Delia Derbyshire: un pez contracorriente
En esta entrega de la sección, “El cajón de santaora”, de Julia Díaz Santa, presentamos un texto sobre la músico inglesa Delia Derbyshire.
Julia Díaz Santa
La pequeña Delia estaba jugando debajo de la mesa de madera cuando empezó el bombardeo. Abrió un poco más los ojos y se quedó quieta, helada, no sabía de dónde venían esos sonidos que jamás había escuchado, mucho menos a ese volumen. Todo retumbaba: la casa, la mesa, su cuerpo. Los nuevos ruidos parecían no acabar nunca. Entonces tuvo que cerrar los ojos, agarrar lo que tenía entre manos y llevarlo contra su pecho.
Escuchaba cada sonido atenta, como quien quiere memorizar las vocales. No tenía idea, pero ciento cincuenta mil bombas y más de quinientas toneladas de explosivos estaban siendo lanzados sobre su cabeza, en el pueblo de Conventry. Algo más que un largo paisaje sonoro se metió dentro de su cuerpo de niña de tres años.
El estallido duró el tiempo justo para grabarse en la larga cinta magnética de su imaginación. Luego vino el silencio, el hondo silencio y, poco a poco, comenzaron los gritos en segundo plano. Delia aflojó sin darse cuenta los nudillos, relajó los brazos y algo se le cayó al suelo. Abrió los ojos para buscarlo y no vio más que polvo.
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“Las sirenas del ataque aéreo dan un sonido abstracto porque no conoces de dónde vienen cuando eres una niña pequeña. Y luego todo se despeja”, dice Delia Derbyshire en The Delian Mod, documental canadiense, dirigido por Kara Blake y estrenado en 2009. Setenta y dos años después de aquella escena simbólica, a los ocho años de haber fallecido, el cortometraje le hace honor a ella, como pionera de la música electrónica en Gran Bretaña y el mundo.
En medio de estos dos puntos extremos en su línea de tiempo, Delia Derbyshire hizo todo lo que le dijeron que no podía hacer. Estudió matemáticas y música en Cambridge. Trabajó como músico y productora en el Taller Radiofónico de la BBC, por más de una década, a pesar de que le respondieron que no contrataban mujeres en algunos sellos discográficos.
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Era intérprete de violín y piano, pero como compositora para radio, televisión, teatro y cine, empezó a usar cintas de grabación para captar diferentes sonidos. Se dedicó a experimentar con armonías extraídas de objetos encontrados, los más descabellados, y luego los editaba de manera análoga. Hacía cálculos matemáticos, luego cortaba y pegaba y a veces no sabía a qué iba a sonar su experimento. Esto lo hizo mucho antes de que salieran los sintetizadores análogos. Pocos entendían lo que buscaba, pero su obstinación hizo que, pese a los múltiples rechazos, insistiera en su intento. Se vio a sí misma como un pez contracorriente.
Delia aplicó sus bucles de cinta, osciladores y otras técnicas de música concreta en una pieza clásica: Air on a G String de Bach. No le pareció gran cosa. Y compuso junto a Ron Grainer la música de la serie británica Doctor Who. Los medios señalan esto como su crédito más sobresaliente.
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Las partituras que le pasó Grainer no tenían notas musicales y sí más bien anotaciones poéticas: “Nubes de viento”, “barre y redada”. Para ella fueron algo así como una especie de hermosas descripciones, pero con una cuidadosa elaboración del ritmo. “Y sí, fue muy, muy sutil la forma en que escribió”, dice en una entrevista para la BBC Radio Scotland, en 1997.
Produjo sonidos atemorizantes, pero también música liviana. Leerla o escucharla es como caminar sobre un poema: “En la pieza, en el extracto que vas a escuchar, traté de transmitir la distancia del horizonte y la neblina de calor. Y luego va este sonido de lengüeta muy alto y lento, que indica la fila de camellos que se ven a la distancia, vagando por el desierto”, comenta la música de Blue vels and golden sands, un documental de 1967 sobre la tribu nómada Turaeg, antiguos mercaderes de la sal en el desierto del Sahara.
Días antes del ataque del 14 de noviembre de 1940, en el que murieron más de quinientas personas en Conventry, el gobierno inglés interceptó una línea de comunicación nazi. Supieron que la ciudad iba a ser atacada por los alemanes. Estaban a tiempo para evacuar a la población, aunque hacerlo alertaría al enemigo. Fue así como los ingleses decidieron sacrificar el pueblo de Delia Derbyshire, en el largo camino para ganar la guerra. Y fue así como ella descubrió, por primera vez, la música electrónica.
