevista que concedió Arango a El Señorial de Envigado, el periodista Cristóbal Peláez González le dijo: “Un cuadro como ese, el de Laureano Gómez en figura de sapo portando la tricolor y saliendo del país con sus sapitos, acompasado por la muerte y llevado en astas por cuatro feos buitres, es una cosa agresiva”. “Demás, demás que sí”, le respondió ella entre risas. “Muy atrevida, y sobre todo tratándose del papá de Álvaro Gómez. (...) Nunca he tenido fe en los partidos tradicionales. A una qué cuentas si es liberal o conservador”.
La salida de Laureano también es parte de la muestra en la Sala de Arte. “Esas 16 obras hoy tienen una vigencia impresionante en el país, no se trata solamente de unos hechos históricos que ocurrieron hace muchos años. Es la posibilidad para que el público que no vivió esos años conozca a través de la mirada de una artista esos sucesos que condicionan y que marcan el tipo de sociedad y el tipo de país que somos hoy, pero también permiten mirar al país a la luz del presente”, concluyó María Mercedes González. El MAMM (Museo de Arte Moderno de Medellín), institución que dirige, es propietario de más de 240 obras de Débora Arango que ella donó en vida, en los años ochenta. “El museo fue una de las primeras instituciones en Colombia en reconocer su trabajo, en hacer una exposición individual de su trabajo y ella en agradecimiento hizo esta donación”.
Puede que hoy Débora Arango figure en los billetes azules de dos mil pesos colombianos y que su obra sea ampliamente conocida y celebrada, pero su trayectoria estuvo marcada por la crítica y la censura. No en vano el colegio San Bartolomé les prohibió a sus estudiantes visitar la exhibición en el Teatro Colón que le organizó Jorge Eliécer Gaitán. Aventurarse en la pintura de desnudos la hizo blanco de los defensores de la moral y el conservadurismo. “En realidad tal vez sí fui como muy atrevida en ese tiempo. Lo que ocurre es que pintaba lo que sentía dentro de mí”, comentó alguna vez.
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