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“Vía crucis” es una expresión que se suele asociar a un evento religioso: una procesión de Semana Santa. Sin embargo, en el Museo de Antioquia cobra un significado diferente entre el óleo y el lienzo.
Fernando Botero, quien cumplió noventa años en abril de este año, plasmó en 2011 escenas bíblicas en una serie de 61 pinturas y dibujos, que ahora fueron trasladados al papel en Vía crucis, libro publicado por el sello editorial Artika, del grupo Planeta.
Dos volúmenes componen el homenaje al maestro: un libro de arte con las creaciones de Botero impresas, con el objetivo de replicar casi a la perfección los cuadros que cuelgan en los muros del museo, y un libro de estudios, el cual permite que, entre acuarelas, pasteles y óleos, las obras de gran formato del maestro colombiano se fundan con las palabras de personajes como Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco; María del Rosario Escobar, directora general del Museo de Antioquia; David Ebony, crítico estadounidense, y Camilo Castaño, curador del Museo de Antioquia, quienes escribieron los ensayos que conforman la segunda parte del proyecto.
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Acompañado por frases de la Biblia, el Vía crucis de Botero muestra sus influencias, tanto en el lienzo como en las páginas del libro. Gestos de Goya y pequeños detalles que dejan ver entre su estilo característico: el boterismo, la mente detrás de las escenas que aluden a la religión, pero, al mismo tiempo, refleja una realidad moderna. “Yo creo que las influencias son lo más importante para un pintor, porque representan su cultura visual. Estar expuesto a tantas obras maestras deja algo en el espíritu del pintor”, dijo Botero en un video promocional.
Realizó 34 dibujos, los cuales donó al Museo de Antioquia junto con la mayoría de las pinturas de la serie. El maestro le da una importancia particular a este medio, pues cree que “el dibujo es la base de todo. No se puede pensar en ningún gran artista sin pensar en su capacidad de dibujo. Además, el dibujo es el estilo, no el color; es una declaración de principios, la identidad que tiene un pintor. Sin saber dibujar es muy difícil crear algo que sea realmente importante”.Un estuche encapsula ambos libros en un marco de madera roja con el frente y el revés transparentes, que permite ver un óleo inédito titulado Cerca de la cruz, el único que el maestro no cedió al Museo de Antioquia. Esta es la portada del libro de arte, que retrata a María Magdalena vestida de rojo con un gesto de tristeza y desesperación mientras las lágrimas caen por su rostro. En la carátula del libro de estudios hay fotos de Botero en blanco y negro.
Con una edición limitada de 2.998 ejemplares, Vía crucis es el segundo libro que la editorial hace junto al pintor. El primero se llama Las mujeres de Botero. Marc Buil, director de Artika Books, considera que, más que un libro, sus producciones son obras de arte. “Producimos piezas con la pretensión de crear patrimonio familiar, de que esto pase de padres a hijos”.
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El camino para producir Vía crucis fue menos complicado que el de Las mujeres de Botero. “Estuvimos dos años tras él y sus hijos intentando convencerlos de hacer una obra y no había manera. Siempre nos decía que no, que no estaba interesado. Al maestro Botero le encanta pintar y crear. Cualquier cosa que le pueda quitar tiempo es un estorbo para él. De hecho, no tiene un catálogo razonado. Se lo han dicho muchas veces, pero hacerlo, aunque tenga ayuda, significaría sacrificar horas para hacer lo que realmente le apasiona, que es pintar”, informa Buil.
A pesar de las negativas, no se dieron por vencidos y decidieron enviarle una copia de uno de sus proyectos. “Y eso lo cambió todo porque luego él fue el que luego nos llamó y nos dijo: ‘Ahora entiendo lo que me estabas proponiendo. Vamos a trabajar’. Yo creo que ahí comprendió que nuestra oferta no era hacer un libro, sino algo mucho más allá. Entendió la forma en la que trabajamos. Fue así como nació Las mujeres de Botero”.
Tras varios años de trabajo en ese primer libro, durante la presentación, el artista decidió que quería hacer una segunda obra. Así germinó la idea para Vía crucis.
El mismo Botero fue quien decidió con cuáles obras se trabajaría en esta oportunidad y fue entonces cuando Macarena de Eguilior, editora de Artika Books, comenzó a trabajar con el Museo de Antioquia. Para ella fue un reto, porque “no es una obra amable, es una denuncia, de alguna manera, y lo que muestra es mucho dolor”. Uno de sus objetivos era mantener la frescura del trabajo de Botero, a pesar de que la mayoría del proceso fue hecho en medio de la pandemia.
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De Eguilior trabajó junto a Carlos Tobón, el fotógrafo de la serie; María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia, y Camilo Castaño, curador del museo, para llevar a cabo la visión que tenían de este libro. El ejemplar de arte implicó un reto adicional, pues uno de los propósitos era recrear, de la forma más fiel posible, la obra de Botero en papel. De acuerdo con de Eguilior, “es muy difícil conseguir esos negros, conseguir esa delicadeza del trazo que tiene el maestro”, por lo tanto, hubo obstáculos en el camino: aunque la serie estuviera fotografiada, las primeras muestras de color no satisfacían al equipo y se decidió repetirlas. No fue solo el color, también debieron buscar el papel perfecto para que la calidad de las imágenes fuera similar a la del lienzo. En el libro de arte hay dos materiales claves: un papel de soporte que tiene mucho algodón, según cuenta De Eguilior, mientras que para la reproducción de las obras escogieron un papel que “reflejara la realidad de la manera más fiel Trabajamos con papeles muy blancos, que nos permitieron tener un alto grado de calidad”.
Botero estuvo involucrado en cada paso del proceso. Buil explica que algo fundamental al crear Vía crucis fue el perfeccionismo del maestro. Hicieron varios viajes a Mónaco, donde reside el artista, para que viera y validar cada uno de los avances que se hacían, desde las pruebas de color hasta el diseño del estuche, al cual se le hicieron pruebas de caída.
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Para producir uno de estos libros, Buil cuenta que el primer paso es construir el puente con el artista, que en ocasiones puede tardar años, y luego se inicia una serie de conversaciones y acuerdos sobre cómo se abordará su obra. Con esto claro, es crucial comenzar a buscar los lugares donde se encuentran las obras y a las personas conocedoras que puedan escribir parte del libro de estudios. El cuarto paso se centra en el diseño y la visión final a la que quieren llegar. Por último, llega la ejecución. “Tiene que ser ejecutable. Hay artistas con ideas muy interesantes, locas, pero imposibles de realizar”. Este es un proceso multidisciplinario para el cual buscan a los artesanos que puedan traer a la vida una visión artística y editorial.
“Están esperando mi muerte para publicar el libro”, bromeaba Botero. Sin embargo, Buil comenta que el artista no era consciente de la cantidad de tiempo que se tarda en crear una obra como la que ellos le propusieron. No dimensionaba que serían cuatro años de constantes pruebas y revisiones. “Él únicamente veía cada vez que nosotros hacíamos un viaje y le enseñábamos cosas, pero desconocía todo el trabajo que había detrás de enseñarle un avance”.
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