Diógenes Cuevas: tres actos de una ópera prima
Una charla con Diógenes Cuevas, director de la película colombiana “Una madre”.
Yulieth Mora Garzón
Acto I
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Acto I
No sabemos si la historia empieza aquí, antes o después, pero esta es una parte importante. Son 15 o 20 jóvenes en un colegio de Medellín, en Colombia, tienen entre 15 y 17 años. Un día la maestra de español les dice: “vamos a hacer una película”, con lo que tienen, que no es mucho, los chicos hacen caso. Unos disfrutan el trabajo, otros lo sufren, la película se filma, se proyecta en clase, todos reciben una nota y se gradúan. Ninguno de los chicos sabe qué sigue en esta historia predecible: ir a la universidad, conseguir un empleo, hacer una familia, tener hijos y criarlos, llevarlos a la escuela, luego a la universidad. Uno de los chicos de esa clase, no el mejor de la clase, no el peor, mejor dicho, uno que logró graduarse, no sabe qué hacer con su vida, ni cuál es el paso siguiente, está vacío e inconforme hasta de su nombre, pero se entera, porque su hermana mayor le cuenta, que en la Universidad de Medellín abrieron un nuevo programa: Comunicación Audiovisual. El chico se llama Diógenes. Hace caso y ahora va a la universidad. No sale de la biblioteca. La primera vez que lee: La estética de la imagen de Walter Benjamín subraya todo el documento. Le dicen: “Diógenes solo se subraya lo importante” y él responde: “para mí todo es importante”. Diógenes asiste a clases de guion, narrativa, dirección… no puede creer que aquello se enseñe y que él pueda aprenderlo.
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Acto II
Son 20 o 30 jóvenes estudiantes de una universidad de Medellín, en Colombia, tienen entre 18 y 22 años. Un día un maestro les dice: “Vamos a hacer una película. ¿Quién quiere ser el director?” La mayoría levanta el brazo. Diógenes piensa: “Yo sí quiero, pero no estoy listo”, y se abstiene de levantar su brazo, acepta ser el sonidista, la película se proyecta en clase, todos reciben una nota y se gradúan. Ninguno de los chicos sabe qué sigue en esta historia predecible: conseguir un empleo, hacer una película, tener una familia, hijos, criarlos, enviarlos a la escuela, luego a la universidad. Diógenes busca trabajo y lo encuentra como sonidista, asistente de arte, jefe de utilería, jefe de avanzada, un día llega a ser asistente de dirección, más adelante director de comerciales y videoclips de cantantes, después se hace guionista. Nunca, en todos esos años de trabajos, Diógenes deja de escribir su historia, deja de maquinar su propia película.
Acto III
Son 200 o 250 personas en la Sala Capital de la Cinemateca Distrital de Bogotá. Es 2022. Es el estreno de la película: Una madre, dirigida por Diógenes Cuevas. La película dura 83 minutos. Empieza con la muerte de un padre y con la escena de un hijo tirando sus cenizas al sanitario. Nadie en esa sala despega su mirada de la pantalla, hay risas, hay llantos, hay lamentos. En el minuto 83 el silencio es demoledor. Se encienden las luces en la Sala Capital y los aplausos sellan la ópera prima. La pantalla se convierte en una tarima, en ella el director de la película y su actor principal. Ellos hablan de los procesos creativos, la gente pregunta y ellos responden. Una mujer levanta su mano, mira a Cuevas a los ojos y le dice: “Yo vi el tráiler y sabía que tenía que venir aquí con mis hijos” Los chicos levantan la mano y saludan al público, tienen los ojos llorosos. La mujer dice: “Los traje para que entendamos juntos lo que nos ha pasado”. El evento de lanzamiento termina y la gente se acerca a Cuevas para tomarse fotos y responder entrevistas. Dos chicas del público se acercan a Cuevas y una le dice: “gracias por hacer su trabajo”, ella sale y rompe en llanto. No puede hablar, y por ahora no sabemos si la historia empieza aquí, antes o después, pero esta fue una parte importante.
