Edmonia Lewis, una estampilla indígena de arte
El 26 de enero el servicio postal de Estados Unidos rindió homenaje a la escultora afroamericana de ascendencia indígena con una estampilla en su honor. Con esta, su nombre fue rescatado de la historia del arte del siglo XIX.
Andrea Jaramillo Caro
Sobre un trono de mármol descansa la figura de Cleopatra, la mítica reina egipcia, al momento de su muerte. La interpretación de esta historia esculpida por Lewis se creyó perdida hasta que en 1980 descubrieron la escultura de 1360 kilogramos en un patio de salvamento en Chicago, que ahora da cuenta de la destreza de Lewis junto a otras siete obras de la escultora en Washington.
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Sobre un trono de mármol descansa la figura de Cleopatra, la mítica reina egipcia, al momento de su muerte. La interpretación de esta historia esculpida por Lewis se creyó perdida hasta que en 1980 descubrieron la escultura de 1360 kilogramos en un patio de salvamento en Chicago, que ahora da cuenta de la destreza de Lewis junto a otras siete obras de la escultora en Washington.
“La muerte de Cleopatra” fue alabada y criticada por el nivel de detalle empleado por su creadora, cuando se exhibió en la Exhibición Centenaria de Filadelfia de 1876. A pesar del furor que causó esta escultura, tanto su autora como la figura de mármol desaparecieron de la narrativa por años. La mujer estadounidense regresó a su estudio en Roma y su obra fue pasando de mano en mano, al quedarse sin un comprador en Estados Unidos.
Como Cleopatra, en mármol quedaron tallados los rostros de los diferentes personajes que inspiraron a la escultora Edmonia Lewis a trabajar en estas obras. Su legado se puede encontrar en el museo Smithsoniano en Estados Unidos. Sin embargo, su aporte artístico y nombre fueron relegados al olvido y ahora el servicio postal conmemora su trabajo. “Como la primera escultora afroamericana y nativa americana en obtener reconocimiento internacional, Edmonia Lewis desafió las barreras sociales y las suposiciones sobre los artistas en Estados Unidos a mediados del siglo XIX”, afirmó la entidad en un comunicado.
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La obra de Lewis se esparció por el mundo y según la consultora de arte, Marilyn Richardson, quien ha dedicado parte de su vida a la autenticación de obras de la escultora, “es apropiado que se la conmemore con un sello postal porque gran parte de lo que sabemos más vívidamente sobre ella lo sabemos por cartas que personas cercanas a ella escribieron”, le dijo al New York Post.
El reconocimiento que merece Edmonia Lewis va más allá de una estampilla, pues su estilo neoclásico le otorgó un reconocimiento nacional e internacional en vida que fue perdiendo después de su muerte en 1907. El hecho de ser mujer, afroamericana y de ascendencia indígena ya suponía para ella un desafío, a pesar de haber nacido libre en 1844 en el estado de Nueva York. Aún se debate la identidad de su padre, aunque algunos historiadores afirman que era un hombre de ascendencia haitiana. Sin embargo, se sabe que su madre era descendiente de la tribu Missisauga Ojibwe. En algunas entrevistas que dio la escultora cambió varias veces su año de nacimiento. Algunas veces decía 1844 y otras afirmaba haber nacido en 1854.
Poco tiempo tuvo con sus padres, pues ambos murieron antes de que ella cumpliera los nueve años. A pesar de quedar huérfana, aún tenía a su medio hermano Samuel y las hermanas de su madre los adoptaron y criaron. Durante el periodo que pasaron con sus tías, los hermanos respondían a los nombres nativos que les otorgaron al nacer, Wildfire para Edmonia y Sunshine para Samuel. Como su madre, la futura escultora se dedicó a crear y vender artesanías para turistas en las Cataratas del Niágara con su familia. Su hermano, por su parte, se mudó a San Francisco, donde logró obtener una fortuna durante la fiebre de oro en California en 1852.
En 1856 Edmonia Lewis asistió al colegio abolicionista, New York Central College, del que afirmó haberse retirado en 1858 por su comportamiento, aunque los reportes encontrados la muestran como una estudiante ejemplar. Gracias al éxito que tuvo Samuel Lewis en California, se ofreció a pagar la educación de su hermana menor y así ella entró al Oberlin College en 1859, aunque no duraría mucho como estudiante en la institución pionera en educar mujeres de diferentes etnias. El momento en el que vivió la escultora no era amable con su comunidad. Era una de las treinta estudiantes de color que había y en 1862 comenzaron los problemas cuando la acusaron de haber envenenado a dos de sus compañeras blancas. A pesar de que las autoridades decidieron no tomar acción al ver que las estudiantes sobrevivirían, la población de Ohio si lo hizo y una turba la arrastró hasta un campo abierto y la golpeó hasta dejarla por muerta.
