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Diario de Ana Frank: cartas del 9, 10 y 11 de julio (Extractos literarios)

El 12 de julio se cumplen 95 años del natalicio de Ana Frank, la niña alemana y judía que retrató el holocausto nazi con sus palabras en forma de cartas. Presentamos lo que Frank registró con su pluma hace 82 años.

11 de julio de 2024 - 06:50 p. m.
Annelies Marie Frank, conocida en español como Ana Frank, nació en Fráncfort del Meno (Hesse, Alemania). Fue la segunda hija de Otto Heinrich Frank  y Edith Hollander, una familia de judíos alemanes.
Annelies Marie Frank, conocida en español como Ana Frank, nació en Fráncfort del Meno (Hesse, Alemania). Fue la segunda hija de Otto Heinrich Frank y Edith Hollander, una familia de judíos alemanes.
Foto: Archivo Particular

Jueves 9 de julio de 1942

Querida Kitty:

Caminamos bajo una lluvia fuerte, papá, mamá y yo, llevando cada uno una cartera de colegio y una bolsa llena de toda clase de cosas. Las personas que se dirigían a su trabajo nos miraban y en sus rostros expresaban la pena de no poder ofrecernos un medio de transporte; nuestra estrella amarilla era bastante elocuente.

Durante el camino, papá y mamá me contaron en detalle el plan de nuestro escondite. Hacía varios meses estaban sacando muebles y enseres, habían tomado la decisión de entrar en clandestinidad de manera voluntaria, esto para el 16 de julio. A raíz de la citación, el asunto se adelantó diez días, de modo que debíamos contentarnos con un lugar menos ordenado.

El escondite estaba en el edificio donde tenía papá sus oficinas. Es un poco difícil de entender, por ello pasaré a dar una explicación. El personal de papá no era numeroso: El señor Kugler, Kleiman y Miep, además de Bep Voskuijl, la secretaria de 23 años. Todos estaban pendientes de nuestra llegada. El señor Voskuijl trabajaba en el almacén, quien era padre de Bep, junto con dos jóvenes, quienes no sabían nada.

El edificio está constituido de la siguiente manera: en la planta baja hay un gran almacén, que sirve para el depósito de mercancías. Este está subdividido en diferentes habitaciones, una para moler la canela, el clavo y algo similar a la pimienta, luego está la habitación de las provisiones. Al lado de la puerta del almacén está la puerta de entrada de la casa, detrás de la cual hay una segunda puerta que da acceso a la escalera. Subiendo las escaleras se llega a una puerta de vidrio transparente, en la que anteriormente estaba escrito “OFICINA” en letras negras. Es la oficina principal del edificio, muy grande, con mucha luz, muy llena. De día es donde trabajan Bep, Miep y el señor Kleiman. Atravesando por un cuarto pequeño donde hay una caja fuerte, el armario en el que se guardan cosas de escritorio, se llega a una pequeña habitación oscura y húmeda que da al patio. Esta era la oficina del señor Kugler y del señor Van Daan, pero que ahora solo es del primero. También se puede llegar a la oficina del señor Kugler desde el pasillo, que se abre desde el interior de la oficina y no desde afuera. Saliendo de la oficina hay un corredor estrecho y largo, se pasa por la carbonera y después de subir cuatro escalones, se llega a la habitación que es el orgullo del lugar: la oficina principal. En ésta se encuentran muebles elegantes, un piso muy fino y alfombras, una radio, una hermosa lámpara, todo es muy bello. Al lado está una gran cocina con calentador de agua y dos hornillos y del lado de la cocina un baño. Ese es el segundo piso.

Desde el pasillo de la planta baja se sube por una escalera de madera, en donde hay un pequeño corredor, al que le llamamos descansillo. Allí se ven dos puertas, una está a la derecha y la otra a la izquierda del descansillo; la de la izquierda comunica con la casa del frente donde hay almacenes y un desván. En esta parte del edificio hay unas escaleras empinadas, al estilo holandés (de esas escaleras en las que se puede tener fácilmente un accidente), que llevan a una segunda puerta que da a la calle.

La puerta de la derecha del descansillo, lleva a “la casa de atrás”. Nadie sospecharía que esta simple puerta pintada de gris, sin nada particular, esconde tantas habitaciones. Delante de ella hay un escalón alto por el cual es la entrada. Frente a esta puerta de entrada se encuentra una escalera empinada; a la izquierda hay un pequeño pasillo y una habitación que se ha transformado para la familia Frank, al lado otra habitación más pequeña; un cuarto de estudio y alcoba de las señoritas Frank. A la derecha de la escalera, una habitación sin ventanas con un baño cerrado y otra puerta que tiene acceso a la habitación de Margot y mía. Al subir las escaleras y al abrir la puerta de arriba, es sorprendente encontrar tanto espacio y tanta iluminación en una casa tan antigua. En este espacio hay un fogón (esto se le debe a que Kugler tenía un laboratorio antes) y un lavadero. O sea, que esa era la cocina y a la vez el dormitorio de la familia Van Daan, cuarto de estar general, comedor y estudio. Luego, un cuartito cerca al corredor servirá de alcoba para Peter Van Daan y finalmente, hay un desván tan grande como las habitaciones que sirven de depósito en el piso de abajo. Y aquí finaliza la presentación de la casa de atrás, la cual es hermosa.

Tu Ana...

