Borromini y Bernini, la batalla arquitectónica que moldeó la Roma barroca
A propósito del documental “Borromini y Bernini: genios de la arquitectura en Roma”, que se estrenó el pasado 26 de julio y se presentará en Cine Colombia hasta el 29 de julio, exploramos la historia y la rivalidad de dos arquitectos que moldearon el barroco romano.
Andrea Jaramillo Caro
Entre las calles de Roma, que esconden siglos de historia, civilizaciones y regentes, se libró una batalla que nada tuvo que ver con espadas o sangre. Esta guerra se desarrolló entre piedras, mármoles y ladrillos. Fue un enfrentamiento que duró décadas y sobrevivió a diferentes papas y familias poderosas. Cada bando estaba armado de conocimientos y apreciaciones estéticas que, durante el siglo XVII, produjeron algunas de las edificaciones más representativas de Roma. Los líderes fueron dos de las mentes que moldearon a la ciudad eterna con el estilo Barroco que marcó iglesias y palacios en su momento.
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Entre las calles de Roma, que esconden siglos de historia, civilizaciones y regentes, se libró una batalla que nada tuvo que ver con espadas o sangre. Esta guerra se desarrolló entre piedras, mármoles y ladrillos. Fue un enfrentamiento que duró décadas y sobrevivió a diferentes papas y familias poderosas. Cada bando estaba armado de conocimientos y apreciaciones estéticas que, durante el siglo XVII, produjeron algunas de las edificaciones más representativas de Roma. Los líderes fueron dos de las mentes que moldearon a la ciudad eterna con el estilo Barroco que marcó iglesias y palacios en su momento.
Francesco Borromini y Gian Lorenzo Bernini se pelearon durante años las comisiones para crear edificios que desafiaron los límites de su tiempo y los inscribieron en la historia del arte y la arquitectura como maestros.
Caminar por las calles de la ciudad italiana es como jugar al mapa del tesoro, estando a la cacería de aquellas obras que marcaron la carrera de estos dos arquitectos. Una plaza donde se puede encontrar una iglesia de Borromini puede tener como compañera una fuente de Bernini. Este lugar existe, es la Plaza Navona, donde se encuentra la fuente de los cuatro ríos creada por Bernini, enfrentada con la iglesia de Santa Inés en Agonía.
Ambos artistas, siendo contemporáneos, lucharon por la atención de los poderosos. Con cada cambio de pontífice, llegaba una nueva familia, con nuevos intereses, al poder. Esto implicaba nuevas comisiones artísticas y arquitectónicas que inscribieran su legado en la eternidad.
Cuando Francesco Castelli, quien luego cambiaría su nombre por Borromini, llegó a Roma, no era más que un aprendiz. Aprendió el oficio de los albañiles y residió en Roma en una casa junto al río Tíber, mientras que acompañaba a su tío en su trabajo en la Basílica de San Pedro. Allí conoció a su primer maestro y se hizo un nombre para sí mismo.
Mientras que el futuro arquitecto comenzaba de cero, Bernini ya gozaba de reconocimiento en las esferas de poder. Era considerado un genio desde niño y como tal, comenzó a recibir comisiones una vez llegó al trono de San Pedro un papa que lo favorecía.
Borromini y Bernini trabajaron en una armonía tensa durante el año de 1629, cuando, junto a Carlo Maderno, construyeron el Palazzo Barberini. Los estilos de ambos se hicieron notar en diferentes detalles. Algunos de ellos fueron las escaleras o las ventanas.
Las curvas se convirtieron en un elemento característico de Borromini, mientras que Bernini se inclinaba hacia la opulencia. Durante el papado de Urbano VIII, Bernini recibió el favor del sumo pontífice, mientras que Borromini fue relegado a seguir sus órdenes. Y, si hubo una manzana de la discordia entre ambos, fue el Baldaquino de la Basílica de San Pedro, la estructura que se erigió bajo el domo que Miguel Ángel ideó. Las formas curvas y los dibujos han sugerido a los expertos que fue obra de Borromini, sin embargo, la comisión y el crédito fueron a parar a su contrincante. En ese momento, Francesco Castelli tomó una decisión: seguiría su camino y vería a sus visiones arquitectónicas llevar su nombre. Fue entonces cuando hizo un efectivo rediseño de su marca personal. Abandonó el nombre con el que nació y lo reemplazó por aquel con el que hizo historia: Borromini.
“Borromini fue uno de los primeros arquitectos verdaderamente profesionales. Para él, la arquitectura era una cuestión de vida o muerte; mientras trabajaba en la suntuosa reconstrucción de la gran basílica paleocristiana de San Giovanni in Laterano, sorprendió a un hombre, según Downes, “dañando in fraganti algunos ornamentos y, en particular, destrozando, escupiendo y desfigurando algunas losas de piedra”. Borromini hizo que lo golpearan y, cuando murió, recibió el indulto papal”, escribió Jonathan Glancey para The Guardian. Este es uno de los episodios en los que se evidenció el carácter de Borromini.
Más allá de las diferencias estilísticas y las luchas por trabajo, ambos eran profundamente diferentes. “Donde Bernini era afable, Borromini era serio; donde Borromini se preocupaba, Bernini celebraba. Bernini utilizó a Borromini cuando le convenía, y muy probablemente lo explotó a través de una serie de encargos papales”, continuó.
La guerra de cinceles se libró en edificaciones como la Basílica de San Pedro, donde Bernini ganó la primera batalla cuando fue nombrado director de obra, y Borromini se quedó con la segunda victoria cuando logró que se derribara una de las torres que había construido su rival, a causa de una grieta que había sido descubierta. La historia luego probó que esto no era culpa de Bernini, sino del jefe de obra que lo precedió. Otra construcción por la que pasó esta enemistad fue la capilla de la Universidad Sapienza de Roma, la cual fue encargada a Borromini por una sugerencia de Bernini. Fue un desafío, pues la dificultad de la comisión estaba en el espacio que le había sido asignado.
El éxito de Borromini quedó consagrado en las estructuras que creó. Sin embargo, en vida, esa fama de la que gozó durante cierto tiempo comenzó a extinguirse rápidamente hasta llevarlo a su fin. Francesco Borromini falleció a los 67 años luego de haber atravesado su tórax con una espada. Hay quienes dicen que su suicidio, más allá de haber sido permeado por una enfermedad desconocida que padecía, fue un “llamado desesperado por ayuda”. Aunque su muerte fue prematura, el legado de este arquitecto dejó una huella indeleble en las calles de Roma y en la historia del arte.