“Con el cine, los niños aprenden a diseñar y contar sus propias historias”
Una entrevista con Patricia Elena Patiño, comunicadora social y periodista, directora del Festival de cine para niños y adolescentes, que comienza este lunes 23 de octubre y tendrá programación hasta el próximo 27 de octubre.
¿Qué es Calibélula?
Calibélula nace en el año 2017 con la urgente necesidad de involucrar a los niños y los adolescentes al cine. Si bien era cierto que existían más de 100 festivales en el ámbito nacional, también lo era el hecho de que solamente dos tenían esa especialidad en el enfoque: uno en Cartagena y otro en Bogotá. Es decir, seguía quedando por fuera un público muy importante: las nuevas generaciones, ávidas de conocimientos en el arte para su expresión y creatividad. A finales del mes de octubre de 2017 nació el Festival Internacional de Cine Infantil y Juvenil, Calibélula. No teníamos un peso, pero sí muchas ganas de trabajar. Con ayuda de amigos se sumaron aliados estratégicos como Royal Films (hoy IZI MOVIE, PUBLIK Y HD CINEMA), entidades del orden público y privado que vieron en esta propuesta la posibilidad de llegar a instituciones educativas públicas y otras privadas a las que les interesen las artes.
Qué es lo que más les interesa a los niños a la hora de asistir a un festival y ver una película, cuáles son las respuestas que ustedes más responden…
Lo que más les gusta es divertirse, encontrar en esas historias lo que a ellos les preocupa, pero no saben como expresar. Al verlo en pantalla gigante se sienten identificados, así que también es una oportunidad para sus padres y/o tutores mejoren los lazos de comunicación con ellos. Cuántos niños quieren expresar que son abusados por un adulto, pero temen hacerlo, por solo mencionar un ejemplo. Al encontrar estas historias, pierden el miedo y comunican lo que les sucede. Los niños que no son felices con su cuerpo o con su condición de niño o niña también encuentran vías para expresarse a través del cine. Les enseñamos a utilizar de manera productiva y positiva la tecnología que, actualmente, los distrae y los aleja del mundo. Ellos, con esos pequeños aparatos y con técnicas como el stop motion, arman sus propias películas y, de paso, se interesan por el arte.
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¿Todo el contenido del festival es para niños? O también programan películas para adultos…
Con el tiempo hemos aprendido que es necesario fortalecer la industria nacional del cine, incentivando a los realizadores a crear historias donde los niños y los adolescentes sean protagonistas. Películas que no son para un público infantil, pero sí para adultos que deban enfrentar los retos de la educación de sus hijos. Para docentes y personas que un día también fueron niños, pero que lo olvidaron. De esta manera también promovemos el cine no comercial, el independiente, en el que es más valiosa la historia que los efectos especiales.
Hace poco, usted contó que después de un festival un niño le dijo que “no se atrevería nunca más a criticar una película” después de saber todo el esfuerzo que se requiere para hacerla. Cuénteme más sobre lo que pensó después de este comentario…
Precisamente, este comentario surgió de una experiencia. Un niño de 10 años de edad recibió nuestros talleres de formación audiovisual en los que no se quedan con la teoría, sino que se les incentiva a crear sus propias historias. Eso es lo mejor que nos ha podido pasar. En esta versión, sus minipelículas estarán en la pantalla gigante, un sueño que ni siquiera muchos realizadores veteranos han alcanzado. No critican porque saben lo que cuesta producir. Son conscientes de todo el trabajo que demanda hacer un corto de cinco minutos.
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¿Por qué cree que es importante que los niños tengan un contacto temprano con el cine?
Porque los sensibiliza frente al arte y frente a la vida, porque les permite tener un pensamiento crítico y reflexivo sobre lo que les llega desde los medios de comunicación, las redes sociales, etc. También los sensibiliza sobre el ejercicio de sus derechos como sujetos activos que inciden en los procesos culturales y sociales de los territorios, y porque aprenden a diseñar y contar sus propias historias, sin intermediarios. El tener la capacidad de ver y analizar una película o un corto, los prepara para ser los autores de sus propias historias, con las cuales podrán ejercer sus derechos y velar por la no vulneración de los mismos. El arte como reflejo de la cultura humana sirve también para conservar el patrimonio cultural de un pueblo y transmitirlo de generación en generación.
Hace poco, usted contó que fue después de que la despidieran de un trabajo en el que duró muchos años, que comenzó a gestionar el festival, ¿por qué comenzó este proyecto? Por qué, además, lo sostiene… Y se lo pregunto por el esfuerzo que esto requiere…
Porque me gusta la adrenalina, porque mi pasión siempre ha sido el trabajo con niños. Porque no podemos depender de unos puestos ni de los vaivenes políticos: debemos ser independientes, aunque esto en el país no sea fácil, ya que hay muy poco dinero para la gestión cultural, especialmente en los municipios. Mientras tengamos vida hay esperanza, así que con nuestro trabajo y experiencia impactamos vidas. Queremos apasionar e involucrar a esos líderes educativos que todavía trabajan por pasión y no les incomoda entregar un poco más de su tiempo para acompañar a los niños en estas aventuras de Calibélula. Porque el Estado somos nosotros y debemos preparar a las nuevas generaciones para que le den un nuevo rumbo a nuestro país: a nosotros los adultos nos quedó grande. Debemos motivar a los niños y a los adolescentes para que se preparen y no cometan nuestros errores, para que no dependen de nadie, solo de ellos mismos. Para que se valoren y se respeten. Por eso decidí aventurarme con Calibélula, pero aquí no estoy sola, me acompaña un grupo de amigos maravillosos que se ajustan a los pocos recursos económicos que hay para sacar adelante este proyecto.
