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Duplat: “No recomiendo ser músico”

El artista bogotano Duplat habló sobre su reciente álbum “Mosaico pirata”, un disco inspirado en los recuerdos, pero que también revela las luchas y la evolución del músico que se atrevió a ser él mismo.

Samuel Sosa Velandia
28 de noviembre de 2024 - 12:00 p. m.
Daniel Duplat (su nombre de pila) se ha presentado en festivales como Estéreo Picnic y Cordillera.
Daniel Duplat (su nombre de pila) se ha presentado en festivales como Estéreo Picnic y Cordillera.
Foto: Cortesía Queen Street Talent
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¿Cuál es la historia detrás de “Mosaico Pirata”?

Hay muchas cosas que se reúnen al escoger el concepto y nombre de un disco. La esencia del mío era hablar de la nostalgia y para eso me inspiré en los “Mosaicos Piratas”, discos que mi papá grababa con canciones que le gustaban. Los encontré hace unos meses mientras organizaba la casa. En esa época estaba buscando inspiración para un nuevo disco y quería tener un concepto claro antes de escribir las canciones. Estaba esperando enamorarme o algo así, pero lo que me inspiró realmente fueron estos CDs, que me recordaron mi infancia y me hicieron pensar en la vida adulta, la familia y los amigos, en un momento de cambio. Estos discos me evocaron muchas emociones y decidí hacer mi propio compilado de canciones, con una estética que reflejará la música con la que crecí, pero que además dejará en claro que yo hago pop.

En su proyecto musical, no solo en este disco, es evidente que constantemente apela a la nostalgia y hurga en el pasado, ¿por qué?

Me lo he preguntado muchas veces: ¿de dónde viene ese amor por lo de antes? Creo que hay dos razones. La primera es puramente estética: por mi formación musical, por mi pasado como pianista y mi conexión con la música clásica, pues hacer lo que hago implica tocar, grabar y escribir partituras. Disfruto ensayar, trabajar el fraseo, la musicalidad y las dinámicas. Sin embargo, ese proceso se ha vuelto obsoleto, ya que las herramientas digitales permiten hacer música de otra manera sin necesidad de todo eso. Pero a mí me gusta eso que es arcaico. La otra razón es que siento que hay una búsqueda de identidad en la que he estado inmerso en los últimos años, que se ha hecho un anhelo constante. Extraño la infancia, las mejores épocas de mi vida, las relaciones amorosas. Me gusta mucho sentir nostalgia y ese sentimiento de extrañar el pasado se ha convertido en parte de la identidad de mi música. Creo que el artista y su arte son inseparables y yo me tomo muy en serio mi trabajo. Dejo que mi música me cambie como persona.

¿Y le gustaría volver a ese pasado para cambiar algo?

Siento que me demoré mucho en cargarme de valor y hacer lo que realmente quería hacer. Recuerdo que cuando comencé a hacer música, pasé por un proceso complejo, en el que tenía absoluto miedo al fracaso, pero también pensaba en que, si nunca me lanzaba, no sabría cómo me iría. Estuve mucho tiempo rodeado de gente que no era la correcta para impulsarme. Al final, tuve que tomar una decisión: mandé mi vida a la mierda, me alejé de mis amigos y cambié mi entorno para encontrar la paz mental que necesitaba. Durante mucho tiempo, por miedo a quedar mal con mis amigos o con mi círculo social, me mantuve en una zona segura, donde no tenía que tomar riesgos. Suena un poco abstracto, pero en 2021 sentí que, en cierta manera, reinicié mi vida. En 2022, todo empezó a arrancar. Antes de eso, estaba frenado. Me arrepiento mucho: me faltó mucho coraje y ser músico se trata de tenerlo.

Usted renunció a la música clásica para dedicarse hacer pop, pero igual hay elementos de ese otro mundo que persisten...

