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Efrén Giraldo: “Las plantas no son solo objetos, sino sujetos”

El escritor Efrén Giraldo, que el 15 de noviembre recibió el Premio Nacional de Ensayo por su obra “Sumario de plantas oficiosas”, se refirió a cómo este género le ha permitido narrar lo no dicho de su vida y la de las plantas, a quienes ha convertido en las protagonistas de sus historias.

Samuel Sosa Velandia
29 de noviembre de 2024 - 12:00 p. m.
Efrén Giraldo es doctor en literatura, ensayista, crítico, cuentista, curador y profesor.
Efrén Giraldo es doctor en literatura, ensayista, crítico, cuentista, curador y profesor.
Foto: Lina Botero
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¿Tenía plena confianza de que iba a ganar el premio?

Cuando uno participa en un premio, siempre piensa que seguramente se lo puede ganar, aunque también está la posibilidad de que se puede perder, y más cuando hay una gran producción ensayística como la que se ha presentado en el mundo editorial colombiano. Por eso, me pareció aún más emocionante obtener este reconocimiento.

¿Por qué escogió el ensayo? ¿Qué lo cautivó de ese formato?

A mí del ensayo me gusta la posibilidad de que las cosas más íntimas del autor se vuelvan tema de escritura. Sí, eso pasa con otros géneros, pero muy claramente el ensayo se trata de ensayarse, y en esa medida, tiene una gran fuerza expresiva. Lo otro que me llama la atención es que el ensayo abraza los otros géneros, pues es capaz de contener cosas líricas, de reflexión, de filosofía, pero también de narración, que puede llegar a ser novelesco. Y, en tercer lugar, me gusta que sea una escritura altamente exploratoria y experimental, en la que los límites están un poco derribados.

¿Y qué cosas encontró en las plantas? ¿Qué estamos ignorando los humanos de su existencia?

Creo que hay varias razones, y algunas que ni siquiera imaginamos. Últimamente he estado pensando en algo que preocupa a quienes escribimos ficción y ensayo: la idea de qué es el mundo exterior de un ser. Los humanos solemos pensar en nuestra interioridad como algo simbólico, pero recientemente se está considerando que los animales, y hasta las plantas, podrían tener un mundo interior similar. Esto me parece provocador, sobre todo desde la perspectiva de la ficción, porque podría implicar que las plantas tienen un papel más importante de lo que pensamos. La posibilidad de que ellas experimenten algo similar al dolor, como sugieren algunas investigaciones, cambiaría profundamente nuestra forma de verlas. Este campo de estudio abre una nueva perspectiva que, a veces, resulta desestabilizadora.

¿Cómo trajo a la luz “Sumario de plantas oficiosas”?

En principio tenía unas ideas bastante generales y vagas. Empecé a escribirlo en pandemia, específicamente en un momento de encierro radical, y hubo como un par de disparadores: en la universidad donde yo trabajo hay sembrado un alcanforero, un arbolito que es sobreviviente de Hiroshima y Nagasaki. Y también cuando empezó la pandemia yo estaba escribiendo sobre el herbario de Emily Dickinson, y ambas cosas se convirtieron en puntos de partida. Ya luego, como estaba escribiendo en un espacio rural, en el campo, esa proximidad con el mundo vegetal me llevó a preguntarme varias cosas en torno a las plantas invasoras, a esa idea de que son seres inmóviles mientras que los animales y los seres humanos no. A medida que escribía, el texto se convirtió en una especie de memoria de lo que estaba ocurriendo en ese momento. Hay cosas que se cuentan en presente y otras que se refieren al pasado, pero en principio es un libro hecho muy en cercanía y en comunicación con las plantas.

¿Usted encontró una otredad en las plantas? ¿Hay algo suyo en ellas?

Me parece muy interesante la idea de que las plantas no son objetos, sino sujetos. Esto implica que no solo son observadas, sino que también observan; no solo se cultivan, sino que también cultivan. En este sentido, la idea de que un árbol o una planta pueda ser testigo de la historia, de lo que ocurre en un territorio o con las personas que comparten el espacio con ellas, es fascinante. El libro Sumario de plantas oficiosas reconoce que las plantas nos constituyen. Es un sumario porque recoge las plantas que han sido importantes para mí en algún momento de mi vida o en la escritura del texto. Esta idea no es un punto de partida, sino que se impone a lo largo de la escritura, lo cual es lo bello del ensayo: el tema se revela mientras se escribe, ya que el autor es el escenario de lo que ocurre. Por eso, diría que lo vegetal está presente en mi vida de manera fundamental y define lo que puedo decir en el texto.

Este año la escritura sobre el mundo natural ha tomado un lugar privilegiado. Vemos como conceptos como “liternatura” empiezan a ser centro de la obra de algunos autores, ¿pero cree que todos los escriben sobre estos temas lo hacen de una forma genuina, no puede ser también parte de una estrategia para adaptarse a lo que pide el mercado?

Es una pregunta muy interesante, y “Sumario de plantas oficiosas” la plantea, especialmente en el penúltimo capítulo, cuestionando si el interés por lo vegetal y los hongos es una moda impulsada por el capitalismo avanzado, como una forma de convivir con la conciencia de la destrucción. Ya en el momento en que escribí el libro, había un auge de textos sobre plantas. Aunque hay un gran interés en el mundo editorial, el cine y el documental, esto refleja una preocupación ambiental que no es nueva. La ansiedad ecológica no surge solo en la cultura masiva; existe una tradición histórica de asombro por la vegetación, aunque ha sido una corriente minoritaria. Este interés ha explotado ahora debido a la convergencia de varios factores, como la neurobiología vegetal y la nueva biología. Creo que estamos viviendo una época en la que la inquietud por las plantas y los hongos ocupa un lugar similar al que tuvieron en su momento las astrofísicas y las neurociencias. Este fenómeno impacta la imaginación popular, pero puede dejar de ser superficial si se aborda desde la política y el mundo jurídico, reconociendo a las plantas como seres políticos y jurídicos, con derechos y reconocimiento. Sin embargo, aún es posible que estemos ante algo más cercano a una moda, y el tiempo dirá qué perdura.

¿Y cómo despojarnos de esas miradas especistas y mercantilistas?

Hay mucha sensibilidad en ello, pero también la posibilidad de que la ciencia, la tecnología, la filosofía y las artes avancen hacia una dinámica de innovación más consciente. Sin una postura solidaria con todo lo viviente, podría ser muy difícil imaginar el futuro. Por eso, creo que la ficción juega un papel preponderante en todo esto, entendida en su sentido más amplio. La ficción es la que instala con mayor claridad el poder de la imaginación, y es con la imaginación que seguramente podremos inventar nuevas formas de organización social y sistemas económicos. Esto no se agota puramente en la creatividad literaria o estética. Creo que es necesario poner al servicio de la inventiva social muchos saberes, quizá algo despreciados por nuestra tradición racionalista occidental.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com

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