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Doscientos años de Castillo y Rada (I)

A manera de homenaje al historiador Héctor Muñoz Bustamante, recientemente fallecido, presentamos la primera entrega de una de sus series. “Doscientos años de Castillo y Rada” se publicó entre el 17 y 22 de diciembre de 1976 en El Espectador. Con esta serie sobre el prócer, Muñoz recibió su segundo Premio Simón Bolívar en 1977.

Héctor Muñoz Bustamante
23 de noviembre de 2022 - 11:27 p. m.
La serie compuesta de cinco entregas se publicó en conmemoración del bicentenario de José María del Castillo y Rada.
La serie compuesta de cinco entregas se publicó en conmemoración del bicentenario de José María del Castillo y Rada.
Foto: Archivo
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Promotor de la independencia

Se cumplen en estos días doscientos años del nacimiento de don José María del Castillo y Rada, prócer, jurisconsulto prestigioso, hacendista acatado, ameno orador y consultor en las grandes dificultades de Bolívar y Santander.

Ex-rector del Colegio Mayor del Rosario, autoridad en ciencia constitucional y economía política, patriota fervoroso, escritor brillante, Castillo y Rada hizo parte del Colegio Constituyente de Cundinamarca, del Congreso Federal de las Provincias Unidas, fue gobernador de la Provincia de Tunja, vicepresidente del Congreso de Cúcuta, secretario de Hacienda y encargado del Poder Ejecutivo en ausencia de Simón Bolívar.

Admirable hombre de Estado, Castillo y Rada propuso y apoyó vigorosamente una emisión de vales pagaderos en las salinas de Zipaquirá, Nemocón y Tausa. A esos títulos de deuda pública se les denominó papel-sal. Con este arbitrio fiscal se pudo atender en gran parte a la financiación de la Campaña Libertadora, en la que, por entonces, participaban diez mil patriotas.

Algunos de sus biógrafos sostienen que Castillo y Rada fue quien creó el impuesto a la renta que, con el nombre de contribución directa, aprobó el Congreso de Cúcuta. Pero la iniciativa de ese gravamen -que tanto mortifica actualmente a los colombianos-, le correspondió a don Pedro Gual, en su carácter de ministro de Hacienda. Lo que sí corresponde a la verdad es que Castillo y Rada fue uno de los más decididos y constantes defensores de aquel impuesto, que ahora el Estado nos lo cobra “por derechas” con la retención en la fuente.

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Catedrático insigne, virtuoso, ministro del Interior y encargado de la cartera de Relaciones Exteriores, este ilustre colombiano fue uno de los personajes más queridos por las damas santafereñas, a varias de las cuales “se les escurría la baba por él”.

Oriundo de Cartagena

J.M. del Castillo y Rada nació en Cartagena de Indias el 21 de diciembre de 1776. es decir, hace 200 años. Fueron sus padres don Nicolás del Castillo, natural de Alicante, España, ayudante mayor del Rey, y doña Manuela de Rada y la Torre Berrio.

Del Castillo y Rada, llamado por sus contemporáneos el “Aristides colombiano”, era hermano del general Manuel del Castillo, mártir de la libertad.

Con suficientes bienes de fortuna, la familia Castillo y Rada figura entre aquellas que enaltecieron a la Ciudad Heroica.

En sus Memorias, don José María dice: “La Providencia me hizo nacer de una familia distinguida por el lugar que ocupaba en la sociedad, bajo el sistema monárquico que regía en aquel tiempo. Desde que abrí los ojos al mundo, me encontré rodeado de las ilustraciones en las diferentes carreras de Ja magistratura. la milicia y la Iglesia. Se me dio la educación más cuidadosa que podía darse en aquellos tiempos del colonialismo y del atraso, y debo confesar que a ningunas lecciones debo tanto corno a la de los ejemplos que jamás olvidaré y constantemente recuerdo con gran ternura”.

Hacia Bogotá

Huérfano de padre y madre a la edad de diez años, sus tutores lo enviaron a la capital del Virreinato a iniciar estudios superiores. Obtiene beca en el Colegio Mayor del Rosario, “cuando no era lícito a todos vestirla”. Allí estudió latín y humanidades. Después, por ocho años, se “dedicó a la filosofía y la jurisprudencia, hasta recibir el grado de doctor en derecho civil en la antigua Universidad de Santo Tomás.

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Siendo estudiante de derecho en el claustro rosarista, es nombrado profesor de filosofía. Y al concluir su carrera, obtiene, por oposición, la cátedra de derecho civil. En el Colegio de San Carlos, de Cartagena, prosiguió su cátedra. Y, finalmente, en el Mayor del Rosario, como consiliario y rector, años después.

En 1802, es admitido en la Real Audiencia para el ejercicio de la abogacía. A poco, recibe los títulos de abogado de los Reales Consejos y de todas las Audiencias de Indias.

Tal era su situación en 1808 cuando se recibieron las primeras noticias de haber invadido a España el emperador de los franceses. Desde ese momento, Castillo y Rada fue uno de los que vieron llegado el día de separar estos países de la Corona de Castilla, para “hacerlos marchar independientes por el camino de la libertad hasta la altura de la prosperidad y la grandeza”.

