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Puede que toda su vida Jane Birkin haya sido un libro abierto, pero para su hija Charlotte aún había páginas por descubrir. El documental Jane by Charlotte, debut en la dirección de la actriz y cantante, que les ha seguido los pasos a sus famosos padres, devela ciertos pasajes en la vida de Birkin desde un punto de vista más que personal e íntimo.
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La franco-inglesa Jane Birkin, mucho más que el apellido prestado a una cartera de lujo, es uno de los íconos de la cultura pop francesa. La cantante y actriz pertenece al ideario cultural francófono y aún es reconocida y aclamada por audiencias variopintas alrededor del mundo. De la unión con el genio musical Serge Gainsbourg nacieron canciones que traspasan fronteras y generaciones, y una hija a la que llamaron Charlotte.
Jane by Charlotte deja claro desde la primera escena que no se trata de un documental para narrar y hacer balance de las cinco décadas de la carrera artística de Birkin. El propósito de Charlotte fue construir un retrato intimista y revelador, por el que madre e hija transitan por caminos empedrados de tristezas, recuerdos y pérdidas, pero también de alegrías.
Jane by Charlotte no fue una tarea fácil, por lo que el making of merece ser relatado. “La primera vez que le hablé de lo que tenía en mente le dije que quería hacer una película sobre ella”, relata Charlotte Gainsbourg en el Festival de Cannes, donde este filme tuvo estreno mundial. “Tal vez al principio entendió que yo quería seguirla por sus giras de conciertos con un equipo de rodaje, pero en realidad ni yo misma tenía muy claro lo que quería con este documental”.
Aunque el objetivo de la actriz y directora era indefinido, de algo sí estaba segura: con esta película tenía que ponerle final a una huida que emprendió cuando murió su hermana Kate, en 2013, quien era hija de Birkin con el compositor John Barry.
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Charlotte admite que tras la repentina desaparición de Kate, y por su propia supervivencia, puso tierra de por medio y se fue a vivir con su familia a Nueva York. “Yo había perdido a mi hermana, mi madre había perdido a su primera hija”, recalca y acota que en esa huida se dio cuenta de que echaba de menos a su madre, con quien siempre había tenido una relación muy estrecha. La necesidad de reencontrarla, pero desde otra perspectiva, se convirtió en un imperativo.
En Jane by Charlotte las conversaciones entre madre e hija transcurren en varios momentos y lugares; de hecho, la primera tiene lugar en Japón, donde Birkin da conciertos con aforo a reventar. Charlotte Gainsbourg cuenta un detrás de bambalinas de esa primera escena, que en realidad fue la primera parada y durante un buen tiempo la consideró como la última y única.
Charlotte se había hecho a un equipo profesional de rodaje, había planificado varias locaciones para las conversaciones tanto en Tokio como en Kioto, pero algo definitivo sucedió. “Cuando llegamos a Kioto, fuimos a diferentes lugares que mi hermana Kate adoraba”, relata. “Se fue creando más intimidad con mi madre y fue como una puerta de acceso”.
En un esmerado escenario japonés se desarrolla la primera conversación. “Con mi libreta, donde tenía escritas todas las preguntas, me percaté de que mi madre estaba realmente nerviosa. Ella no esperaba que yo tuviera esa preparación y estaba asustada con mis primeras preguntas”. El nerviosismo es mutuo. Jane Birkin demostraría en esos breves minutos que como madre no ha sido un libro abierto. Sus revelaciones sorprenden a la misma Charlotte.
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“Cuando regresamos de Japón y le pregunté por otros días para continuar, no quiso”, rememora Charlotte. Su madre le dijo que sencillamente había odiado esa entrevista y que no quería que la filmara más. Descolocada por esa respuesta tan determinante, no tuvo más opción que respetar su decisión.
“Yo no sabía qué fue lo que hice mal, pero me sentí tan avergonzada que ni siquiera quise mirar lo que hicimos en Japón. Lo dejé de lado”, admite sonriendo. Sin embargo, se abrió una ventana en la muralla de Jane Birkin cuando esta vio el documental The Center will not Hold (2017), que el director Griffin Dunne hizo sobre su tía, la célebre escritora Joan Didion.
“Le pregunté entonces si quería ver conmigo el material de Japón, el cual yo tampoco había visto desde aquel entones”, relata Charlotte. Su madre sentenció: “No está mal, ¡vamos a continuar con tu película!”.
Desde esa primera entrevista en Japón hasta el resultado final presentado en Cannes transcurrieron cuatro años. “Estaba entusiasmada y feliz de que me diera una segunda oportunidad”, resume Charlotte, quien volvió a reunir a su equipo para continuar lo que habían comenzado.
Primero van a los conciertos de Birkin en Nueva York, una ciudad de la que no guarda muy buenos recuerdos, ya que está ligada a John Barry, pero recorren algunos lugares para exorcizar esos demonios.
De vuelta al viejo continente, la cámara hurga en la intimidad hogareña de Jane en Gran Bretaña. Primero con el equipo de rodaje, luego Charlotte con cámara en mano y su hija de nueve años, lo que permite mostrar a la icónica Birkin como madre, abuela y dueña absoluta de su casa.
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“La película se construyó gradualmente”, sintetiza la directora y actriz. Al cerrar el círculo íntimo y excluir a los extraños, Charlotte dio con uno de los sentidos de su filme, y es que, ante el apremiante paso del tiempo, quiso conocer más de esa mujer que llama mamá. Terminó llevándose varias sorpresas, algunas gratas, otras amargas y varias desconcertantes.
El recorrido también las lleva inevitablemente a la casa de Serge Gainsbourg, el hombre que es factor común. La casa convertida en destino de peregrinación para los admiradores del cantautor permanece cerrada a los curiosos e intacta en su interior desde la muerte del músico, en 1991, como esperando a que en cualquier momento se vuelva a sentar en su sillón, dejando sentir su voz y música, e impregnando el aire con el olor a cigarrillo.
Allí Jane recuerda momentos felices, pero también agridulces. Saltan las reflexiones sobre su vida compartida entre la maternidad, la adicción a los somníferos y el alcohol, con la bohemia como lema de palabra y obra.
Recorriendo esa casa, llega un momento en el que se miran y se abrazan. Ambas están serenas, aunque cada uno de sus poros destila interminables serpentinas de emociones. Se juran dejarlo ir, pero no olvidar. El libro de Jane Birkin sigue abierto.
De pasar página, pero no olvidar; de entender, estar dispuesto a conocer a esa otra persona y de amar es de lo que se trata Jane by Charlotte. No todo se ha mostrado, aún hay páginas por descubrir, pero muchas quedarán entre ellas, como en realidad debe ser.