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Diciembre, una oda a la ficción

Juan Meza estrenó “Diciembre”, una obra de Guillermo Calderón en Casa Kilele, un espacio no convencional para la cultura. Un texto que explora el futuro para hacerle preguntas a la realidad del presente.

Carlos Moisés Ballesteros
11 de diciembre de 2022 - 06:33 p. m.
La obra "Diciembre" fue presentada entre el 1 y el 3 de este mes, al igual que en entre las fechas del 8 y 10 de diciembre en Casa Kilele.
La obra "Diciembre" fue presentada entre el 1 y el 3 de este mes, al igual que en entre las fechas del 8 y 10 de diciembre en Casa Kilele.
Foto: Cortesía

El teatro es peligroso, siempre lo ha sido, algunas veces, en la historia, lo ha sido con mayor contundencia que en otras épocas y esto se debe sin duda alguna al cambio de las conductas de consumo de la gente y, desde luego, a los alcances del arte en la cultura. El teatro, como todas las artes, tiene esa capacidad de atacar, de atravesar, de hacer una herida. Quien hace teatro, hoy, ayer y siempre, debe ser consciente del ejercicio de poder que hay detrás de que alguien vaya, se siente, y crea en el gesto que se pone en frente de sí. Por ello sorprende que aún hoy, ciertos lugares sean tan descarados con su ejercicio creador. Hacen, ponen en la escena panfletos, despliegan ideas politiqueras, confunden el arte con el amarillismo y quieren narrar la realidad apoderándose de verdades que no existen. Y claro, ¡Hay quienes les creen! Son manipulados, como en los medios, esos de los que tanto se quejan.

La idea de una verdad, en el arte, desde luego que en el teatro también, se diluye, cada vez más, cuando pienso en lo imposible que es contener la verdad tan solo en la idea del documento histórico; la historia, el periodismo y casi todo aquello que ha intentado contener esta idea, ha fallado simplemente porque no existe una verdad ni una realidad única. Por eso asistir al teatro siempre es refrescante cuando el artista reconoce su imposibilidad de tener una respuesta, una verdad, repito, y se entrega a una búsqueda más responsable, como lo es compartir preguntas. Eso es “Diciembre”, el último montaje de Juan Meza. Una búsqueda no de la verdad como de una tesis que se pone sobre la mesa como una incertidumbre.

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La creación de una distopía tan posible como certera de una Colombia en guerra contra nuestros países fronterizos nos permite reconocer en ella, el mundo en que vivimos, sin la acostumbrada manipulación que hoy vemos tan a menudo en los que dicen ser los referentes del teatro de la ciudad. Aquí no hay una víctima y un victimario, no hay una separación tortuosa de los seres humanos entre malos y buenos, aquí somos invitados a reconocer que en el campo de batalla todos atacamos mientras somos atacados. Y que en situaciones límites, la condición humana se transforma. Y mientras lo vemos, somos invitados a pensar en la situación que vemos ante nuestros ojos, reconociéndonos en ella sin que dejemos de percatarnos de la distancia que también hay allí.

Si bien, la dramaturgia de Guillermo Calderón es reiterativa y progresa con lentitud en la situación, la verdad es que la ficción sigue siendo un camino más poderoso que el documento histórico. Reconocemos de nuevo aquí, que la ficción tienen más reglas y su camino es más difícil que el de la historia. Que contar una buena historia tiene más vericuetos que esconder hechos reales, víctimas reales, falsos positivos y toda aquello que con facilidad se inventan a diario y termina siendo real, verdadero pero paradójicamente increíble.

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Las actuaciones, a veces precipitadas de tres actores jóvenes, logran hacerme entrar, juego con las cartas que me proponen y advierto todo el tiempo su entrega sincera en el espacio, también ellos están haciéndose preguntas y el texto desarrolla un lenguaje a veces en exceso poético, pero que permite la distancia y cercanía suficiente para que me sitúe en el contexto, en la hipótesis de la obra y que no me pierda de ella ni un instante. Hay que celebrar que la ficción siga viniendo al teatro y que haya obras que aún te sorprendan porque no se parecen a otras, que los autores y los directores, aún salgan del confort y construyan la incertidumbre. Y hay que celebrarlo porque otro año se nos va, pero cierra con grandes creadores sobre el escenario.

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Por Carlos Moisés Ballesteros

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