Discípulos de Grouchy
Perder no siempre es un tropiezo; a veces es una traición a las expectativas ajenas o una meta nunca alcanzada, aunque todos la aplaudan como un éxito.
Ciprian Vălcan- Universidad “Aurel Vlaicu” Arad-Rumania
Perder significa no alcanzar un objetivo que te habías fijado, no continuar una trayectoria que te habías propuesto, desviarte de manera inexplicable de la dirección que deseabas seguir. Perder significa que te tiembla la mano si te preparas para convertirte en el arquero más extraordinario de los partidos. Fallar significa que tu voluntad vacila ante las tentaciones, dejándote llevar por el engaño de los sentidos cuando imaginas que estás listo para ocupar el puesto vacante de un San Antonio posmoderno. Perder significa usar mal tu llave maestra, demuestra ser incapaz de abrirte camino hacia un tesoro que te preparabas para robar. Perder significa tener problemas de memoria justo cuando te preparas para concluir un discurso fulminante contra Demóstenes, olvidando incluso la grandiosa diatriba final. Perder significa no poder derrotar a los ingleses en Waterloo, a pesar de un plan genial, debido a la tonteria de Grouchy.
Pero perder también puede significar otra cosa: no cumplir con las esperanzas que otros depositan en ti, decepcionar las expectativas de desconocidos, no alcanzar esos rendimientos que consideraban naturales para ti, quedarte siempre por debajo del listón invisible que te han fijado, esperando con emoción tus preparativos para el salto de altura. Puedes no desear nada, no haberte propuesto nunca un objetivo, carecer incluso del más pequeño impulso agonístico, ya que, sin saberlo, los que están detrás de ti, los que observan febrilmente tus movimientos, no dudarán en juzgarte, atribuyéndote sus propias fantasías y acusándote de haber defraudado sus esperanzas, demostrando ser incapaz de encarnar sus ideales, mostrándote gobernado por ambiciones insignificantes, dejándote aplastar por la implacable avalancha de la mediocridad que, he aquí, ni tú has sido capaz de detener.
En consecuencia, parece haber varios tipos de fracaso, dependiendo de la superposición de las dos perspectivas:
1. Ratat Ratatovici se propone convertirse en presidente de Argentina, sucediendo al doctor Ubu. Sin embargo, lo encontramos antes de jubilarse en el puesto de director adjunto de un banco provincial siciliano, perdiéndose en su objetivo. Su tía Salamandra y la vecina Encarnación desde su infancia creían que haría una carrera brillante, casándose con una belleza local y llegando a ser director de una poderosa empresa transnacional. Ratatovici es solo vicepresidente de un banco al borde de la quiebra y ha quedado como un soltero empedernido, por lo que ha decepcionado las expectativas. Doble fracaso.
2. Ratat Ratatovici quiere convertirse en campeón mundial de espada y para eso se prepara desde los diez años. Vence uno a uno a todos sus rivales locales, gana diez veces seguidas el título de campeón de las dos Américas, añade a su palmarés otros trofeos internacionales, pero nunca logra pasar de los cuartos de final en un campeonato mundial. Considerado el mejor sablista de Argentina, condecorado y ovacionado, disimula con dificultad su insatisfacción, consciente de que ha fallado en su objetivo, aunque todos los demás lo consideren un ejemplo de éxito.
3. Ratat Ratatovici es un joven precoz, siempre el mejor, el más inteligente, el más hermoso. Admirado por todos los que llegan a conocerlo, es considerado el escritor más prometedor de lengua española desde Cervantes, aunque solo tiene 27 años. Sin embargo, decide renunciar a la escritura, esforzándose por llevar una vida impecable desde el punto de vista moral, dedicándose a practicar las virtudes que solo había encontrado en los libros. Muere a los 55 años, completamente en paz consigo mismo, después de haber vivido en plena concordancia con el objetivo que se había fijado. Los pocos críticos literarios que aún lo recuerdan hablan de la inexplicable deriva que lo privó de un gran destino literario, considerando que podría haber sido el mayor escritor del siglo XXI y lamentando que haya perdido tal oportunidad.
Aunque se los considere unos parias, dejándolos completamente fuera de las clasificaciones, condenados a ilustrar las posturas radicales del fracaso, el parásito, el cínico y el vagabundo deben recibir el mismo trato que Ratat Ratatovici. Dan testimonio de ellos Luciano de Samosata, Sloterdijk y Cioran.