Viernes 10 de julio de 1942

Querida Kitty,

Seguramente te has aburrido con esa fastidiosa descripción de la casa, pero me parece importante que tú sepas dónde estoy. En mis próximas cartas te contaré cómo estamos viviendo.

Ahora quisiera continuar con la historia del otro día, que aún no he finalizado. Tan pronto llegamos al edificio Prinsengracht 663, Miep nos hizo subir por la escalera de madera, directamente a la casa de atrás. Cerró la puerta detrás de nosotros y nos dejó solos. Ya que había llegado en bicicleta antes, Margot nos estaba esperando. Se encontraban llenas de cosas y en un desorden inimaginable todas las habitaciones. Las cajas que habían sido llevadas a la oficina, estaban en el suelo y sobre las camas. En el cuartito, había gran cantidad de ropa de cama. Si queríamos dormir esa noche en camas decentes, debíamos ponernos a arreglar de manera urgente. Ni mamá ni Margot estaban en condiciones de ayudar, ellas estaban sobre las camas acostadas, agotadas y desganadas, mientras que papá y yo, los «ordenadores» de la familia, queríamos iniciar lo más pronto posible. Todo el día estuvimos organizando, arreglando los armarios, para por fin caer tan agotados en camas limpias y bien hechas. No habíamos comido nada caliente en todo el día, pero no nos habíamos preocupado por esto; mamá y Margot se sentían demasiado cansadas y ansiosas como para comer y junto con papá teníamos cosas por hacer.

El martes en la mañana retomamos el trabajo del lunes. Bep y Miep, se encargaron de nuestro aprovisionamiento, comprando las raciones, papá oscureció las ventanas, que no resultaban suficientes, lavamos el piso de la cocina y estuvimos trabajando fuertemente desde la mañana hasta la noche. Hasta el miércoles no tuve tiempo para pensar en los cambios que habían surgido. Sólo entonces, por primera vez desde que llegamos, encontré el momento para contarte todo lo que había pasado y fui más consciente de todo lo que podría pasarme.

Tu Ana...

Sábado 11 de julio de 1942

Querida Kitty:

Ni mi papá, ni mi mamá, ni Margot han podido acostumbrarse al sonido de las campanas de la iglesia del Oeste, que suenan anunciando la hora cada quince minutos. Yo si me siento a gusto con el sonido, es una sensación de aliento. Estarás interesado en saber si siento agrado de cómo estoy viviendo y de mi escondite, pues te digo que ni yo lo sé aún. Creo que nunca podré sentirme como en mi hogar, no significa que esté mal o me desagrade; ya que siento como si fueran unas vacaciones en un lugar extraño. Así se dieron las cosas y no puedo hacer nada. Nuestro escondite es ideal como refugio; aunque esté todo inclinado y sea húmedo, no se encontraría un escondite tan cómodo en Ámsterdam, tal vez ni siquiera en toda Holanda.

Nuestra habitación, la de Margot y mía, tenía aspecto desolador; gracias a papá, que había traído mis fotos de artistas de cine y postales, pude decorar toda una pared de la habitación. Quedó muy bonito, se ve alegre. Cuando lleguen los Van Daan, construiremos con la madera del desván algún armario y estantes.

Mamá y Margot se sienten mejor. Ayer mamá se sintió lo suficientemente bien como para hacer una sopa de arvejas, pero por estar conversando abajo, se olvidó de ella, de tal manera que quedaron algo carbonizadas.

Ayer en la noche los cuatro fuimos a la oficina privada de papá para oír la radio inglesa. Yo estaba tan asustada pensando que alguien pudiera oírnos que le supliqué a papá que regresáramos arriba. Comprendiendo mi temor mamá me acompañó arriba. También en otros aspectos tenemos mucho miedo de que los vecinos nos descubran. Debido a esto, confeccionamos cortinas, no son cortinas propiamente dichas, ya que están hechas de retazos de tela diferentes en cuanto a la forma, el color, la clase y el diseño. Papá y yo las cosimos, aún sin saber nada de costura. Estos ornamentos han sido puestos con chinches en las ventanas y ahí quedarán hasta nuestra salida de aquí.

El edificio del lado derecho está ocupado por una sede de la compañía Keg, de Zaandam, y el edificio de la izquierda por un fabricante de muebles. Nadie se queda en esos inmuebles después de la jornada laboral, pero no hay que confiarse. Por ese motivo, Margot tiene prohibido toser de noche, pues tiene un fuerte resfriado, por ello le damos medicamentos en grandes cantidades.

Pienso con alegría en la llegada de los Van Daan, quienes llegan el martes. Será divertido y habrá menos silencio. Puesto que el silencio me asusta en las noches, me gustaría que uno de nuestros protectores viniera a dormir aquí.

No es tan horrible la vida aquí, ya que podemos cocinar; y en la oficina de papá podemos escuchar la radio. El señor Kleiman y Miep, también Bep Voskuijl nos han ayudado bastante. Nos han traído frutas y no creo que nos aburramos tan pronto. Tenemos varias cosas para entretenernos. Eso sí, no podemos hacer ruidos por temor a ser descubiertos.

Ayer tuvimos demasiado trabajo; estuvimos deshuesando cerezas para la oficina. El señor Kugler quería hacer conservas con ellas. Con las cajas de madera de las cerezas, haremos estantes para poner los libros.

Me llaman.

Tu Ana...

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