La pequeña Delia estaba jugando debajo de la mesa de madera cuando empezó el bombardeo. Abrió un poco más los ojos y se quedó quieta, helada, no sabía de dónde venían esos sonidos que jamás había escuchado, mucho menos a ese volumen. Todo retumbaba: la casa, la mesa, su cuerpo. Los nuevos ruidos parecían no acabar nunca. Entonces tuvo que cerrar los ojos, agarrar lo que tenía entre manos y llevarlo contra su pecho.
Escuchaba cada sonido atenta, como quien quiere memorizar las vocales. No tenía idea, pero ciento cincuenta mil bombas y más de quinientas toneladas de explosivos estaban siendo lanzados sobre su cabeza, en el pueblo de Conventry. Algo más que un largo paisaje sonoro se metió dentro de su cuerpo de niña de tres años.
El estallido duró el tiempo justo para grabarse en la larga cinta magnética de su imaginación. Luego vino el silencio, el hondo silencio y, poco a poco, comenzaron los gritos en segundo plano. Delia aflojó sin darse cuenta los nudillos, relajó los brazos y algo se le cayó al suelo. Abrió los ojos para buscarlo y no vio más que polvo.
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“Las sirenas del ataque aéreo dan un sonido abstracto porque no conoces de dónde vienen cuando eres una niña pequeña. Y luego todo se despeja”, dice Delia Derbyshire en The Delian Mod, documental canadiense, dirigido por Kara Blake y estrenado en 2009. Setenta y dos años después de aquella escena simbólica, a los ocho años de haber fallecido, el cortometraje le hace honor a ella, como pionera de la música electrónica en Gran Bretaña y el mundo.
En medio de estos dos puntos extremos en su línea de tiempo, Delia Derbyshire hizo todo lo que le dijeron que no podía hacer. Estudió matemáticas y música en Cambridge. Trabajó como músico y productora en el Taller Radiofónico de la BBC, por más de una década, a pesar de que le respondieron que no contrataban mujeres en algunos sellos discográficos.
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Era intérprete de violín y piano, pero como compositora para radio, televisión, teatro y cine, empezó a usar cintas de grabación para captar diferentes sonidos. Se dedicó a experimentar con armonías extraídas de objetos encontrados, los más descabellados, y luego los editaba de manera análoga. Hacía cálculos matemáticos, luego cortaba y pegaba y a veces no sabía a qué iba a sonar su experimento. Esto lo hizo mucho antes de que salieran los sintetizadores análogos. Pocos entendían lo que buscaba, pero su obstinación hizo que, pese a los múltiples rechazos, insistiera en su intento. Se vio a sí misma como un pez contracorriente.
Delia aplicó sus bucles de cinta, osciladores y otras técnicas de música concreta en una pieza clásica: Air on a G String de Bach. No le pareció gran cosa. Y compuso junto a Ron Grainer la música de la serie británica Doctor Who. Los medios señalan esto como su crédito más sobresaliente.
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Las partituras que le pasó Grainer no tenían notas musicales y sí más bien anotaciones poéticas: “Nubes de viento”, “barre y redada”. Para ella fueron algo así como una especie de hermosas descripciones, pero con una cuidadosa elaboración del ritmo. “Y sí, fue muy, muy sutil la forma en que escribió”, dice en una entrevista para la BBC Radio Scotland, en 1997.
Produjo sonidos atemorizantes, pero también música liviana. Leerla o escucharla es como caminar sobre un poema: “En la pieza, en el extracto que vas a escuchar, traté de transmitir la distancia del horizonte y la neblina de calor. Y luego va este sonido de lengüeta muy alto y lento, que indica la fila de camellos que se ven a la distancia, vagando por el desierto”, comenta la música de Blue vels and golden sands, un documental de 1967 sobre la tribu nómada Turaeg, antiguos mercaderes de la sal en el desierto del Sahara.
Días antes del ataque del 14 de noviembre de 1940, en el que murieron más de quinientas personas en Conventry, el gobierno inglés interceptó una línea de comunicación nazi. Supieron que la ciudad iba a ser atacada por los alemanes. Estaban a tiempo para evacuar a la población, aunque hacerlo alertaría al enemigo. Fue así como los ingleses decidieron sacrificar el pueblo de Delia Derbyshire, en el largo camino para ganar la guerra. Y fue así como ella descubrió, por primera vez, la música electrónica.