Del barro, una tinta; de la semilla, una brocha

“Anhelo un bosque, anhelo de alba, anhelo” es la nueva exposición de Tatiana Arocha. Grabados y pinturas, que reflejan una crítica a la minería y dan un giro a los paisajes de los bosques de la Amazonia, estarán exhibidos hasta el 16 de noviembre en la carrera 27 n.° 84-41.

Andrés Osorio Guillott
23 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Los grises en la obra de Arocha representan la profundidad de la selva; el dorado lo incluye como una crítica a la extracción minera. / Cortesía
Los grises en la obra de Arocha representan la profundidad de la selva; el dorado lo incluye como una crítica a la extracción minera. / Cortesía
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Tatiana Arocha me recibió con un overol azul salpicado con pintura dorada. Era esa su imagen de un estado de creación, de la imagen más fidedigna del artista. En el segundo piso de la galería, donde se presenta su exposición, estaban las manchas de la pintura que hace una crítica a la extracción y la minería en las selvas del Amazonas, que comparten Colombia, Brasil y Perú, países que Arocha recorrió en los últimos años reafirmando su fascinación por nuestros bosques, de los pasadizos enmarcados por ramas, barro, humedad, vida y pureza.

“Pinto con lo que el medio me ofrece”, me contaba al mostrarme los rastros que dejaban las semillas y las ramas que dejaban un rastro y nutrían de formas el paisaje.

Toda obra cuenta con un contexto, unos hacen que este sea más visible y otros simplemente dejan este elemento implícito para que el espectador lo identifique. En el caso de Arocha, sus grabados y pinturas están plagados del contexto del nuevo milenio y de los prejuicios y algunas problemáticas que se han sembrado en el país.

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Fue en el 2004 cuando Tatiana Arocha inició su obra. Vivió en Estados Unidos y allí complementó sus estudios en diseño gráfico. Le inquietaba que la mayoría de comentarios sobre nuestro país fueran asociados al narcotráfico, le inquietaba que las fotografías que mostraban grandes medios como National Geographic le apostaban a una estética diferente a la que en realidad podemos observar o entender al caminar en las profundidades de los bosques. Así que con el pasar de los años, esta artista colombiana decidió hacer arte por medio de la misma naturaleza, por medio de semillas y plantas que servían como brochas y del barro, que servía como tinta para extender la presencia de nuestra naturaleza y otorgarle un doble sentido: uno que no simboliza únicamente la pureza, sino que también representa una obra de arte, una apuesta estética y una postura que defiende la preservación del medio ambiente como una forma de respetar nuestro territorio y también como una responsabilidad por el porvenir del planeta.

“El paseo por el Amazonas en Colombia fue completamente diferente, porque no tomé tanta fotografía como quería tomar, no necesariamente estuve colectando las plantas, porque aquí tuve un acercamiento a la parte social, a las comunidades indígenas y a establecer relaciones con ellas, empezar a entender cuál es la relación que tienen ellos con el territorio, con el paisaje natural. Fue un viaje para adquirir conocimiento, de estar más presente en ese aprendizaje. Fue algo muy inspirador, porque las personas que están luchando por nuestros paisajes son estas comunidades, personas que están en el territorio y están sufriendo las consecuencias de la deforestación. Es muy interesante. Por ejemplo, la colectada de las hojas de coca, la quemada de las hojas del yarumo para hacer el mambe”, contaba Arocha para explicar la influencia que tuvo volver al país y así darle un giro a su obra, pues en la mayoría de piezas la artista se encarga de mostrar esos instantes en que la selva se vuelve gris, algunas veces como una metáfora de la muerte y otras como resultado de territorios oscuros, en los que la ausencia de colores no representa necesariamente un juicio peyorativo del paisaje, sino que refleja la selva profunda, esa en la que los árboles impiden que la luz del sol penetre en la tierra y en la que el enramado y la diversidad de flora y fauna le da un aspecto monocromático a la imagen.

La exposición “Anhelo un bosque, anhelo de alba, anhelo” recoge fotografías que fueron tomadas con una Polaroid durante las excursiones que realizó con artistas, científicos y turistas en las selvas de Brasil y Perú; recoge dibujos, pinturas y grabados que se construyeron en el momento mismo en que la artista interactuaba con la flora y la fauna de nuestro país; recoge el anhelo de animales que no ha podido ver, pero que percibe por la imponencia de su vuelo o de sus colores. La muestra de Arocha es el resultado de una pasión por las plantas traducido en algunos conocimientos sobre botánica, en su conexión con las raíces, en los recorridos que hace por el jardín de la casa de su padre en La Calera y en su implícito pero notorio compromiso con el cuidado de la naturaleza, por medio de los conocimientos que protegen las comunidades indígenas y del conocimiento que promueven quienes estudian y conviven en las profundidades de la tierra.

Por Andrés Osorio Guillott

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