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                                                                                                                                “Donde cantan las ballenas” de Sara Jaramillo: un caminar incierto pero valiente

                                                                                                                                Donde cantan las ballenas es la reciente novela de la periodista y escritora Sara Jaramillo Klinkert, publicada por el Grupo Editorial Lumen. Una novela que describe los paisajes de Parruca, un lugar lejano en el cual el dolor y el sufrimiento no son más que una decisión.

                                                                                                                                Elena Chafyrtth

                                                                                                                                Sara Jaramillo es autora del libro “Como maté a mi padre”, publicado por las editoriales Angosta y Lumen en España. / Alejandro Velásquez Vásquez
                                                                                                                                Foto: Alejandro Velásquez Vásquez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le sugerimos leer Sara Jaramillo Klinkert: “Las cosas que callamos terminan definiéndonos”

                                                                                                                                Sara Jaramillo también es autora del libro "Cómo maté a mi padre".
                                                                                                                                Foto: Archivo particular

                                                                                                                                Con sus pies descalzos caminaba por cada rincón de la casa sintiendo cómo el silencio se apodera de su hogar y su familia cada milisegundo. No se volvió a escuchar la ópera de Rossini que a Teresa, su madre, tanto le gustaba ponerles a las plantas; no se le volvió a ver puesto el vestido rojo que le encantaba presumir ni volvió a salir de su cuarto en busca de las piedras que le proporcionaban tanta energía. Por su parte, su hermano Tobías recolectaba cada día más y más hongos para poder viajar a un mundo que consideraba perfecto, donde la crueldad y el abandono no estuvieran a su alcance. Las paredes olían a humedad, los árboles crecían por toda la casa enredándose por las rendijas del ventanal. El techo y las lámparas estaban impregnadas de telarañas, la casa se caía a pedazos. Se sentaba cerca al estanque y cerraba los ojos pensando en que “crecer no es otra cosa que tomar decisiones”. Así pues, ella decidió.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                “Ahora estaba vacío, y lo más probable era que permaneciera así, porque la caída de los primeros ídolos no es más que la comprobación de que el único lugar en donde las personas son perfectas y dignas de adoración es dentro de la cabeza de quien las idealiza”. Cada vez que se bañaban en la quebrada, Gabi le regalaba una que otra frase a Candelaria, quien con su mirada llena de desasosiego le confirmaba que los seres humanos en algún momento le tenemos miedo a caminar solos, al abandono y a la ausencia de quienes fueron testigos de nuestras primeras palabras. Solemos engañarnos al anochecer y creer que podemos ser salvados por las mismas personas a quienes endiosamos; que son ellos quienes pueden decidir qué camino podemos tomar cuando se desborde el río. No obstante, el sentido que manifestemos con nuestras palabras y las consecuencias de nuestras acciones son las que nos dan valor para caminar por una línea que trascienda, que permanezca, que perdure en nuestra conciencia.

                                                                                                                                Cuando se tiene la fortuna de encontrarse con esta novela de Sara Jaramillo se logra comprender que renunciar ante la vida es sinónimo de deslealtad consigo mismo. Al leer estas páginas naufragamos en un viaje que, de alguna manera, nos obliga a mitigar y al mismo tiempo, a evaporar el miedo, el abandono, la soledad y la culpa. Para que así nos atrevamos a subir a lo más alto de la montaña. Arriesgándonos a sobrevivir, a grabar en nuestra memoria que somos los únicos que pueden detener o aumentar las marejadas en nuestra vida. Con cada paso que damos, por pequeño o grande que sea, vamos entendiendo la importancia y la magia de decidir por nosotros mismos, pues algún día comprenderemos que lo que tanto buscamos no existe en el otro, sino reposa en nuestra alma. “Llevaba tanto tiempo sin hablar con nadie de las cosas que bullían en su interior que había llegado a convencerse de que no era tan necesario hacerlo, que se podía vivir sin tener que compartir los propios pensamientos. Parecía que todo el mundo andaba muy ocupado lidiando con su propia vida y con sus propias cosas, que ella debía hacer lo mismo”.

