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El derribamiento de la estatua de Antonio Nariño en Pasto es un atentado contra los valores republicanos representados por el precursor de la Independencia, traductor de la declaración de los derechos humanos del Hombre y del Ciudadano de 1789 de la Asamblea Nacional Constituyente francesa, a los postulados de Libertad, Igualdad y Fraternidad, derechos fundamentales de la revolución francesa, que estremeció y cambió el mundo y la historia.
El departamento de Nariño le debe su nombre como homenaje de sus fundadores al prócer, a los valores republicanos que representa, como una rectificación histórica a la posición realista de Pasto, que tantos perjuicios le ha causado porque iba en contravía de la Independencia, cuando estaba en marcha, a punto de lograrse.
Los fundadores del departamento, al escoger el nombre de Nariño, siguieron el ejemplo de los nombres de otros departamentos: Caldas, Sucre, Bolívar, Córdoba, Santander, para homenajear a los gestores y héroes de la Independencia. Reconocieron en Nariño su contribución a la Independencia, su entrega a esa causa y los sacrificios y sufrimientos que tuvo que soportar a partir de su derrota en Pasto, en los Ejidos en 1814, cuando comenzó su calvario.
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Si el general Nariño hubiera triunfado en Pasto, sería no solo el precursor sino el coautor de la Independencia al lado de Bolívar, por su campaña victoriosa del sur, en Palacé, Calibío, donde derrotó a Sámano, pero Pasto le jugó una mala pasada, cuando parecía que continuaría con su cadena de triunfos.
Su triunfo en Pasto habría evitado la sangrienta batalla de Bomboná, de 1822, que Bolívar estuvo a punto de perder si no hubiera sido por la acción del batallón Rifles, bajo el mando del coronel Valdés, que escaló al anochecer las faldas del volcán Galeras e infligió duros golpes al ala derecha de los realistas. La liberación de Quito y el Perú hubieran sido menos difíciles, de menores costos humanos.
Nariño fue derrotado en Pasto no porque hubiera estado mal preparado con sus tropas, sino porque cuando estuvo a punto de triunfar en la recia batalla de los Ejidos, en una lucha cuerpo a cuerpo. Allí, la lanza pastusa causó estragos, le mataron el caballo, perdió muchos hombres y cuando se retiró a Tacines y fue a buscar refuerzos solo encontró los cadáveres de sus soldados. Solo cinco hombres lo acompañaban.
La inesperada derrota de Nariño en Pasto es el comienzo de una vida de ribetes trágicos por su prisión, la orden de ejecución dada por Toribio Montes, presidente de la Real Audiencia de Quito, a la que se opuso el coronel realista pastuso Tomás de Santacruz, su remisión a Quito y después, a la tenebrosa carraca de Cádiz, que afectó gravemente su salud y se interpuso en su lucha por la Independencia.
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Otra versión asegura que Nariño salvó su vida porque pertenecía a la masonería, como el virrey Ezpeleta de la Nueva Granada, que intervino para interceder por él como un gesto de hermandad y solidaridad internacional.
Los refuerzos que Nariño había pedido a Camilo Torres nunca llegaron, lo que se interpreta como una deslealtad del prócer payanés hacia Nariño por sus diferencias ideológicas y políticas.
Nariño, ya detenido, cuando habló al pueblo de Pasto desde un balcón en un ángulo de la plaza principal, lo hizo en términos de tal hidalguía que se ganó la simpatía de los pastusos y días después lo acompañaron hasta Catambuco para despedirlo cuando salió de la ciudad con destino a Quito como prisionero.
Antonio Nariño no solo fue un gran militar, sino que se destacó como pensador, estadista, ejerció el periodismo, publicó la Bagatela en 1811, de carácter político, para defender el centralismo contra el federalismo de Camilo Torres, a quien criticaba e ironizaba.
Organizó reuniones secretas en Santafé con amigos para preparar el terreno de las conspiraciones contra las autoridades españolas, siendo descubierto y detenido.
Fue un gran orador parlamentario y es famosa su defensa ante el senado cuando sus enemigos políticos lo acusan de mal manejo de diezmos de la tesorería de Santafé, ocurridos treinta años atrás, de traición a la Patria y por su ausencia del país, cargos que desvirtuó con pruebas y con una gran elocuencia.
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Nariño fue un hombre muy culto, un gran lector, tuvo una gran biblioteca y como Bolívar, se formó en la Enciclopedia, Diccionario de las ciencias, de las artes, de los oficios, que entre los años de 1751 y 1772 dirigieron Diderot y d’Alembert, lo que explica su erudición.
El historiador Guillermo Hernández de Alba, escribió estas palabras sobre Antonio Nariño:
“La elocuencia colombiana, la oratoria parlamentaria, tienen como modelo sin par la oración inolvidable que el Precursor de nuestra Independencia, Don Antonio Nariño, doblegado por los padecimientos y las enfermedades contraídas en las cárceles españolas por espacio de 17 años, para dar contundente respuesta a los cargos calumniosos e injustos con que sus enemigos pretenden aniquilarlo para hacerlo desaparecer de la escena pública…”. Su defensa ante el senado, la hizo el 14 de mayo de 1823.