“Dechado”, el bordado como medio y forma de resistencia
El pasado 20 de abril se inauguró en la galería Casa Hoffmann Dechado, una exposición que indaga justamente sobre el bordado como forma de producción en el arte, pero no necesariamente visto como una práctica exclusivamente femenina.
Úrsula Ochoa
En ninguna otra forma se hace más evidente la diversidad del arte contemporáneo que al observar que está repleto de obras híbridas. Algunas se sitúan entre el arte y otras prácticas cotidianas que se elaboran con elementos tradicionalmente considerados ajenos al arte o de poca importancia intelectual y formal: prácticas desarrolladas principalmente por mujeres.
No obstante, hay una evolución, así como un distanciamiento con respecto a los conceptos sobre aquello que formalmente diferenciaba lo femenino de lo masculino que impugnaban los propios movimientos del arte moderno. En ese sentido, el acto de bordar ha sido visto como un ejercicio doméstico, cotidiano y marcadamente femenino, desacreditado por hombres y mujeres que se esfuerzan por evadir la singularidad de ciertas prácticas. Por fortuna, fue adoptado por artistas feministas en los años sesenta de la mano de Rozsika Parker, historiadora de arte y escritora, dándole la categoría de obra de arte cuando las mujeres comenzaron a coser en pedazos de tela las consignas de su lucha.
Históricamente, el bordado como práctica lo podemos evocar desde la Edad Antigua, cuando los egipcios y los romanos pedían bordados con diseños llamativos para embellecer sus trajes y túnicas. Algunas de estas eran muestras de superioridad y poder. El tejido y el bordado aparecieron como ornamentación de indumentarias y espacios de varios imperios en los distintos continentes y en diferentes momentos históricos. Fue hasta la Edad Media que el bordado empezó a considerarse como un medio para el arte en occidente, cuando hizo parte de la vida cotidiana de los burgueses de Europa que adoptaron esta actividad como una forma de instrucción para las jovencitas en aquellos tiempos.
El pasado 20 de abril se inauguró Dechado en la galería Casa Hoffmann, una exposición que indaga justamente sobre el bordado como forma de producción en el arte, pero no necesariamente vista como una práctica exclusivamente femenina, sino como una forma de creación potente y versátil que transita entre la bidimensionalidad y la tridimensionalidad cuando entendemos el bordado como dibujo, y en ocasiones lo advertimos desde la posibilidad de volverse instalación según la naturaleza de sus soportes o sus elementos.
Así, podemos encontrarnos con trabajos como Pieles (2022) de Iván Navarro; Creencias (2021), de Margaret Mariño; The Handkerchief Flirting Code (2022), de Manuel Quintana; “¡No pasarán!” La Pasionaria (2022), de Raúl Marroquín; Comfort Pillow (moscas), (2021) de Chirrete Golden, o Morfogénesis (2020) de Jorge Barco, que controvierten el bordado en sus maneras tradicionales de aplicación y presentación, trabajándolo no solo como un medio, sino desde el mismo concepto de la práctica.
Artistas como Ana Isabel Diez con su obra Paisaje (DES) Bordado 1 (de la serie Punto de Cruce), (2020). Está Natalia Behaine, con Estado de calle (2021), o Ramón Laserna con la Serie Dibujos Conscientes/Inconscientes (2021), adoptan formalmente esquemas mucho más abstractos que pueden hablarnos de temas como el paisaje, la urbe o los mismos modelos visuales de abstracción.
Así mismo, podemos encontrar otro grupo importante de propuestas que se acogen a formas del bordado más asociadas a las prácticas tradicionales que parten de lo femenino como la serie Crónicas visuales de feminicidios en Colombia (2020), de Alejandra Fernández; Introspección del alma (2022), de Carmenza Estrada; El Corazón Iluminado (2019), de Indira Gizé; Abortivas (2022), de María Camila Sanjinés entre otros trabajos como Delicado duelo (2008), de Lady Bionika; Serie Mis manos (2020), de Iván Cano Mejía; Río Timbiquí (Serie ríos de Colombia), de Tatiana Castillo, Ichpochtli (de la serie Encarnación), (2029) de Laura Renée Maier, o Portraits of my mothers (2017) de Nicole Mazzaque. Estos son trabajos mucho más próximos a reflexionar sobre los territorios y la identidad.
