Dieciséis danzas para gozar el Carnaval de Barranquilla
El escritor Eduardo Márceles Daconte lanzó el pasado 10 de marzo en Cartagena su nuevo libro, “16 danzas emblemáticas en el Carnaval de Barranquilla”, en donde realiza una explicación didáctica de las coreografías de estos bailes, acompañada de 377 fotografías a color.
Danelys Vega Cardozo
Dicen que hace más de un siglo surgió una fiesta que con el tiempo se convirtió en una tradición anual. Una fiesta que heredamos de los españoles. Aquella que le llegó primero al pueblo cartagenero y que con el pasar de los años se trasladó a los barranquilleros. Esa que ha atraído a Batman, el Hombre Araña, Iron Man y quién sabe cuánto superhéroe más. Aquella que ha revivido a Juan Gabriel, Michael Jackson, Diomedes Díaz, entre otros. Esa en la que las situaciones cotidianas de este país, que a veces parecen una tragicomedia, terminan volviéndose una parodia capaz de transformar lo que podría ser un llanto en carcajadas que ayudan a aliviar las penas. Esa que solo es posible explicar siendo parte de ella. Como dicen por ahí: “Quien lo vive es quien lo goza”.
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Dicen que hace más de un siglo surgió una fiesta que con el tiempo se convirtió en una tradición anual. Una fiesta que heredamos de los españoles. Aquella que le llegó primero al pueblo cartagenero y que con el pasar de los años se trasladó a los barranquilleros. Esa que ha atraído a Batman, el Hombre Araña, Iron Man y quién sabe cuánto superhéroe más. Aquella que ha revivido a Juan Gabriel, Michael Jackson, Diomedes Díaz, entre otros. Esa en la que las situaciones cotidianas de este país, que a veces parecen una tragicomedia, terminan volviéndose una parodia capaz de transformar lo que podría ser un llanto en carcajadas que ayudan a aliviar las penas. Esa que solo es posible explicar siendo parte de ella. Como dicen por ahí: “Quien lo vive es quien lo goza”.
Los disfraces, las comparsas, las carrozas, las danzas, la maicena, la música y el jolgorio se toman durante cuatro días las calles de la Arenosa, como le dicen algunos a la capital del departamento del Atlántico. Aunque al cuarto día se supone que debería llegar la tristeza porque Joselito se ha muerto y hay que enterrarlo, pero lo cierto es que, a pesar de los lamentos de las viudas del difunto, no hay tiempo para los pesares, porque Joselito no ha muerto, estaba de parranda. “Olela Joselito el borrachón, olela Joselito está borracho”.
Esta fiesta de la que hablamos no podría ser otra más que el Carnaval de Barranquilla. Ese mismo que fue declarado el 7 de noviembre de 2003 por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intagible de la Humanidad. Y en aquella declaratoria 16 danzas fueron fundamentales, esas que han permanecido a lo largo de toda la historia de este carnaval: Danza de Congos, Danza-Comparsa de Marimondas, Danza del Garabato, Danza-Comparsa de Monocucos, Danza del Paloteo, Danza de Coyongos, La Cumbiamba, Danza Son de Negro, Danza del Gallinazo, Danza de Diablos Arlequines, Danza Farotas de Talaigua, Danza Imperio de las Aves, Danza Indios de Trenza, Danza del Caimán, Danza de Micos y Micas, y Danza-Comparsa Negritas Puloy.
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Aquellas danzas terminaron despertando el interés de un periodista y escritor: Eduardo Márceles Daconte. Entonces, él decidió emprender una investigación al respecto. Esa que le tomó cuatro años y que registró en una obra titulada 16 danzas emblemáticas en el Carnaval de Barranquilla. La idea del libro no germinó en tierra “currambera”, ni siquiera colombiana. Era abril de 2013 cuando Márceles recibió una invitación para participar en un simposio en aguas extranjeras caribeñas. El certamen, denominado “Música, identidad y cultura”, con el subtítulo de “Folklore musical y danzario en el Caribe”, se desarrolló en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Y a raíz de aquella invitación, al periodista se le ocurrió escribir una ponencia basada en las danzas tradicionales del Carnaval de Barranquilla, esas mismas que conocía desde tiempos infantiles.