¿Qué es Calibélula?
Calibélula nace en el año 2017 con la urgente necesidad de involucrar a los niños y los adolescentes al cine. Si bien era cierto que existían más de 100 festivales en el ámbito nacional, también lo era el hecho de que solamente dos tenían esa especialidad en el enfoque: uno en Cartagena y otro en Bogotá. Es decir, seguía quedando por fuera un público muy importante: las nuevas generaciones, ávidas de conocimientos en el arte para su expresión y creatividad. A finales del mes de octubre de 2017 nació el Festival Internacional de Cine Infantil y Juvenil, Calibélula. No teníamos un peso, pero sí muchas ganas de trabajar. Con ayuda de amigos se sumaron aliados estratégicos como Royal Films (hoy IZI MOVIE, PUBLIK Y HD CINEMA), entidades del orden público y privado que vieron en esta propuesta la posibilidad de llegar a instituciones educativas públicas y otras privadas a las que les interesen las artes.
Qué es lo que más les interesa a los niños a la hora de asistir a un festival y ver una película, cuáles son las respuestas que ustedes más responden…
Lo que más les gusta es divertirse, encontrar en esas historias lo que a ellos les preocupa, pero no saben como expresar. Al verlo en pantalla gigante se sienten identificados, así que también es una oportunidad para sus padres y/o tutores mejoren los lazos de comunicación con ellos. Cuántos niños quieren expresar que son abusados por un adulto, pero temen hacerlo, por solo mencionar un ejemplo. Al encontrar estas historias, pierden el miedo y comunican lo que les sucede. Los niños que no son felices con su cuerpo o con su condición de niño o niña también encuentran vías para expresarse a través del cine. Les enseñamos a utilizar de manera productiva y positiva la tecnología que, actualmente, los distrae y los aleja del mundo. Ellos, con esos pequeños aparatos y con técnicas como el stop motion, arman sus propias películas y, de paso, se interesan por el arte.
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¿Todo el contenido del festival es para niños? O también programan películas para adultos…
Con el tiempo hemos aprendido que es necesario fortalecer la industria nacional del cine, incentivando a los realizadores a crear historias donde los niños y los adolescentes sean protagonistas. Películas que no son para un público infantil, pero sí para adultos que deban enfrentar los retos de la educación de sus hijos. Para docentes y personas que un día también fueron niños, pero que lo olvidaron. De esta manera también promovemos el cine no comercial, el independiente, en el que es más valiosa la historia que los efectos especiales.
Hace poco, usted contó que después de un festival un niño le dijo que “no se atrevería nunca más a criticar una película” después de saber todo el esfuerzo que se requiere para hacerla. Cuénteme más sobre lo que pensó después de este comentario…
Precisamente, este comentario surgió de una experiencia. Un niño de 10 años de edad recibió nuestros talleres de formación audiovisual en los que no se quedan con la teoría, sino que se les incentiva a crear sus propias historias. Eso es lo mejor que nos ha podido pasar. En esta versión, sus minipelículas estarán en la pantalla gigante, un sueño que ni siquiera muchos realizadores veteranos han alcanzado. No critican porque saben lo que cuesta producir. Son conscientes de todo el trabajo que demanda hacer un corto de cinco minutos.
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Hace poco, usted contó que fue después de que la despidieran de un trabajo en el que duró muchos años, que comenzó a gestionar el festival, ¿por qué comenzó este proyecto? Por qué, además, lo sostiene… Y se lo pregunto por el esfuerzo que esto requiere…
Porque me gusta la adrenalina, porque mi pasión siempre ha sido el trabajo con niños. Porque no podemos depender de unos puestos ni de los vaivenes políticos: debemos ser independientes, aunque esto en el país no sea fácil, ya que hay muy poco dinero para la gestión cultural, especialmente en los municipios. Mientras tengamos vida hay esperanza, así que con nuestro trabajo y experiencia impactamos vidas. Queremos apasionar e involucrar a esos líderes educativos que todavía trabajan por pasión y no les incomoda entregar un poco más de su tiempo para acompañar a los niños en estas aventuras de Calibélula. Porque el Estado somos nosotros y debemos preparar a las nuevas generaciones para que le den un nuevo rumbo a nuestro país: a nosotros los adultos nos quedó grande. Debemos motivar a los niños y a los adolescentes para que se preparen y no cometan nuestros errores, para que no dependen de nadie, solo de ellos mismos. Para que se valoren y se respeten. Por eso decidí aventurarme con Calibélula, pero aquí no estoy sola, me acompaña un grupo de amigos maravillosos que se ajustan a los pocos recursos económicos que hay para sacar adelante este proyecto.