Edy Martínez, el indestructible (Reverberaciones)
Que no pase desapercibido el último disco del pianista Edy Martínez. Celebration, lanzado recientemente en plataformas digitales, es el testamento musical de uno de no muchos colombianos que han logrado un lugar destacado en la historia del jazz latino.
Esteban Bernal Carrasquilla, realizador radial de Javeriana Estéreo
Tiene ese nombre y suena como suena, porque no hay forma más adecuada de reconocer una trayectoria que celebrando con tono retrospectivo lo logrado, en vez de mirar hacia adelante con ímpetu vanguardista. Como todo testamento, documento que lleva más sabiduría que nostalgia, más seguridad que incertidumbre, este disco es una síntesis del lenguaje que Martínez ha desarrollado a lo largo de más de seis décadas de carrera. Expresa aquello que el pianista pastuso recogió en un extenso periplo americano que lo fue convirtiendo, con el paso de los años, en un jazzista de arraigo continental.
Celebration es un discurso en el que los cueros, las teclas y la orquesta son protagonistas. No podría ser de otra forma, pues esa es la historia musical de Edy Martínez. Cuando dejó Colombia, a finales de los años cincuenta, lo hizo como percusionista de orquestas itinerantes por las Antillas, Florida y Luisiana. Con ellas afianzó el lenguaje de eso que llamamos los colombianos música tropical. De allí que su propuesta actual aún tenga un fuerte componente rítmico de base, por supuesto con el acento corrido, como ocurre con buena parte de los sonidos caribeños. Resulta placentero escuchar, en temas de su autoría como Celebration, Suite 2 y Suite 4, la combinación de batería y percusión afrolatina en juegos sincopados que remiten al oyente a la vasta región imaginada del Caribe.
Le sugerimos leer: Historia de la literatura: “Calle de las tiendas oscuras”
Algo que le da más vuelo al disco en cuestión es el trabajo de Martínez en las teclas. Con astucia armónica e inventiva melódica, lleva sus temas por el blues, el bolero y el swing con la facilidad de un juego. Esta capacidad de adaptación es tal vez producto de uno de los eventos definitivos en su biografía. A inicios de los sesenta, instalado en Nueva York, abandonó los tambores, pues no tenía cómo competirle en ese departamento a Ray Barretto, quien lo contrató como pianista y arreglista. Cuentan que en lo primero no era el más versado y en lo segundo un completo amateur, pero que con disciplina y estudio pudo seguirle el paso a su empleador, a quien le dedica la primera canción del disco, Indestructible. Inicialmente, junto a “Manos Duras” y luego con Willie Colón, Eddie Palmieri y Mongo Santamaría, entre muchos otros, Martínez trabajó en proyectos disímiles, logrando acoplarse a las necesidades del momento y del mercado, por lo que desarrolló un estilo amplio con el que se sale de las márgenes.
Finalmente, producto de su trabajo como orquestador desde los años sesenta en Nueva York, el disco sitúa a la big band en primer plano como formato esencial del jazz. Esta orquesta en particular da cuenta de la versatilidad de Martínez, quien puede hacerla sonar como estadounidense, con colores propios del estilo de Duke Ellington y Dizzy Gillespie, y a la vez un poco más allá de esas fronteras nacionales, como lo han hecho Quincy Jones con la música del Brasil y Francisco Zumaqué con la colombiana.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Desde hace un par de años, Edy Martínez ha visitado Colombia por temporadas largas, tal vez buscando reconectar con su patria, en donde pocos lo conocen. Hace unos meses lo vi tocar. Con sus ochenta y tantos encima, aún conserva lucidez en el piano, buen sentido del humor y ganas de compartir con otros más jóvenes su legado. Vale la pena acompañarlo cuando regrese de Nueva York, en donde presentan por estos días, en el Colombian Film Festival, una película en su honor: Viva Edy.
Tiene ese nombre y suena como suena, porque no hay forma más adecuada de reconocer una trayectoria que celebrando con tono retrospectivo lo logrado, en vez de mirar hacia adelante con ímpetu vanguardista. Como todo testamento, documento que lleva más sabiduría que nostalgia, más seguridad que incertidumbre, este disco es una síntesis del lenguaje que Martínez ha desarrollado a lo largo de más de seis décadas de carrera. Expresa aquello que el pianista pastuso recogió en un extenso periplo americano que lo fue convirtiendo, con el paso de los años, en un jazzista de arraigo continental.
Celebration es un discurso en el que los cueros, las teclas y la orquesta son protagonistas. No podría ser de otra forma, pues esa es la historia musical de Edy Martínez. Cuando dejó Colombia, a finales de los años cincuenta, lo hizo como percusionista de orquestas itinerantes por las Antillas, Florida y Luisiana. Con ellas afianzó el lenguaje de eso que llamamos los colombianos música tropical. De allí que su propuesta actual aún tenga un fuerte componente rítmico de base, por supuesto con el acento corrido, como ocurre con buena parte de los sonidos caribeños. Resulta placentero escuchar, en temas de su autoría como Celebration, Suite 2 y Suite 4, la combinación de batería y percusión afrolatina en juegos sincopados que remiten al oyente a la vasta región imaginada del Caribe.
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Algo que le da más vuelo al disco en cuestión es el trabajo de Martínez en las teclas. Con astucia armónica e inventiva melódica, lleva sus temas por el blues, el bolero y el swing con la facilidad de un juego. Esta capacidad de adaptación es tal vez producto de uno de los eventos definitivos en su biografía. A inicios de los sesenta, instalado en Nueva York, abandonó los tambores, pues no tenía cómo competirle en ese departamento a Ray Barretto, quien lo contrató como pianista y arreglista. Cuentan que en lo primero no era el más versado y en lo segundo un completo amateur, pero que con disciplina y estudio pudo seguirle el paso a su empleador, a quien le dedica la primera canción del disco, Indestructible. Inicialmente, junto a “Manos Duras” y luego con Willie Colón, Eddie Palmieri y Mongo Santamaría, entre muchos otros, Martínez trabajó en proyectos disímiles, logrando acoplarse a las necesidades del momento y del mercado, por lo que desarrolló un estilo amplio con el que se sale de las márgenes.
Finalmente, producto de su trabajo como orquestador desde los años sesenta en Nueva York, el disco sitúa a la big band en primer plano como formato esencial del jazz. Esta orquesta en particular da cuenta de la versatilidad de Martínez, quien puede hacerla sonar como estadounidense, con colores propios del estilo de Duke Ellington y Dizzy Gillespie, y a la vez un poco más allá de esas fronteras nacionales, como lo han hecho Quincy Jones con la música del Brasil y Francisco Zumaqué con la colombiana.
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Desde hace un par de años, Edy Martínez ha visitado Colombia por temporadas largas, tal vez buscando reconectar con su patria, en donde pocos lo conocen. Hace unos meses lo vi tocar. Con sus ochenta y tantos encima, aún conserva lucidez en el piano, buen sentido del humor y ganas de compartir con otros más jóvenes su legado. Vale la pena acompañarlo cuando regrese de Nueva York, en donde presentan por estos días, en el Colombian Film Festival, una película en su honor: Viva Edy.