Dostoyevski, el escritor que leyó el alma humana
Hace 200 años nació en Moscú el autor de algunas de las novelas más importantes de la literatura universal, como “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamazov”.
Leopoldo Villar Borda
Un día como hoy, 11 de noviembre, hace doscientos años nació en Moscú Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, una de las grandes figuras literarias del prolífico siglo XIX en Rusia y uno de los mayores genios de las letras universales.
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Un día como hoy, 11 de noviembre, hace doscientos años nació en Moscú Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, una de las grandes figuras literarias del prolífico siglo XIX en Rusia y uno de los mayores genios de las letras universales.
Junto con León Tolstoi, Nicolái Gógol e Iván Turgueniév, Dostoyevski sobresale en el panteón literario ruso y no ha dejado de ser leído en todo el mundo desde cuando aparecieron sus novelas, pobladas de personajes trágicos y ricas en análisis psicológicos, reflexiones sobre la libertad y las angustias morales del ser humano.
La propia vida de Dostoyevski es como una novela. Nacido en el Hospital para Pobres donde su padre trabajaba como médico y a los 16 años sufrió la pérdida de su madre, una mujer cariñosa y amante de la cultura que le prodigó su afecto. Entonces quedó sometido a la férula de un padre autoritario y alcohólico que lo envió a estudiar en la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, donde obtuvo el grado de subteniente. Pero en su mente y su corazón no había lugar para las armas.
Pasiones dominantes
En San Petersburgo se aficionó a las dos pasiones de su vida: el juego, que le acarreó numerosas deudas a lo largo de su existencia, y el oficio de escritor, que le ganaría la gloria.
Antes de que se consagrara de lleno a escribir sufrió otro golpe familiar cuando su padre fue asesinado por sus propios sirvientes, exasperados por los maltratos de su patrón. Sus siete hermanos quedaron a cargo de una familia conocida y Fiódor padeció una crisis nerviosa, junto con los primeros ataques de epilepsia.
Esta vida atormentada le proporcionó la materia prima para construir su monumental obra literaria, que comenzó con la publicación de Pobres Gentes en 1846, cuando cumplió los 25 años. En ese libro empezó a revelar su capacidad para escudriñar el alma humana y el ambiente social en un país dominado por el absolutismo zarista.
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En los años siguientes publicó otros relatos que no tuvieron éxito, como El Doble, La Patrona y Noches Blancas. Su consagración llegó más tarde, tras vivir un episodio semejante al fusilamiento frustrado del coronel Aureliano Buendía en Cien años de soledad, cuando fue arrestado el 22 de noviembre de 1849 junto con otros veinte intelectuales y condenado a muerte.
Lo acusaron de conspirar contra el zar Nicolás I por participar en reuniones en las que se debatía sobre las ideas liberales y socialistas que estaban en boga en Francia. Tras las revoluciones de 1848 en Europa el régimen zarista había extremado su control sobre la población y ese tipo de reuniones era considerado un delito. El 22 de diciembre de 1849 Dostoyevski fue llevado desde su celda en la fortaleza de San Pedro y San Pablo a la plaza Semionov de San Petersburgo para ser fusilado, pero la pena le fue conmutada en el último momento por cuatro años de destierro en Siberia. (ver más sobre ese día al final)
Tragedia y creación
La dura experiencia en la prisión siberiana le inspiró obras como Recuerdos de la casa de los muertos y Memorias del subsuelo. Tras recuperar su libertad se casó con María Dimitrievna Isaieva, quien falleció cinco años después víctima de la tuberculosis, la misma enfermedad que había causado la muerte de su madre. El mismo año de 1864 murió su hermano Mijail, con quien había fundado las revistas El Tiempo y Época, en las cuales publicó varios de sus relatos.
Tras ese año trágico mantuvo un apasionado romance con Apollinaria Suslova (comúnmente conocida como Polina Suslova), una joven escritora que rechazó su propuesta matrimonial. En 1866 se casó con su secretaria, Anna Grigorievna Snitkina, con quien tuvo cuatro hijos (dos hombres y dos mujeres).
Los últimos 15 años de su vida, en los que viajó por Europa con su esposa, fueron los más felices y también los más productivos. En esos años publicó varias de sus mejores obras: El jugador, El idiota, El eterno marido, Los endemoniados, Diario de un escritor, Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov, en el que trazó un profundo estudio psicológico de los personajes y, a la vez, un soberbio fresco de la sociedad.
Autor imprescindible
Dostoyevski murió en San Petersburgo el 9 de febrero de 1881, nueve meses antes de cumplir 60 años. Fue sepultado en el monasterio Alexander Nevskiy, construido en 1710 por Pedro el Grande en honor del santo de la iglesia ortodoxa rusa, en el cual también se hallan los restos de otras celebridades rusas como los músicos Rimsky-Korsakov, Borodin, Tchaikovsky, Musorgsky y Glinka.
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Además de ser un escritor universal y un pionero de la novela social, Dostoyevski fue un agudo observador de la vida política, social y espiritual de la Rusia de los zares. En sus obras no solo plasmó los éxitos y fracasos que experimentó a lo largo de una vida atormentada sino también una visión del mundo que ha inspirado a muchos otros artistas en el siglo y medio transcurrido desde la aparición de sus obras.
Hasta hoy es materia de discusión cuál es su mejor libro. Para algunos críticos es Crimen y castigo, considerada como una de las novelas más influyentes de la literatura universal junto con Guerra y paz, la gran novela de Tolstói. Otros prefieren El idiota o Los endemoniados. Todos coinciden en considerar imprescindible la lectura de Los hermanos Karamazov, la última de sus novelas, que contiene profundas reflexiones de carácter filosófico y psicológico además de plantear temas relacionados con la fe, la duda, el juicio y la razón.
Como todas las obras maestras, las que escribió Dostoyevski son un deleite para el espíritu y entrañan lecciones que no pierden vigencia porque tratan los temas que tocan más directa y profundamente la vida de los seres humanos. Ahí reside la popularidad de la que disfrutaron en su tiempo y la que siguen teniendo en la actualidad.
Salvado de milagro
El episodio en el que Dostoyevski se salvó de ser fusilado por pertenecer a un grupo acusado de conspirar contra el zar Nicolás I dio lugar a recreaciones literarias de escritores como Stefan Zweig, autor de una biografía y varios ensayos sobre el novelista ruso.
La escena en la plaza Semionov de San Petersburgo el 22 de diciembre de 1849 fue como una obra de suspenso. Antes de vendarles los ojos, los prisioneros, divididos en dos grupos, vieron cómo eran descargados de un carruaje los ataúdes en los que serían depositados sus cuerpos después de la ejecución.
Cuando el primer grupo pasó al frente y los prisioneros fueron atados a sendos postes, Dostoyevski, que estaba en el segundo grupo, murmuró: “No puedo creer que me van a fusilar.” Después sufrió un ataque de epilepsia.
Algunas versiones atribuyen al ataque la suspensión de la ejecución. Lo cierto es que antes de que el pelotón de fusilamiento hiciera la primera descarga llegó un jinete con una carta del zar que contenía el indulto. No quería provocar una revolución como la que destronó a su nieto, Nicolás II, y puso fin al sistema imperial setenta años más tarde.