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A propósito del nuevo presidente de los argentinos (“su ley-Mi-lei”), un compañero de la UPB, Gabriel Solórzano Hernández, me sugirió el tema de los jugadores de fútbol que, por múltiples circunstancias del contexto, han migrado al ámbito de la política. Milei fue portero en las inferiores de Chacarita Juniors y de San Lorenzo, y quienes lo vieron jugar sostienen que era un “loquito en el arco”. Esto quiere decir que Javier Milei fue jugador de los funebreros y del Ciclón.
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Se repite la historia de George Weah, quien fuera uno de los jugadores de fútbol más destacados de África, pues fue merecedor del Balón de Oro en 1995. Weah jugó en equipos como París Saint Germain, Milán, Chelsea y Manchester City y, ya como presidente de Liberia, jugó un partido amistoso con la camisa de la selección de su país. Tuvo la fortuna de ver a su hijo, Tim Weah, como jugador de la selección de Estados Unidos. No son los únicos casos: Romario, jugador brasileño, tuvo sus primeros pinitos como diputado y senador en su país natal. Tomás Reñones, jugador español y mundialista en 1986, fue concejal en Marbella y alcalde interino. Fue preso durante nueve meses por corrupción urbanística. No podemos olvidar a Pelé, ministro del Deporte en Brasil, ni a Bebeto, quien estuvo en el Mundial de 1994 y logró dos mandatos como diputado en la Asamblea legislativa por el Partido Solidaridad. Gianni Rivera, italiano, conocido como el Bambino de Oro, jugó en el Mundial de 1970 y primer italiano en ganar el Balón de Oro, fue parlamentario y formó parte del gobierno de Romano Prodi, además, fue primer ministro en su país. José Francisco Cevallos, exarquero de Barcelona, Once Caldas y Liga de Quito, fue ministro de Deportes y secretario de Estado.
La lista es interminable y tal vez la pregunta que surge es ¿qué motiva a los jugadores de fútbol a migrar a ese ámbito tan desprestigiado, corrupto y complejo como el de la política? Aristóteles sostiene que cada acto humano es político, pero la política, después de tantas acepciones y prácticas que denostan de la condición humana, maltratan a los colectivos y tiene tan mala imagen en el orbe, necesita un análisis profundo que no se resuelve fácilmente en una columna de opinión.
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De futbolistas a políticos es una transición incomprensible para jugadores de fútbol que se aprovechan de su condición de figura pública para convertirse en figura señalada, mal evaluada y con grandes deformaciones porque no se han educado en política, que es la pandemia que sufren quienes se meten en ella sin ninguna formación académica y ven allí un espejo refulgente de poder, oro que brilla y oropel que enceguece.
Gracias a Gabriel por la sugerencia. Voy a seguir auscultando el tema para que se mantenga la conversación. En Colombia no han sido muy afortunadas las obras de los deportistas cuando miran al horizonte de la política. Los resultados no fueron los esperados o planeados. En el caso de Argentina sí se avizoran grandes desastres sociales porque la privatización ya hizo sus estragos en este contexto geográfico y, al parecer, lo que habrá es un retroceso inmenso cuando el fútbol tiene a los argentinos en el curubito mundial. Patear un balón no implica patear a la sociedad en la que se gobierna.
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Por Juan Carlos Rodas Montoya