Por otra parte, en el Seminario de investigación y creación El Costurero, adscrito al Departamento de Artes y Humanidades y al Programa de Estudios de Género de la Universidad Icesi, se realizan diferentes actividades que estudian “la relación que se teje entre los oficios textiles, la vida íntima, la pedagogía y el feminismo a través de la experimentación, el quehacer y la exploración de técnicas y materiales.” Para esta ocasión presentaron un lienzo bordado de forma colectiva. En el espacio que les cedió la galería Casa Hoffmann realizaron sesiones de “remiendos colectivos” como parte de la muestra.
La exposición Dechado contó con la curaduría de Caridad Botella (Madrid, 1977), licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y Magister en Museología de Reinwardt Academy, Ámsterdam y en Estudios Fílmicos de la Universiteit van Amsterdam.
En palabras de la curadora:
“En realidad, el bordado ha sido un acto para resistir, para generar placer, para delimitar un tiempo a solas, para habitar un espacio propio y para ser una manera de expresión personal de aquellas mujeres que asumían la labor con gusto y no con resignación. Cualquier persona dedicada a bordar es heredera de una tradición, de una historia que define su práctica con respecto a todos los pareceres que sobre el bordado se han manifestado. Con el paso del tiempo, bordar se ha configurado como una actividad periférica. Desde inicios del s. XX y particularmente en la contemporaneidad, lo periférico ha saltado, indiscutiblemente, a las prácticas artísticas”.
Cada uno de los artistas y colectivos que hacen parte de la exposición, han visto en el bordado más que un medio que ha sido asignado históricamente como femenino. Es un acto de resistencia: evoca el método y el tiempo como una forma de conjugar la destreza manual y la práctica para abordar cada una de sus inquietudes y reflexiones que van desde lo gestual, lo manual, lo íntimo, lo social y lo tecnológico. Dechado adquiere importancia en el contexto artístico y académico porque aporta al debate desde los estudios de género, así como a los estudios culturales que infieren en puntos claves de los nuevos feminismos, manifestando una realidad sobre los modos de producción de algunos artistas locales que también pueden verse reflejados como estrategias formales y conceptuales a nivel internacional.
Artistas participantes:
Alejandra Fernández, Ana Isabel Diez, Raúl Marroquín, Carmenza Estrada, Carmenza Kafarela, Chirrete Golden, Gloria Herazo, Indira Gizé, Iván Cano Mejía, Iván Navarro, Jorge Barco, Lady Bionika, Laura Renée Maier, Manel Quintana, Margaret Mariño, María Camila Sanjinés, Natalia Behaine, Natalia Manzo, Nicole Mazza, Ramón Laserna, Seminario El Costurero, Tatiana Castillo.
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En ninguna otra forma se hace más evidente la diversidad del arte contemporáneo que al observar que está repleto de obras híbridas. Algunas se sitúan entre el arte y otras prácticas cotidianas que se elaboran con elementos tradicionalmente considerados ajenos al arte o de poca importancia intelectual y formal: prácticas desarrolladas principalmente por mujeres.
No obstante, hay una evolución, así como un distanciamiento con respecto a los conceptos sobre aquello que formalmente diferenciaba lo femenino de lo masculino que impugnaban los propios movimientos del arte moderno. En ese sentido, el acto de bordar ha sido visto como un ejercicio doméstico, cotidiano y marcadamente femenino, desacreditado por hombres y mujeres que se esfuerzan por evadir la singularidad de ciertas prácticas. Por fortuna, fue adoptado por artistas feministas en los años sesenta de la mano de Rozsika Parker, historiadora de arte y escritora, dándole la categoría de obra de arte cuando las mujeres comenzaron a coser en pedazos de tela las consignas de su lucha.
Históricamente, el bordado como práctica lo podemos evocar desde la Edad Antigua, cuando los egipcios y los romanos pedían bordados con diseños llamativos para embellecer sus trajes y túnicas. Algunas de estas eran muestras de superioridad y poder. El tejido y el bordado aparecieron como ornamentación de indumentarias y espacios de varios imperios en los distintos continentes y en diferentes momentos históricos. Fue hasta la Edad Media que el bordado empezó a considerarse como un medio para el arte en occidente, cuando hizo parte de la vida cotidiana de los burgueses de Europa que adoptaron esta actividad como una forma de instrucción para las jovencitas en aquellos tiempos.
El pasado 20 de abril se inauguró Dechado en la galería Casa Hoffmann, una exposición que indaga justamente sobre el bordado como forma de producción en el arte, pero no necesariamente vista como una práctica exclusivamente femenina, sino como una forma de creación potente y versátil que transita entre la bidimensionalidad y la tridimensionalidad cuando entendemos el bordado como dibujo, y en ocasiones lo advertimos desde la posibilidad de volverse instalación según la naturaleza de sus soportes o sus elementos.
