“Domo”: cuando la ideología enceguece
La película colombiana que se estrenó ayer, dirigida por Tayo Cortés y protagonizada por Christoph Baumann, aborda temáticas como el conocimiento ancestral indígena, el secuestro, la desaparición forzada y el fanatismo. En Bogotá se presenta en Cinemas Procinal Salitre Plaza hasta el martes 16 de mayo.
Danelys Vega Cardozo
Solo hay una luz en medio de la oscuridad. Se escuchan ruidos de animales. Un hombre camina en la selva. Cava como de costumbre. No es oro lo encuentra, sino cadáveres. Corre. Cuando llega a la ciudad, vende una de sus posesiones para tener con que anestesiarse: alcohol, mucho alcohol. A veces se costea una habitación para dormir, pero en otras ocasiones los andenes se convierten en camas. En la basura halla pequeños tesoros: alimento. Sin saberlo, su vida está entrelazada con otras más. De hecho, la vida de muchos lo está: desde un policía, una jueza, un alcalde, hasta un profesor de biología, su hija, y un taita. El elemento que los une es una organización criminal.
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Solo hay una luz en medio de la oscuridad. Se escuchan ruidos de animales. Un hombre camina en la selva. Cava como de costumbre. No es oro lo encuentra, sino cadáveres. Corre. Cuando llega a la ciudad, vende una de sus posesiones para tener con que anestesiarse: alcohol, mucho alcohol. A veces se costea una habitación para dormir, pero en otras ocasiones los andenes se convierten en camas. En la basura halla pequeños tesoros: alimento. Sin saberlo, su vida está entrelazada con otras más. De hecho, la vida de muchos lo está: desde un policía, una jueza, un alcalde, hasta un profesor de biología, su hija, y un taita. El elemento que los une es una organización criminal.
Al jefe de aquella organización lo llaman Mr. Koch. Es alto y su cabello está cubierto por canas. Se asegura de que todo marche bien, que puedan seguir controlando territorios y moviendo su mercancía. Quienes los amenacen tendrán que pagar. “No es una película netamente política o que trata de mostrar de forma realista la violencia, sino que emplea el simbolismo de dos mundos, de dos organizaciones o rituales”, dice Christoph Baumann, quien interpreta a Mr. Koch en la cinta colombiana Domo. Y es que en el largometraje se muestra, por un lado, un mundo turbio, movido por el narcotráfico y la ideología llevada hasta el extremo del fanatismo, en donde los limites dejan de vislumbrarse, y, por otro lado, el conocimiento ancestral indígena empleado para la sanación. La sanación a la que acude un padre angustiado por la desaparición de su hija.
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El padre parece ser un profesor de Biología o al menos incursiona en el estudio de las plantas. Su apellido es López y su hija se llama Sara, quien tal vez es su única compañía. Y un día se la arrebatan: la secuestran. Acude a la policía en busca de ayuda. Sus esfuerzos por esa vía son infructíferos y los son porque un mayor de la policía guarda un secreto: sus vínculos con la organización de Mr. Koch, que incluye hasta rituales satánicos. De ahí que Sara sea secuestrada, pues encaja con perfil requerido; será el próximo sacrificio humano. No es la única, porque en realidad en un lugar llamado Tierra Fría lo que abunda son cadáveres; la fosa común que aquella noche encontró el guaquero. Su maldición: termina siendo parte de la lista de desaparecidos, se convierte en uno de los tantos cuerpos bajo tierra.
“Yo he ido varias veces a Antioquia a presentar obras de teatro y he oído de las desapariciones de artistas durante esa época de los 90, entonces estaba familiarizado con la idea”. Con lo que no estaba tan familiarizado Christoph Baumann era con su personaje de Mr. Koch. Para prepararlo recurrió a personalidades como Donald Trump y Hitler, y largometrajes, documentales y cortometrajes sobre poderes fascistas y autoritarios. Incluso, Tayo Cortés, director de Domo, le hizo un obsequio: libros, entre ellos El clan de los doce apóstoles. Pero antes de eso y aceptar protagonizar aquella película, tuvo que resolver una duda.
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Le inquietaba saber por qué Cortés quería que precisamente él, un alemán, interpretara a un hombre como Mr. Koch tan ligado a una realidad colombiana y a un perfil paramilitar. Entonces el cineasta le explicó que consideraba que ese personaje tenía antecedentes del fascismo alemán. Lo cierto es que los miembros de la organización de Mr. Koch se comportan como si estuvieran cegados, de la misma forma como lo hicieron los adeptos al nazismo. Debido a eso dejan de ser individuos y pasan a estar uniformados y despersonalizados. “Cuando te polarizas a nivel de un fanatismo absoluto, ya no hay una discusión sobre si estoy en el bien o el mal, porque yo soy el bien, aunque soy malísimo; soy la ley, aunque pisoteo todas las leyes, yo me impongo como forma de vida, aunque en realidad es pura muerte; es simplemente la destrucción”.
Pero alguien despierta del trance en el que se encuentra y le da un giro a la historia de la película. “Sabemos que muchas veces las personas que están detrás de los crímenes no terminan en la cárcel o siendo juzgados, sino absueltos. En Domo tampoco sabes qué sucede al final”. En aquella cinta que tardó 11 años en ver su resultado. En 2011 se grabaron las primeras tomas en Pasto, en el volcán Azufral, en Mocoa y en Sibundoy. Luego de eso, hubo un largo período de receso, de búsqueda de fondos, entonces no fue sino hasta febrero de 2021 que continuaron con la filmación. En Domo se incluyeron tomas relacionadas con los rituales indígenas y su medicina: ayahuasca, también conocida como yagé. Baumann estuvo presente en esas escenas, aunque en la película no aparezca en ellas. Él presenció rituales reales, no actuados, que fueron filmados durante dos días.
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De repente, en el largometraje aparece el profesor caminando por una selva con un taita. Se sientan en un sitio. Toman de la medicina ancestral. El profesor quiere conocer el paradero de su hija. Vomita y, mientras lo hace, el taita entra en una especie de trance. Llegan las visiones. Surge la imagen de un hombre montado a caballo, al que le corre sangre por la boca; la de Mr. Koch cargando una bolsa negra en sus hombros, aquella que parece contener un cuerpo y la de Sara cuando está siendo drogada para poder ser secuestrada, entre otras. Mientras tanto, en otro lugar también están en trance, aunque en uno distinto.
En el lugar en donde queda la organización de Mr. Koch participan en un ritual personas vestidas con una toga negra con rayas doradas, entre ellas un policía, un alcalde y una jueza. Todos tienen la boca cubierta de sangre y en la mesa hay una ofrenda humana. Mr. Koch pronuncia unas palabras a modo de canto. Han llevado a cabo su propósito, aunque con un ligero cambio en el camino. “La película no te resuelve los problemas con un buen final, sino que más bien te cuestiona. En el fondo siempre hay un llamado a la sociedad civil a sanarse, a meter la cuchara, a no abstraerse de los problemas y dejarlos solo en mano de los políticos, sino seguir activamente en la defensa”.
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