Sinópsis:
Después de la muerte de su padre, Alejandro decide rescatar a su madre. Ella está internada en un manicomio rural y él cree que fue recluida injustamente. Ahora, junto a esa hermosa mujer, Alejandro emprende un viaje largo y extenuante; ellos dos juntos y solos, estarán desafiados emocional y físicamente mientras atraviesan las inhóspitas montañas de Antioquia en un viaje de amor y locura.
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¿Cuánto tiempo duró el rodaje?
Duro treinta y tres días.
Este tiempo es poco para rodar una película.
Sí, es muy poco. Normalmente uno trata de estirar el tiempo, pero si vos vieras cómo el presupuesto se va. Lo que significa alimentar cuarenta personas durante un mes, trasladarlas, hospedarlas, alquilar las cámaras, el dinero se va cada día y uno empieza a ceder días y a sumarle páginas al día, pero uno sabe que la tiene que sacar y con el presupuesto como el que teníamos en ese momento había que hacerle. Así que fueron treinta y tres días, eso normalmente para una película es poco, pero hubo que hacerle.
Usted cuenta en otras entrevistas que la idea de “Una madre” empezó en 2013 y la película se lanza en 2022, ¿Diez años para entregarlo todo en treinta y tres días?
Sí y no. Porque son diez años, pero como lo dijo Laura Mora, (cineasta colombiana) “que vos hagas buenos cortometrajes no te garantiza que vas a hacer una buena película” y “que vos hayas hecho buena asistencia de dirección tampoco te garantiza nada”. Este fue un salto al vacío. Lo que sí hice fue que una vez nos ganamos el estímulo del FDC dejé de escribir por encargo. Me dediqué completamente a Una madre, e hice un ejercicio de análisis de guion desde dirección en tablas. Eso está en el libro Directing Actors: Creating Memorable Performances for Film and Television de Judy Weston. Ella le da clase de dirección de actores, a todos esos manes allá, en Estados Unidos y tiene unas plantillas donde te habla de imágenes, de subtexto. Así que yo iba analizando cada escena con esas plantillas y eso me dio un montón de imágenes. Fue un proceso de entender la película en muchas capas, capas que solo yo tenía, eran muchos niveles y a la hora de hablar, yo sabía en qué capa estaba.
Durante estos 10 años de pensar y pensar en su película, ¿sintió en algún punto que usted iba descendiendo y descendiendo como le pasa a los protagonistas? ¿Qué pasó a nivel personal durante ese tiempo?
Creo que el rodaje de la película me toma en un momento de mi vida donde ya estaba sanando. Años atrás yo había tocado fondo. Creo que lo que pasó es que mientras la película iba bajando yo iba para arriba, yo ya estaba saliendo. Así que creo que nos encontramos en un punto medio. Yo veía a un Diógenes subiendo, ya estaba sanando, pero, aun así, cuando termina el rodaje se me va un pedazo de pulmón haciendo esta película.
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¿Cómo así?
Me dio tuberculosis y el lóbulo medio del pulmón se me tapa. Entonces, no sabían que tenía. Yo estuve hospitalizado un mes, pero a mí me hospitalizan porque yo empiezo a botar sangre franca por la boca. Mi papá que era médico apenas me ve dice: “Jueputa. ¿Qué tienes en el pulmón? Cuando me llevan al hospital yo no tengo síntomas de nada. Me hacen todos los exámenes, no presento nada y cuando me van a meter la camarita se dan cuenta que está tapado, tratan de sacar una muestra y no se puede, entonces me dicen: toca sacar esa pieza, porque de igual el aire dejo de entrar y eso se está pudriendo allá adentro, se va a reventar. Entonces, me sacan esa pieza y me dicen: tienes tuberculosis. Me toca hacer un tratamiento, que es como una quimioterapia, una mierda.
Muy duro...
Claro, fue difícil. Yo iba sanando, pero mi cuerpo reaccionó de esa manera. Mi cuerpo dijo: “Sí, sanaste güevon, pero acá se te queda una parte de vos” Y ahí se quedó.