“Una vez terminé de leer y explicar sobre cada una de esas danzas, algunas personas se acercaron a conversar y me dijeron que hubiera sido más ilustrativa si hubiera llevado más imágenes y mejor aún, un documental para conocer mejor la coreografía, el vestuario y su música. Ahí comencé a entretener la idea del libro y de la película documental que está ya editada en borrador, solo falta agregar algunos detalles y corregir unos pasajes para exhibirla. A mi regreso decidí emprender el proyecto de escribir sobre la historia, la coreografía, el vestuario y la música de cada danza”.
Con el objetivo ya trazado, el escritor adquirió el rol de investigador sin dejar a un lado el traje de periodista. Las revistas, los periódicos, los libros e incluso los documentales sobre el Carnaval de Barranquilla se volvieron su pasatiempo favorito, sin mencionar las charlas que sostuvo con especialistas y miembros de aquellas 16 danzas. “Además, me inscribí como investigador en la Fundación Carnaval de Barranquilla para obtener una credencial que me permitió ingresar sin obstáculos a los desfiles y presentaciones escénicas, en las cuales tomé más de cuatro mil fotografías que se constituyen en el contenido visual, con 377 imágenes que trazan en secuencias didácticas la coreografía y el vestuario de cada danza”.
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Y en medio de toda la investigación que realizó, Márceles se dio cuenta de la diversidad de los integrantes de aquellas danzas, porque desde amas de casa, campesinos, pescadores, vendedores del mercado público de Barranquilla, trabajadores industriales, funcionarios públicos, hasta artesanos, artistas, periodistas, escritores y niños deciden dejar de ser espectadores del Carnaval para ser participantes activos que disfrutan de la fiesta danzando. Participantes que se caracterizan por su armonía y disciplina, como dice Márceles. “Cuando uno los observa desfilando por las calles o en representaciones escénicas no se imagina el tiempo y el esfuerzo dedicados a los ensayos para conjugar sus diferentes componentes en un hecho artístico que trasciende la cotidianidad”.
La creatividad de sus integrantes es quizás uno de los elementos fundamentales para “prender” la fiesta barranquillera. La creatividad que hace que cada una de estas danzas tenga un componente especial y diferenciador, gracias a sus vestuarios, música y coreografía. “Hay danzas zoomorfas, ecológicas, rituales basados en mitos y leyendas ancestrales, también las hay de carácter romántico, guerrero, patriótico o simbólico de alguna actividad rural o urbana, algunas aluden a la mímica de animales silvestres como los monos, los gallinazos, los coyongos (aves zancudas que viven en las riberas de los ríos) o la multiplicidad y colorido de las aves que alegran la vida del campo”.
Y ahora en el libro de Márceles estas danzas convergen, como lo hacen cada año cuando empieza el Carnaval. Una obra que, como dice el autor, “es uno de los primeros trabajos en analizar de manera específica e individualizada la trayectoria y las características de cada danza como manifestaciones del patrimonio del folclor caribeño. Uno no se puede imaginar esta fiesta popular sin esas danzas, que son los ingredientes más vistosos y coloridos de su patrimonio”.
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Sin embargo, no se puede negar que estas no son las únicas danzas que forman parte del Carnaval de Barranquilla, pues con los años han ido surgiendo otras. “Hay también diferentes manifestaciones que merecerían los esfuerzos de otros investigadores, como son los vistosos disfraces individuales, las letanías, el entierro ritualista y mamagallista de Joselito Carnaval, las majestuosas carrozas o las comparsas que aluden a gremios de trabajadores u oficios diversos. Se define como comparsa a un grupo de personas que desfilan juntas en el carnaval o en una fiesta popular vestidos con disfraces iguales”.
Comparsas son las que abundan en esta fiesta, tanto así que el Lunes de Carnaval se lleva a cabo la Gran Parada de Comparsas. Y entonces ese día el brillo, las plumas, los adornos, el maquillaje, los colores llamativos, entre otros, salen a relucir. Y lo tradicional se mezcla con la fantasía. La música acompaña a quienes se animan a participar con sus disfraces. Los ritmos son diversos. Queda en ese momento un día para que todo culmine. Y el Miércoles de Ceniza las penas tal vez vuelvan a importar, pero al menos por cuatro días hubo licencia para reír en vez de llorar.