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La resiliencia de Lewis salió a relucir cuando, a pesar de estar mal herida por el ataque que sufrió, se presentó en su audiencia frente a la corte que retiró los cargos contra ella por falta de evidencia. “Apenas podía entrar a la sala del tribunal para su juicio, incluso semanas después del ataque”, le dijo Richardson al New York Post. Su declaración de inocencia no fue suficiente para sus compañeros y el tiempo restante que permaneció en Oberlin estuvo marcado por la soledad y el prejuicio. En sus últimos meses la acusaron de robar materiales de arte y para 1863 ella decidió no continuar en el programa, aunque hay una teoría que afirma que le impidieron matricularse de nuevo.
Sin embargo, esto no la detuvo. Según el New York Post decidió irse a Boston, donde miembros del movimiento abolicionista la ayudaron a encontrar un trabajo como aprendiz de escultura. Fue con esta oportunidad que Lewis pudo desarrollar los diferentes temas que caracterizan sus esculturas y que le dieron fama, como el busto de Robert Shaw, un estudiante de Harvard al que asesinaron y quien fue comandante de una de las tropas afroamericanas en la Guerra Civil.
La popularidad que ganó de estos primeros trabajos le permitió tener la financiación para emprender un viaje a Roma, la ciudad cultural del momento, en 1866. Su pasaporte tiene la descripción “M. Edmonia Lewis es una niña negra enviada por suscripción a Italia que ha demostrado grandes talentos como escultora”. En un artículo publicado en The New York Times que habla sobre su regreso a Roma, la escultora le dijo al periódico que “prácticamente me llevaron a Roma para obtener oportunidades para la cultura del arte y para encontrar un ambiente social en el que no me recordaran constantemente mi color. La tierra de la libertad no tenía lugar para un escultor de color”.
Con esta mudanza la artista encontró un entorno más amable respecto a la raza y fue aquí donde, además, logró conectar más con su fe católica. Estando en Roma comenzó a esculpir diferentes personajes bíblicos y de la historia, con lo que ganó fama internacional. Trabajó en el estudio del escultor del siglo XVIII, Antonio Canova, junto con el escultor neoclásico Hiram Powers. A pesar de que la tradición dictaba que contratara escultores italianos para que agrandaran sus modelos de arcilla, antes de su talla en mármol, ella se opuso por temor a que no consideraran su trabajo como original.
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Una de sus obras más reconocidas, “El fabricante de flechas”, la produjo durante este periodo. En ella muestra a un hombre indígena anciano enseñando a su hija a fabricar flechas. Esta se vendió por $300,000 dólares en una subasta de Sotheby’s en 2008. Antes de esta fecha tenía muy poco valor, hasta que Richardson la vio en venta en Quebec y “tan pronto como me di cuenta de lo que era, mi esposo y yo nos subimos al automóvil y condujimos hasta la ciudad de Quebec en pleno invierno. En mi mal francés, traté de convencer al tipo de que tenía algo mucho más valioso”, pues el comerciante le dijo que había conseguido la escultura por un precio realmente bajo.
Con una reputación creada en Europa, su nombre se extendió hasta las costas estadounidenses cuando en 1895 el presidente Ulises S. Grant le comisionó su retrato y proporcionó un busto del senador abolicionista, Charles Sumner, para una exposición de Atlanta de 1895. Durante las últimas dos décadas del siglo XIX el neoclasicismo decayó en popularidad y con él la fama de Lewis. Durante estos años trabajó principalmente en comisiones para piezas de altar católicas, antes de mudarse a Londres en 1901.
Cuando murió, en 1907, la enterraron en el cementerio católico de St. Mary. Con el paso de los años su nombre se perdió en la historia del arte y su tumba se deterioró. Sin embargo, quienes llegaron a conocer la historia de Edmonia Lewis, como la historiadora Bobbie Reno, hicieron el esfuerzo de restaurar su nombre en el arte. Reno le dijo al New York Post que “las mujeres en ese entonces y las personas de color eran básicamente olvidadas si no tenían forma de continuar con su legado”. Precisamente esto pasó con Lewis y su legado fue restaurado con las ocho esculturas que ahora tienen un hogar permanente en el Smithsoniano y con aquellas que están en colecciones privadas, a pesar de que una gran parte de su obra no sobrevivió la prueba del tiempo. Reno, en 2017, inició una campaña para restaurar la tumba en la que descansan los restos de la escultora y ahora su legado sigue creciendo gracias a la estampilla que se hizo en su honor.