Usted dice: “mi papá era” ¿Su papá ya no está vivo?
Sí, murió hace un año y dos meses.
¿Cuando grabaron la película su papá ya había fallecido?
No, mi papá fallece y no le da para ver la película en cine. Él alcanzó a verla en un computador. No alcanzó a estar en el estreno.
¿Es tan hostil hacer cine en Colombia? ¿Se sacrifica tanto o lo suyo es una decisión personal de tardar 10 años para rodar su ópera prima?
Yo creo que sí es difícil, pero si le preguntas a alguien del 90 ahí sí era muy difícil. Porque no había fondos y era muy complicado. Ahora nosotros estamos en un momento donde hay apertura y la posibilidad de acceder a fondos. Sin embargo, a mí se me dio este tiempo para hacer la película como una bendición, porque si me gano el FDC (Fondo para el Desarrollo Cinematográfico) antes puede que me queme y no esté listo. Siempre fui muy consciente del proceso. Hay gente que se afana mucho y en ese afán se termina quemando.
¿Es decir gente que se afana y no está lista para recibir la crítica?
No está lista para nada. Siento que todo ese tiempo (10 años) ha sido a favor, y lo tomo como una bendición. La gente cree que como uno ya hizo una película va a seguir recibiendo muchos sí, pero como dice Laura Mora “uno podría tapizar su habitación de rechazos”. Uno insiste, sigue puliendo, trabajando. Uno no para y eso va trayendo una energía que encamina. Entonces sí es difícil, pero hay que seguir dándole. No hay otra forma.
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Se proyectara en cines o no, usted iba a hacer “Una madre” porque eso es lo que tenía que hacer, ¿no?
Sí. La película iba a nacer en el 2020 y llega la pandemia, la esconde. Cerraron las salas de todo el mundo dos horas antes de que estrenáramos UNA MADRE y eso guardó la película en una incertidumbre, pero al final Doc:co, la distribuidora, conectó un montón con la gente. Yo te juro, que cuando llega el momento de estrenar, si me hubieran dicho que había espacio en una casa con cinco sillas; yo digo que sí. Yo quería que la viera la gente y se conectara, que hubiera interacción porque yo no estaba buscando una taquilla, fama o prestigio. Me conmueve mucho que la gente me escriba o me cuente que lloró. Yo digo qué bonito que se conectaron y ya. Eso es lo único que estaba buscando.
¿Y eso es lo que seguirá buscando?
Completamente. Lo hablaba con un amigo. Esto dura 15 minutos y ya vamos en el minuto 14:59. Es decir ¿Qué sigue? Hay que seguir trabajando, escribiendo y creando. Si uno toma estos 15 minutos y se monta en una nube se va a caer y se da durísimo.
Entiendo. Entonces, ¿qué viene después de esos 15 minutos de fama?
Quiero hacer mis proyectos personales. Quiero dirigir lo que tengo, lo que estoy escribiendo y lo quiero hacer con mi visión, con mis condiciones. No quiero que llegue alguien con dos mil millones de pesos y me exija que ponga a este o a otro actor. Quiero ser el dueño de mis proyectos, pero entiendo que tengo que pagar mis cuentas y comer, así que siempre está la ventanita de escribir por encargo y si me llaman a dirigir un capítulo de algo voy y lo hago, pero siempre nutriendo mis proyectos personales. Yo no hago cine para ir a una alfombra roja. No sé cómo lo hacen, no sé cómo viven, porque entonces si uno no consigue ir a la alfombra qué ¿se echa a llorar? Yo hice esta película para que las dos personas que la vean o los dos millones logren sacudirse. Si eso me lleva a la alfombra en algún momento me llevara, pero no es un objetivo. Lo que yo necesito de verdad es transmitir lo que tengo para decir, conectar con la gente.
¿Y el cine es esa manera?
Claro, pero uno va creciendo y entiende que la vida son un montón de esferas. La vida no se puede volver solo esta esfera de cineasta. Hay un montón de otras cosas, los amigos, la vida, el guayabo, viajar, conocer gente, ser voluntario. Hay un montón de otras cosas.