Así, podemos encontrarnos con trabajos como Pieles (2022) de Iván Navarro; Creencias (2021), de Margaret Mariño; The Handkerchief Flirting Code (2022), de Manuel Quintana; “¡No pasarán!” La Pasionaria (2022), de Raúl Marroquín; Comfort Pillow (moscas), (2021) de Chirrete Golden, o Morfogénesis (2020) de Jorge Barco, que controvierten el bordado en sus maneras tradicionales de aplicación y presentación, trabajándolo no solo como un medio, sino desde el mismo concepto de la práctica.
Artistas como Ana Isabel Diez con su obra Paisaje (DES) Bordado 1 (de la serie Punto de Cruce), (2020). Está Natalia Behaine, con Estado de calle (2021), o Ramón Laserna con la Serie Dibujos Conscientes/Inconscientes (2021), adoptan formalmente esquemas mucho más abstractos que pueden hablarnos de temas como el paisaje, la urbe o los mismos modelos visuales de abstracción.
Así mismo, podemos encontrar otro grupo importante de propuestas que se acogen a formas del bordado más asociadas a las prácticas tradicionales que parten de lo femenino como la serie Crónicas visuales de feminicidios en Colombia (2020), de Alejandra Fernández; Introspección del alma (2022), de Carmenza Estrada; El Corazón Iluminado (2019), de Indira Gizé; Abortivas (2022), de María Camila Sanjinés entre otros trabajos como Delicado duelo (2008), de Lady Bionika; Serie Mis manos (2020), de Iván Cano Mejía; Río Timbiquí (Serie ríos de Colombia), de Tatiana Castillo, Ichpochtli (de la serie Encarnación), (2029) de Laura Renée Maier, o Portraits of my mothers (2017) de Nicole Mazzaque. Estos son trabajos mucho más próximos a reflexionar sobre los territorios y la identidad.
Por otra parte, en el Seminario de investigación y creación El Costurero, adscrito al Departamento de Artes y Humanidades y al Programa de Estudios de Género de la Universidad Icesi, se realizan diferentes actividades que estudian “la relación que se teje entre los oficios textiles, la vida íntima, la pedagogía y el feminismo a través de la experimentación, el quehacer y la exploración de técnicas y materiales.” Para esta ocasión presentaron un lienzo bordado de forma colectiva. En el espacio que les cedió la galería Casa Hoffmann realizaron sesiones de “remiendos colectivos” como parte de la muestra.
La exposición Dechado contó con la curaduría de Caridad Botella (Madrid, 1977), licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y Magister en Museología de Reinwardt Academy, Ámsterdam y en Estudios Fílmicos de la Universiteit van Amsterdam.
En palabras de la curadora:
“En realidad, el bordado ha sido un acto para resistir, para generar placer, para delimitar un tiempo a solas, para habitar un espacio propio y para ser una manera de expresión personal de aquellas mujeres que asumían la labor con gusto y no con resignación. Cualquier persona dedicada a bordar es heredera de una tradición, de una historia que define su práctica con respecto a todos los pareceres que sobre el bordado se han manifestado. Con el paso del tiempo, bordar se ha configurado como una actividad periférica. Desde inicios del s. XX y particularmente en la contemporaneidad, lo periférico ha saltado, indiscutiblemente, a las prácticas artísticas”.
Cada uno de los artistas y colectivos que hacen parte de la exposición, han visto en el bordado más que un medio que ha sido asignado históricamente como femenino. Es un acto de resistencia: evoca el método y el tiempo como una forma de conjugar la destreza manual y la práctica para abordar cada una de sus inquietudes y reflexiones que van desde lo gestual, lo manual, lo íntimo, lo social y lo tecnológico. Dechado adquiere importancia en el contexto artístico y académico porque aporta al debate desde los estudios de género, así como a los estudios culturales que infieren en puntos claves de los nuevos feminismos, manifestando una realidad sobre los modos de producción de algunos artistas locales que también pueden verse reflejados como estrategias formales y conceptuales a nivel internacional.
Artistas participantes:
Alejandra Fernández, Ana Isabel Diez, Raúl Marroquín, Carmenza Estrada, Carmenza Kafarela, Chirrete Golden, Gloria Herazo, Indira Gizé, Iván Cano Mejía, Iván Navarro, Jorge Barco, Lady Bionika, Laura Renée Maier, Manel Quintana, Margaret Mariño, María Camila Sanjinés, Natalia Behaine, Natalia Manzo, Nicole Mazza, Ramón Laserna, Seminario El Costurero, Tatiana Castillo.
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