                                                                                                                                Sara Jaramillo es autora del libro “Como maté a mi padre”, publicado por las editoriales Angosta y Lumen en España. / Alejandro Velásquez Vásquez
                                                                                                                                Foto: Alejandro Velásquez Vásquez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le sugerimos leer Sara Jaramillo Klinkert: “Las cosas que callamos terminan definiéndonos”

                                                                                                                                Sara Jaramillo también es autora del libro "Cómo maté a mi padre".
                                                                                                                                Foto: Archivo particular

                                                                                                                                Con sus pies descalzos caminaba por cada rincón de la casa sintiendo cómo el silencio se apodera de su hogar y su familia cada milisegundo. No se volvió a escuchar la ópera de Rossini que a Teresa, su madre, tanto le gustaba ponerles a las plantas; no se le volvió a ver puesto el vestido rojo que le encantaba presumir ni volvió a salir de su cuarto en busca de las piedras que le proporcionaban tanta energía. Por su parte, su hermano Tobías recolectaba cada día más y más hongos para poder viajar a un mundo que consideraba perfecto, donde la crueldad y el abandono no estuvieran a su alcance. Las paredes olían a humedad, los árboles crecían por toda la casa enredándose por las rendijas del ventanal. El techo y las lámparas estaban impregnadas de telarañas, la casa se caía a pedazos. Se sentaba cerca al estanque y cerraba los ojos pensando en que “crecer no es otra cosa que tomar decisiones”. Así pues, ella decidió.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                “Ahora estaba vacío, y lo más probable era que permaneciera así, porque la caída de los primeros ídolos no es más que la comprobación de que el único lugar en donde las personas son perfectas y dignas de adoración es dentro de la cabeza de quien las idealiza”. Cada vez que se bañaban en la quebrada, Gabi le regalaba una que otra frase a Candelaria, quien con su mirada llena de desasosiego le confirmaba que los seres humanos en algún momento le tenemos miedo a caminar solos, al abandono y a la ausencia de quienes fueron testigos de nuestras primeras palabras. Solemos engañarnos al anochecer y creer que podemos ser salvados por las mismas personas a quienes endiosamos; que son ellos quienes pueden decidir qué camino podemos tomar cuando se desborde el río. No obstante, el sentido que manifestemos con nuestras palabras y las consecuencias de nuestras acciones son las que nos dan valor para caminar por una línea que trascienda, que permanezca, que perdure en nuestra conciencia.

                                                                                                                                Cuando se tiene la fortuna de encontrarse con esta novela de Sara Jaramillo se logra comprender que renunciar ante la vida es sinónimo de deslealtad consigo mismo. Al leer estas páginas naufragamos en un viaje que, de alguna manera, nos obliga a mitigar y al mismo tiempo, a evaporar el miedo, el abandono, la soledad y la culpa. Para que así nos atrevamos a subir a lo más alto de la montaña. Arriesgándonos a sobrevivir, a grabar en nuestra memoria que somos los únicos que pueden detener o aumentar las marejadas en nuestra vida. Con cada paso que damos, por pequeño o grande que sea, vamos entendiendo la importancia y la magia de decidir por nosotros mismos, pues algún día comprenderemos que lo que tanto buscamos no existe en el otro, sino reposa en nuestra alma. “Llevaba tanto tiempo sin hablar con nadie de las cosas que bullían en su interior que había llegado a convencerse de que no era tan necesario hacerlo, que se podía vivir sin tener que compartir los propios pensamientos. Parecía que todo el mundo andaba muy ocupado lidiando con su propia vida y con sus propias cosas, que ella debía hacer lo mismo”.

                                                                                                                                Por Elena Chafyrtth

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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