“Diario del Alto San Juan y del Atrato”: el tiempo para inventar
Se presentó en el Gimnasio Moderno la reedición de “Diario del Alto San Juan y del Atrato”, escrito por el excongresista y escritor Eduardo Cote Lamus, quien falleció en 4 de agosto de 1964 a causas de un accidente automovilístico.
Un libro de prosa cargado de poesía en el que se encuentra a un Cote Lamus más maduro que viajó al Chocó como cronista, etnólogo, botánico, geógrafo, fotógrafo y novelista. Así lo describió el poeta y director de la Biblioteca Los Fundadores, Federico Díaz-Granados, quien conversó con el poeta Ramón Cote Baraibar, hijo de Cote Lamus.
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Un libro de prosa cargado de poesía en el que se encuentra a un Cote Lamus más maduro que viajó al Chocó como cronista, etnólogo, botánico, geógrafo, fotógrafo y novelista. Así lo describió el poeta y director de la Biblioteca Los Fundadores, Federico Díaz-Granados, quien conversó con el poeta Ramón Cote Baraibar, hijo de Cote Lamus.
Este libro, que muestra desde distintas perspectivas la realidad de este departamento en aquellos años, “reivindicó la figura de mi padre y volvió a poner su nombre en la palestra, además de que es una herramienta maravillosa para que nuevas generaciones lo conozcan”, dijo Cote Baraibar.
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El hijo del excongresista, quien es uno de los poetas más reconocidos del país y ha publicado títulos como Libro de averías, Como quien dice adiós a lo perdido, Tres pisos más arriba, entre muchos otros, habló durante esta presentación sobre algunos detalles detrás de esta obra, que surgió a partir de un viaje de la comisión de la Cámara de Representantes. Su papá fue invitado por Ramón Lozano Garcés (a él está dedicado el libro), quien también era representante a la Cámara y quiso, a través de este encuentro, mostrar la realidad de su departamento.
“Todas las observaciones anteriores fueron hechas a raíz del viaje de la comisión de la Cámara de Representantes por tierras chocoanas. La comisión estaba integrada por los rr. Machado, Lozano Garcés, Torres Poveda, Delgado Restrepo, y quien el que estas nota escribe. En los archivos la Cámara debe reposar un informe extenso sobre necesidades, problemas y soluciones para la redención de ese departamento”, dice una nota al final del libro, que a Cote Baraibar, según contó, le causó curiosidad: “¿por qué dice ‘debe’? Debería decir ‘reposa un informe’. Ahí queda una duda que no hemos podido despejar porque, efectivamente, no se sabe nada del informe”.
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En 1958, Cote Lamus viajó, siendo muy joven, y se encontró con un país que, según sus propias notas, se estaba construyendo y destruyendo, en el caso particular del Chocó. Los últimos meses antes de este viaje, vivió en Alemania y el contraste fue estremecedor. Se encontró con un departamento abandonado y el resultado de su impresión, de su experiencia, fue un diario en el que dio cuenta de sus hallazgos, que no solamente registró con notas, sino más bien con obra: poesía, cuentos, fotografías. “Fue un encuentro dramático, sensorial, emotivo, que le permitió descubrir su país y su infancia”, anotó su hijo.
“Lo que hay en el libro es exactamente igual a lo que encontramos a mano. Estaba tan convencido, tan entregado que, simplemente, le salió con naturalidad. Además, mi papá no era conservador, era azul de metileno. Pudo hacer una lectura sesgada de lo que vio, pero en este libro está la persona sin ese manto piadoso o religioso. Se metió en la piel del Chocó. Hizo un reportaje de todo lo que vio, sintió y jamás había visto en Bogotá”, agregó Cote Baraibar, quien destacó que con este diario, además, se sorprendió por los detalles que captó su padre. Detalles que, a su juicio, solo captaría un escritor o un cronista. Una cotidianidad cargada de la zozobra y la incertidumbre que se percibieron como constantes durante esos años en esta zona del país.
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Los poetas también se refirieron a los personajes del libro. El autor o solamente se limitó a la contemplación del paisaje, sino también a las personas que conoció, además de la vitalidad y el sentido que les insufló con su prosa y sus versos a panales, perros moribundos, casas y otros detalles que, para el común, serían irrelevantes. Con una cámara traída desde Alemania, el Cote Lamus demostró, además, que tenía un manejo metódico, formado, consciente, de la fotografía.
Un reportero gráfico con mirada de poeta
Entre las cajas con correspondencia vieja que encontró su familia, también se hallaron manuales de manejo de la cámara “en un alemán ininteligible”, además de unas especies de cursos de fotografía. Esto lo contó Cote Baraibar para dar una posible explicación a las fotografías del libro, que fueron tomadas “con mucha técnica, sobre todo en ese momento: había que estar pendiente de cada detalle”.
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Durante la conversación se anotó, entre muchas otras cosas, que el poeta y político fallecido sostenía que la fotografía apenas narraba una parte de la realidad, pero que para entenderla se debían tener en cuenta otros tantísimos factores que la componían.
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El funcionario público, poeta, cronista, reportero, novelista, cuentista, sociólogo, politólogo que creó el diario, también habló de los acentos, la entonación, las vocales y consonantes. Para describir su fascinación con respecto a la naturaleza, usó referencias europeas. Recurrió a algunas comparaciones. Se estremeció con los nombres de los sitios, y entonces los convirtió en versos. Según su hijo, el tiempo que le sobró debido a los desplazamientos en las barcas, lo usó para inventar.