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Así lo afirma Sacheri (Buenos Aires, 1967) porque “Nosotros dos en la tormenta” aborda eso, el fanatismo de esos jóvenes revolucionarios que detrás de formaciones como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) o guerrillas como la de los Montoneros mataron y secuestraron a esa élite burguesa, “los fachos”, que no comulgaba con sus ideales.
“Esa fue una época de fanatismos, lamentablemente no es la última. Ni va a ser la última. En realidad, creo que la única esperanza de Occidente es seguir buscando la mejor manera de desarticular los fanatismos. Y a veces cometemos la ingenuidad de sentirnos a salvo porque hasta en el nombre de las mejores causas podemos construir miradas únicas”, dice.
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Ésas miradas que son las que tienen Alejandro (miembro del ERP) y el Cabezón (Montoneros), dos amigos que luchan cada uno por su causa; dos radicales a los que el "plural les queda grande" y que son los que van hilando esta radiografía de pensamientos, ideologías, simbolismo y terror.
A través de un ritmo digno de la novela negra, Sacheri construye un relato universal de la mano de un conjunto de personajes que siembran el dolor a los que consideran la burguesía opresora, vecinos o profesores, porque, en palabras del autor, el frente de batalla de la guerra revolucionaria está a "a tres calles de aquí".
Porque así es la vida de estos jóvenes guerrilleros llenos de dudas, frustraciones e inseguridades. Todo lo contrario a la que viven las tres familias afectadas por la violencia en esta novela, la de un empresario, un militar y un profesor universitario.
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Una historia con poca ficción
Una historia ésta con mucha documentación académica, pero poca ficción, así que sus fuentes no sólo fueron los textos, sino los testimonios de algunos guerrilleros y víctimas de esta etapa de la historia más reciente de Argentina: "traté con varios de ambos lados para escuchar y, sobre todo, para darle a la novela esa otra dimensión humana y cotidiana".
Convencido de que pese a ser una historia muy argentina se trata de un tema "universal" (así lo ha comprobado durante la promoción en México y Colombia), a Sacheri le parece que las heridas del pasado "tal vez no se cierran", aunque cree que la manera de intentar sanarlas es "seguir conversando hasta que sea innecesario conversar".
Pero, lamenta, no estamos en "ese camino": "tenemos esa sensación de que clausurar conversaciones es clausurar interpretaciones y así corremos el riesgo de incomunicarnos".
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Eso sí, advierte, no todas las miradas son "legítimas", como pone de manifiesto en "Nosotros dos en la tormenta", así que lo que él hace es "constatar su existencia".
Según concluye, escribir esta novela no ha sido un ejercicio “cómodo” porque no lo fue ese año de 1975, pero Sacheri apuesta por remover este “quilombo” para frenar el “grito de los diversos fanáticos”.