Original inédito en rumano: “Sînge”. Traducción al español y notas por Miguel Ángel Gómez Mendoza (Universidad Tecnológica de Pereira-Colombia). Se traduce y publica con autorización del autor. *
Perder significa no alcanzar un objetivo que te habías fijado, no continuar una trayectoria que te habías propuesto, desviarte de manera inexplicable de la dirección que deseabas seguir. Perder significa que te tiembla la mano si te preparas para convertirte en el arquero más extraordinario de los partidos. Fallar significa que tu voluntad vacila ante las tentaciones, dejándote llevar por el engaño de los sentidos cuando imaginas que estás listo para ocupar el puesto vacante de un San Antonio posmoderno. Perder significa usar mal tu llave maestra, demuestra ser incapaz de abrirte camino hacia un tesoro que te preparabas para robar. Perder significa tener problemas de memoria justo cuando te preparas para concluir un discurso fulminante contra Demóstenes, olvidando incluso la grandiosa diatriba final. Perder significa no poder derrotar a los ingleses en Waterloo, a pesar de un plan genial, debido a la tonteria de Grouchy.
Pero perder también puede significar otra cosa: no cumplir con las esperanzas que otros depositan en ti, decepcionar las expectativas de desconocidos, no alcanzar esos rendimientos que consideraban naturales para ti, quedarte siempre por debajo del listón invisible que te han fijado, esperando con emoción tus preparativos para el salto de altura. Puedes no desear nada, no haberte propuesto nunca un objetivo, carecer incluso del más pequeño impulso agonístico, ya que, sin saberlo, los que están detrás de ti, los que observan febrilmente tus movimientos, no dudarán en juzgarte, atribuyéndote sus propias fantasías y acusándote de haber defraudado sus esperanzas, demostrando ser incapaz de encarnar sus ideales, mostrándote gobernado por ambiciones insignificantes, dejándote aplastar por la implacable avalancha de la mediocridad que, he aquí, ni tú has sido capaz de detener.
En consecuencia, parece haber varios tipos de fracaso, dependiendo de la superposición de las dos perspectivas:
1. Ratat Ratatovici se propone convertirse en presidente de Argentina, sucediendo al doctor Ubu. Sin embargo, lo encontramos antes de jubilarse en el puesto de director adjunto de un banco provincial siciliano, perdiéndose en su objetivo. Su tía Salamandra y la vecina Encarnación desde su infancia creían que haría una carrera brillante, casándose con una belleza local y llegando a ser director de una poderosa empresa transnacional. Ratatovici es solo vicepresidente de un banco al borde de la quiebra y ha quedado como un soltero empedernido, por lo que ha decepcionado las expectativas. Doble fracaso.
2. Ratat Ratatovici quiere convertirse en campeón mundial de espada y para eso se prepara desde los diez años. Vence uno a uno a todos sus rivales locales, gana diez veces seguidas el título de campeón de las dos Américas, añade a su palmarés otros trofeos internacionales, pero nunca logra pasar de los cuartos de final en un campeonato mundial. Considerado el mejor sablista de Argentina, condecorado y ovacionado, disimula con dificultad su insatisfacción, consciente de que ha fallado en su objetivo, aunque todos los demás lo consideren un ejemplo de éxito.
3. Ratat Ratatovici es un joven precoz, siempre el mejor, el más inteligente, el más hermoso. Admirado por todos los que llegan a conocerlo, es considerado el escritor más prometedor de lengua española desde Cervantes, aunque solo tiene 27 años. Sin embargo, decide renunciar a la escritura, esforzándose por llevar una vida impecable desde el punto de vista moral, dedicándose a practicar las virtudes que solo había encontrado en los libros. Muere a los 55 años, completamente en paz consigo mismo, después de haber vivido en plena concordancia con el objetivo que se había fijado. Los pocos críticos literarios que aún lo recuerdan hablan de la inexplicable deriva que lo privó de un gran destino literario, considerando que podría haber sido el mayor escritor del siglo XXI y lamentando que haya perdido tal oportunidad.
Aunque se los considere unos parias, dejándolos completamente fuera de las clasificaciones, condenados a ilustrar las posturas radicales del fracaso, el parásito, el cínico y el vagabundo deben recibir el mismo trato que Ratat Ratatovici. Dan testimonio de ellos Luciano de Samosata, Sloterdijk y Cioran.
Original inédito en rumano: “Sînge”. Traducción al español y notas por Miguel Ángel Gómez Mendoza (Universidad Tecnológica de Pereira-Colombia). Se traduce y publica con autorización del autor. *