Hablando de otras esferas ¿su papá es quién le pone Diógenes como el filósofo? ¿Eso ha influido en algo?
Sí, el nombre viene de mi papá. Mi papá también se llamaba Diógenes. Él era de la costa, de San Juan, y como buen costeño él dijo: “se va a llamar igual a mí”, pero la historia con él es que yo tengo ascendencia árabe de mi bisabuelo y él era fanático de los griegos. Su primera hija se llamó Jazna, que es mi abuela y le inculcó este interés, así que cuando ella tiene su primer varoncito le pone Diógenes. Mi papá me pone así por esto y siento que el nombre es una marca ¿en qué sentido? A mí de peladito me daba duro llamarme Diógenes porque aquí en Medellín todo el mundo se llama Camilo, Juan, entonces yo pensaba: ¿Diógenes, eso qué? Pero una vez lo acojo se convierte en mi identidad, yo lo adopto como mi marca. Si la cago saben quién es Diógenes.
Cuando era adolescente y reconoce que tiene el nombre de un filósofo muy particular, ¿pensó que podría apropiarse de eso de alguna manera?
Claro, está Diógenes el cínico y está Laercio que es el que busca el hombre bueno con la linterna. Ese es el noble porque el cínico es un desastre y era el que se masturbaba en público, el que peleó con Platón, el que le quita las plumas a la gallina y se las tira ahí. El man era muy, anarquía a full y yo siento que la personalidad a mí se me mezcló. Yo soy una persona muy respetuosa, y eso me lo inculcó mi papá. Y sí soy del respeto, pero no de la pleitesía, porque eso no sirve para nada. El respeto sirve, pero tampoco me gusta que me rindan pleitesía. Ahora mucha gente me ha escrito para felicitarme por la película, pero no sé… La muerte de mi papá fue la aterrizada más hijueputa que me ha pegado la vida en el sentido de entender la mortalidad. Es decir, uno sabe que se va a morir, pero una vez uno entiende la mortalidad, uno baja a un plano de valorarlo todo, pero nada me importa. Es otro plano.
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Ahora que lo valora todo, entiendo que va a tomarse el tiempo que sea necesario para decir lo que tenga que decir, pero ¿ya está pensando en otra película?
Sí, desde la enfermedad me volví a reconectar, escribir para mí. Ahí logre entender que eso es lo que más amo. Sí están los trabajos que uno tiene que hacer por encargo, porque uno necesita pagar las cuentas, pero escribir para mí, a mis tiempos, ha sido algo que valoro mucho. Mientras estaba enfermo, cuando ya Una madre iba terminando edición, escribo otro guion con el cual tengo la fortuna de ganarme la beca de alcaldía en el 2019 de guion, y ya me gané el FCD guion el año pasado. La temática no aborda la salud mental, pero me di cuenta que lo me mueve a mí es el tema de la familia, desde esa fragmentación o esos retazos de personas que tratan de volverse familia. Entonces, busco una sanación ahí que yo creo que voy a estar buscando siempre. Porque, vos ves, mi hermana vive en Australia, mi mamá no vive en Colombia, mi papá ya murió y yo hablaba eso con una novia que tenía. Ella era muy familiar y a mí me gustaba eso porque yo no tengo un ideal de familia. Yo soy muy tranquilo solo, puedo estar tranquilo solo y no estoy buscando esas personas que necesito tener cuatro hijos. Yo no estoy buscando tener hijos, yo puedo vivir tranquilo solo. Ya tengo ese guion escrito y tengo otro y siempre hablo de familia.
Esa es su obsesión
Sí, esa es. Lo que se viene ahora es de un contexto de frontera. En Una madre está la cápsula de salud mental y está la familia en medio de todo esto, en este guion es de frontera, es un padre y una hija que están buscando reconectarse y a partir de una situación van a ver si se pueden reconectar o no. Entonces claro, ahí arranca como todo este viaje que vos lo ves y son varias capas y ahí está Diógenes hablando de familia.