Fue un proceso en el que al principio no sabía cómo unir esos mundos. Sentía que había pasado años estudiando piano, que cuando comencé a hacer mi propia música, creía que tenía que empezar de cero. Fue difícil encontrar ese puente. Con el tiempo entendí cómo conectarlos, especialmente a través de los arreglos. Usé vientos, cuerdas y piano, con una influencia clásica, pero sin querer sonar a música clásica. No es el lenguaje, sino los recursos de ese mundo. Realmente, la música clásica es muy elitista y ceremonial, mientras que el pop tiene un enfoque más accesible para todos. Para mí, soltar esas prácticas y ambiciones como pianista ha sido liberador.

En algún momento usted me dijo que ser músico era “una tortura”, y más en Colombia, donde había que ser una superestrella para alcanzar el éxito: ¿aún cree lo mismo?

Sigo sintiendo que es muy difícil, pero la conclusión es que solo se logra con determinación o no sucede. Es una cuestión de valentía: si lo haces, tienes que ser grande. La única manera de vivir bien como artista en Colombia es ser muy exitoso, y lo he aceptado, por eso tengo toda la devoción y hago todo lo necesario. Ya no me quejo más. Sí, es duro, pero tengo la prueba de que si lo haces, sucede. La recompensa es tan valiosa como el sacrificio, que vale la pena. Aunque sí tengo que decir que no recomiendo ser músico.

Hablemos de quien usted ha dicho es su mayor inspiración: Bogotá. ¿Por qué escoger una ciudad que todos tildan de fría y que señalan que no tiene identidad?

He salido mucho de Bogotá este año y he notado que afuera te identifican. Nuestra identidad no se siente en Bogotá, pero por fuera es evidente. Te das cuenta de quién eres cuando no estás rodeado de bogotanos, porque además lo que nos define es la escala de nuestra ciudad, que nos aliena. Hay un sentimiento de “no soy especial”, pues es una ciudad tan grande que es difícil destacar. Los bogotanos no estamos orgullosos por todo el caos que hay aquí. Pero esa hostilidad forma parte de nuestra identidad. Bogotá es gris, fría y difícil, pero a la vez ofrece lo que necesitamos: gente, dinero, oportunidades. Esa dualidad es lo que me atrapa. No puedo evitar apropiarme de mi ciudad, porque todo lo que he vivido ha sido aquí.

Otro elemento importante en su carrera es el piano, cuénteme de esa relación. ¿Qué representa este instrumento para usted?

El piano ha sido una figura constante en mi vida, como un hermano. En una época fue mi rutina estudiar música clásica, pero hoy es parte de mi trabajo diario. Tengo varios teclados en casa y la gente me pregunta por mis hobbies. La verdad, no tengo otros hobbies, el piano es mi vida. Durante un tiempo tuve una relación distante con él, porque en el mundo clásico es muy difícil de dominar. La música para piano es compleja, y te exige todo. Si no le das tu dedicación, no te devuelve nada. Yo le he dado mi vida desde los cuatro años. Para mí, el piano es mi entrada al mundo de la música. Es como una figura mítica: si soy fiel al instrumento, él me lo devuelve, pero si no, las cosas empiezan a salir mal. Es curioso, porque mi creatividad se enciende cuando estudio piano clásico, y cuando dejo de estudiar, se apaga. A veces pienso en irme a Bogotá, pero lo que realmente me frena es el piano. Si me lo puedo llevar, me voy.

En todo este trasegar, ¿qué cosas ha descubierto de usted?

Creo que en los últimos tres o cuatro años, mi música me ha llevado a explorar más mi personalidad. Pasé por un proceso y ahora me siento más parecido a cuando tenía 15 años. La música me enseñó que estaba bien ser quien soy. Intenté cambiar por la música, pero al final me di cuenta de que no era necesario. Recientemente, amigos del colegio han vuelto a mi vida por lo que hago, y me he dado cuenta de que soy la misma persona de antes: siempre fui el que estaba todo el día con el piano, escribiendo y grabando. La música me permite seguir siendo un niño. Aunque mis amigos hayan cambiado, yo sigo igual, y me encanta que la música me deje ser auténtico, sin miedo a ser yo mismo... El mayor regalo de ser músico es permitirme ser un niño siempre: hacer tonterías, vestirme de colores y contar chistes.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com

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