E. T. A. Hoffmann: entre la fantasía y la ironía (Plumas transgresoras)
En la obra de E. T. A. Hoffmann, lo fantástico se permea en la realidad y en nuestras vivencias diarias. Los personajes tienen una vida dual, posiblemente inspirada en la biografía del autor.
Mónica Acebedo
“Quizá creerás, lector, que no hay nada tan maravilloso y fantástico como la vida real, y que el poeta se limita a recoger un pálido brillo, como en un espejo sin pulir”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
“Quizá creerás, lector, que no hay nada tan maravilloso y fantástico como la vida real, y que el poeta se limita a recoger un pálido brillo, como en un espejo sin pulir”.
El hombre de arena (1816)
Hoffmann fue famoso por sus relatos, dibujos y obras musicales y por ser un artista polifacético. A mi juicio, una pluma muy transgresora por su forma de expresar la realidad; por la manera como presenta la ambivalencia de lo siniestro y lo fantástico en la vida cotidiana; por explorar el comportamiento de los seres humanos en sociedad y expresarlo de forma irónica en sus escritos. Teresa Vinadell se refiere a los personajes y la tendencia literaria del conocido autor prusiano así: “Caracteres desequilibrados o que encuentran (a veces a su pesar) su equilibrio en actividades transgresoras (aventuras, crímenes, viajes, disfraces, amores ilícitos…) y vulneran las normas establecidas. En esta literatura, los artistas manifiestan su malestar con la sociedad de su tiempo y se retratan como personajes marginales, poco respetados por quienes les rodean, que son satirizados con frecuencia” (La literatura admirable, Pasado y Presente, 2018, p. 343).
Le sugerimos leer: Un inusual cuadro de Van Gogh fue vendido por varios millones de euros
Ernst Theodore Wilhelm Hoffmann nació en Königsberg (Prusia oriental), hoy Kaliningrado (Rusia), el 26 de enero de 1776. Cambió su tercer nombre, Wilhelm, por Amadeus en honor a su músico favorito, Wolfgang Amadeus Mozart, y así se convirtió en E. T. A. Hoffmann. Desde muy pequeño se interesó en la música, en especial en el piano y el dibujo. Sin embargo, al comenzar sus estudios superiores, optó por seguir la tradición familiar de las leyes y cuando se graduó se convirtió en asesor del tribunal superior de Pozman (hoy, Polonia), de donde lo echaron por hacer caricaturas de sus jefes. Luego, con la crisis de las guerras napoleónicas se quedó sin trabajo porque se negó a servir a Napoleón como emperador. Fue entonces cuando tuvo la oportunidad de dedicarse a la música, su gran pasión, junto con otros empleos en el mundo del teatro y la ópera. Después, recuperó su carrera judicial y se aficionó a la escritura de cuentos. Entre sus puestos judiciales y la composición de obras musicales, caricaturas, cuentos y una novela de tinte erótico, terminó sus días sumido en el alcohol y las fiebres tifoideas. Murió en Berlín el 25 de junio de 1822.
Uno de sus relatos más relevantes es El hombre de arena, incluido en la colección Piezas nocturnas, que explora enfermedades mentales. Tan importante fue ese cuento, que el mismo Sigmund Freud lo utilizó para ejemplificar el concepto de lo siniestro dentro del ámbito del hogar y de la cotidianidad infantil. El protagonista es un joven llamado Nathaniel, traumatizado por vivencias infantiles. Cuando era niño tenía pesadillas con un hombre que visitaba su casa y se obsesionó con que él podía ser el hombre de arena, personaje que usaban las niñeras para asustar a los niños y se portaran bien, comieran juiciosos y se acostaran a la hora indicada. Sin embargo, la obsesión de Nathaniel con un hombre de arena, que le lanzaría arena en los ojos hasta hacerlo sangrar, se mantuvo hasta su adultez. La narración presenta temas como la ansiedad, el horror y la locura, que se amalgaman en una prosa entre fantástica y realista. Es un relato crítico y muy simbólico que no solo presenta las fallas de la mente, sino el comportamiento de la sociedad en general: “Pensó entonces que las almas frías encerraban estos profundos misterios sin saberlo, y que Clara pertenecía a esta naturaleza secundaria, por lo cual decidió hacer todo lo posible para iniciarla en tales secretos”. El cuento sirvió de inspiración para el ballet Coppélia (1870) y para Los cuentos de Hoffmann (1881), ópera de Jacques Offenbach.
Podría interesarle leer: La feria ARCO iguala los visitantes de 2023 y anuncia “buenas ventas”
Otra obra memorable es Opiniones del gato Murr sobre la vida, con una fragmentaria biografía del director de orquesta Johanes Kreisler (1820). Relata la vida de dos artistas: el gato Murr, un literato fracasado al que le han confundido las hojas de su manuscrito con papel secante en la tipografía, y un músico llamado Kreisler. En este relato el autor proyecta sus años de juventud y sus diversas habilidades artísticas. Es un diálogo entre su inclinación musical, la pintura y la creación literaria. Es, pues, la manifestación del conflicto latente entre la vocación artística y los condicionamientos sociales.
El caballero Gluck (1816), uno de sus cuentos célebres que se ha adaptado con frecuencia al público infantil, narra un encuentro en el zoológico de Berlín: el narrador y otro hombre que habla con mucha propiedad de la obra del compositor musical Christoph Willibald Gluck, quien ya había muerto. Se vuelven a encontrar y el conocedor del músico difunto le presenta partituras originales, interpreta las obras de Gluck magistralmente y termina por confesar que él mismo es el caballero Gluck. ¿Es un fantasma?, ¿el tiempo no existe?, ¿es un impostor?
Ahora, muchos de nosotros tenemos presente El cascanueces y el rey de los ratones (1816), que nos ha hecho vibrar en cada Navidad desde, adaptada a una versión infantil por el escritor Alejandro Dumas. Es la historia de un juguete que cobra vida y debe enfrentarse al rey de los ratones. Luego lleva a su dueña, Marie, al reino mágico de los muñecos.
Le podría interesar leer: Adultos mayores sin pensión: “La ejecución”, un relato de Alejandro Buenaventura
En resumen, el legado literario de E. T. A. Hoffmann es un referente fundamental en la literatura universal. Lo fantástico se permea en la realidad y en nuestras vivencias diarias. Los personajes tienen una vida dual, posiblemente inspirada en la biografía del autor. Una primera lectura de sus relatos presenta el “sinsentido”, pero una vez nos adentramos en su mundo narrativo y de personajes variopintos, al mismo tiempo fantásticos y clarividentes, encontramos una visión muy profunda del ser humano y la sociedad en la que habita.