El 11 de septiembre de aquel año se había establecido con su cooperación la primera Junta Suprema del Reino. Concurrió a una junta de notables en el cuerpo de la Universidad como catedrático de derecho civil, y el dictamen que Castillo y Rada había escrito fue uno de los cinco que recogió la Audiencia. y que “con notas criminosas conservaba en su archivo secreto para juzgar algún día a sus autores”.

Sabiendo el virrey Antonio Amar y Borbón que el joven Castillo y Rada era sobrino de su amigo don Antonio de Narváez, representante electo del Nuevo Reino de Granada a la Junta Central, le escribió para que llamara al orden al sobrino, a quien le sugería llevar a Madrid, donde podría realizar, “con lucimiento propio, sobresaliente carrera, evitándome cualquier incidente que me pueda obligar a su menor miramiento y consideraciones, que siempre son contrarias a mi genial carácter ... " Esto expresaba el virrey.

Al decir de Castillo y Rada, Cartagena se habría anticipado a Santa Fe a proclamar su independencia el 11 de abril de 1810, si por una imprudencia no se hubiera informado de las reuniones revolucionarias al gobernador de la plaza. Efectivamente -dicen sus biógrafos-, Castillo y Rada viajó de la capital del Virreinato a Cartagena, ciudad que se consideraba clave para la revolución, a preparar el movimiento. Y fue él, con anterioridad a la constitución de la primera República, el primero en alistarse en la causa libertadora.

Diputado y Gobernador

A raíz del 20 de julio de 1810, que lo sorprende en Cartagena, inicia Castillo y Rada su brillante carrera pública. Es llamado a Santa Fe a ejercer el cargo de juez del Tribunal de Apelación, que sustituyó a la Real Audiencia, en las salas de gobierno y hacienda. Convocado luego el Colegio Constituyente de Cundinamarca, es elegido diputado. Con Luis Eduardo Azuola, Jorge Tadeo Lozano y Miguel Tobar, integra la comisión que elabora el proyecto de Carta Constitucional. “Discordamos -anota en sus Memorias- y convinimos en que yo trabajaría separadamente, y presentaríamos al Colegio nuestros respectivos proyectos. Se adoptó en general el de mis compañeros, en el cual se conservaba el gobierno monárquico y la dinastía de Fernando VII. El mío era de una Constitución republicana, y solo se adoptó de él la materia de elecciones y la organización del Poder Judicial”. Elegido por Tunja y Mariquita diputado al Congreso de las Provincias Unidas, donde se planteó la pugna entre federalistas y centralistas.

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Castillo y Rada -a pesar de haberse vinculado a la corriente -federal-, actuó como elemento de conciliación con los centralistas, acaudillados por Antonio Nariño. “Acepté este cargo -dice-, único que siempre ha sido grato a mi corazón (el de trabajar por la paz y concordia entre mis conciudadanos), y durante las conferencias los espíritus se agriaron y se aumentaron los temores de un rompimiento”.

Instalado el Congreso el 4 de octubre de 1812 en Villa de Leiva, se acordó que el poder fuera ejercido por un presidente y dos vicepresidentes, por períodos trimestrales, Al primer vicepresidente le correspondería presidir el cuerpo legislativo. A Castillo se le designó tercer vicepresidente.

Elegido posteriormente gobernador del Estado de Tunja, firmó la declaración de independencia de esa provincia y contribuyó, con buen sentido político, a morigerar el régimen federal, disminuyendo el poder de los Estados. Este ánimo de conciliación le mereció, por parte del Congreso, ser elegido miembro del Gobierno general y presidente de las Provincias Unidas.

Entrevista con El Libertador

Recuerdan Abel Cruz Santos y otros historiadores que a esa alta posición había llegado Castillo y Rada cuando se entrevistó, por primera vez, el 24 de noviembre de 1814, con Simón Bolívar.

Al referirse a este encuentro, escribe Castillo: “Le conocí como inferior, pues era yo a la sazón el primer magistrado de las Provincias Unidas, y él un general desgraciado que no supo aprovechar las primeras ventajas de la campaña, y que por lo mismo debía responder de su conducta en un juicio. Así se lo dije el día que se presentó al Gobierno General, y lo que era tan justo no se cumplió, porque a pretexto de que cuando se le confirió el mando del ejército debió aquella distinción al Congreso y no al Gobierno, que no existía entonces, el Congreso lo absolvió declarando que estaba satisfecho de su conducta. Seguidamente se propuso en el Gobierno que se diera un ascenso al general Bolívar: yo me opuse tenazmente a ello, preguntando a mis compañeros qué otra cosa habrían hecho si hubiese triunfado, o cómo querían remunerar a aquel la pérdida de un ejército florido y de tantos sacrificios de todo género como se habían hecho”.

Acordado por sus dos compañeros del triunvirato el ascenso de Bolívar a capitán general antes de firmar el decreto, Castillo y Rada presionó a su sucesor, Custodio García Rovira, para que tomara posesión del cargo.

El académico Cruz Santos apunta: “Le faltó, pues, a Castillo y Rada, en aquella ocasión, la admirable intuición del futuro, que sí tuvo Camilo Torres, al renovar a Bolívar el apoyo y los auxilios de las Provincias Unidas, en memorables palabras: “Vuestra Excelencia es un militar desgraciado, pero Vuestra Excelencia es un grande hombre”. Empero, dentro de las adversas circunstancias de entonces, el proceder de Castillo era lógico, y daba la medida exacta de su valeroso y sincero carácter.

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Por Héctor Muñoz Bustamante

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