El Magazín Cultural

Decisiones de riesgo (Sobre la película “Todos eran mis hijos”)

Un drama basado en hechos reales sobre un accidente aéreo en la Segunda Guerra Mundial.

Martha I. Márquez Quintero
01 de agosto de 2019 - 02:00 a. m.
Sally Field, Bill Pullman, Jenna Coleman y Colin Morgan conforman el elenco de “Todos eran mis hijos”. / Johan Persson
Sally Field, Bill Pullman, Jenna Coleman y Colin Morgan conforman el elenco de “Todos eran mis hijos”. / Johan Persson

Setenta y una personas mueren en un accidente aéreo, la mayoría jóvenes jugadores de fútbol del Chapecoense. Veintiún jóvenes pilotos, soldados estadounidenses, mueren en un accidente aéreo por fallas en dispositivos del motor. ¿Qué tienen en común los accidentes de este tipo? Una decisión. Simplemente una decisión. Y es una decisión que puede acarrear la vida de muchas personas o podría ser que no. La cantidad de combustible tan exacta que llevaba el vuelo de los jugadores de fútbol habría podido sortear la exacta distancia en kilómetros para la que debería durar y aterrizar en la ciudad destino, sin importar la no existencia de combustible de reserva. El capitán de vuelo asumió el riesgo, pues ya había tomado en otros vuelos decisiones similares y nada había pasado. En el otro caso, las culatas defectuosas de los cilindros para aviones P-40 eran dispositivos que podrían no haber sido usados o que simplemente hubieran podido, de llegar a usarse, no haber colapsado. Nada les habría pasado a esos 21 jóvenes soldados que piloteaban sus respectivos aviones. Estas son decisiones de último minuto, en el cual quizás se guarda la esperanza de que nada ocurra pese al alto riesgo asumido. Y muchas de las cosas que a diario pasan, decisiones de este tipo en la ciencia, en la aeronáutica, en la manufactura de electrodomésticos, en dispositivos tecnológicos, miles de decisiones a diario, van en ese riel de esperar que pese a un defecto la pieza se mantenga y el dispositivo funcione. Alguien decide no dar marcha atrás frente a la posibilidad del desastre. La producción siempre anda a un ritmo tan vertiginoso que estamos hablando de miles en inversión, lo que equivale a miles en pérdidas. Pero a veces la pequeña decisión que se espera permanezca oculta termina volviéndose pública y, desgraciadamente para muchos, de la manera más siniestra.

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Este es el drama en el cual nos instala Todos eran mis hijos, la magistral pieza teatral escrita por el dramaturgo Arthur Miller, uno de los reyes del realismo estadounidense, quien en años posteriores a éste, su primer éxito, se encontraría casado con la diva de las divas: Marilyn Monroe. Este aparte como un detalle coqueto para quienes deseen escarbar más en la vida de este prodigioso escritor. Miller acababa de fracasar con una obra de teatro en Broadway. Así que Todos eran mis hijos fue desarrollada con la fiel convicción de tomar aliento luego del impasse y apoderarse de las tablas. Efectivamente se convirtió en su primer gran éxito. Taquillero en Broadway en 1947, ha contado con la fortuna de ser adaptado para el cine, la radio y la televisión y estrenado y reestrenado en varios países. Y hoy por hoy, 2019, con el mismo éxito taquillero puede verse en una bellísima puesta en escena del National Theatre Live, contando en los roles protagónicos con Sally Field, la dos veces ganadora del Óscar, inolvidable por interpretaciones en Forrest Gump, Lincoln y Hello, My Name is Doris, y el actor Bill Pullman, también con una extensa filmografía y grandiosa experiencia teatral.

Todo empieza la mañana posterior a que el árbol de manzano plantado en el jardín de los Keller al momento de nacer su hijo Larry fuera derribado en la noche por una ventisca. Larry nunca volvió de la guerra. Pero 21 hijos más tampoco volvieron de la guerra a sus hogares, porque sus aviones cayeron a consecuencia de un dispositivo mal manufacturado, decisión que fue tomada por los socios de la fábrica de proveedores de estos dispositivos. Uno de los socios: Joe Keller. Un negocio de miles de dólares con el ejército y la producción no podía detenerse. Ambos hombres pasan a los tribunales y uno es encarcelado y el otro absuelto. La amistad ve quebrantada su fortaleza. Una familia termina humillada y la otra no. Amigos de infancia, vecinos de toda la vida, se confrontan, se enfrentan. En medio de esa incansable búsqueda de la verdad, un día, luego de tres años y medio de no verse, los hijos del hombre condenado y encarcelado visitan a sus antiguos vecinos. Pero uno de ellos, George, acaba de ver a su padre en la cárcel y decide creer en él, decide no quedarse con lo que los tribunales dictaron, decide no quedarse con la versión de Joe Keller, el socio absuelto. George se decide por la verdad que pondrá a todos contra una mentira mantenida por años. Una verdad que es hora de revelar.

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Todos eran mis hijos es un drama que seduce con sus diálogos, con poderosas actuaciones. Con una exquisita historia sobre la espera, sobre la lealtad, sobre el dinero, sobre la culpa. Con momentos mágicos de enamorados, de familia, momentos mágicos sobre el vivir, sobre el amar y sobre el morir. La puesta en escena cuenta con un espléndido diseño de arte e iluminación que transporta con poesía y evocación a otra época, con esa contundencia sobre lo humano que nos confronta porque en realidad no es una historia de época. Es nuestra historia. La que se repite a diario. La de las decisiones humanas. Alguien tiene la esperanza de que el avión no necesite un minuto de más de combustible. Y alguien tiene la esperanza de que las culatas de los cilindros finalmente no alcancen a usarse. Y alguien, por ejemplo un desprevenido lector, tiene la esperanza de que al conducir el día de hoy y pasar el semáforo recién puesto en rojo, pese al riesgo, logre llegar a casa. Pero podría no pasar. Son tan solo decisiones de riesgo. Las de todos los días.

“KELLER: ¿Quieres el periódico?

CHRIS: Bueno, solo la sección bibliográfica.

KELLER: estás leyendo la sección de los libros y nunca te veo comprar libro alguno.

CHRIS: Sí, papá, tienes razón. Es solo que me gusta estar al tanto de mi ignorancia”.

Por Martha I. Márquez Quintero

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