Efrén Isaza: “En el cuerpo se manifiesta todo lo que ocurre en la vida”
Otra entrega de la serie “Memorias conversadas”. Esta vez, el artista plástico Efrén Isaza profundiza sobre su obra, que tiene en cuenta “la fotografía, la pintura, el dibujo y el collage, desdibujando los límites entre ellos”.
Isabel López Giraldo
He de confesar que le huyo a las etiquetas. No me siento cómodo con los rótulos. Creo que el individuo puede ser lúcido en aristas tan opuestas que las etiquetas terminan limitando su potencial.
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He de confesar que le huyo a las etiquetas. No me siento cómodo con los rótulos. Creo que el individuo puede ser lúcido en aristas tan opuestas que las etiquetas terminan limitando su potencial.
Soy una persona normal, como cualquier otro ser humano. Casi tan campesino como lo fueron mis abuelos maternos. Amante de toda manifestación artística que me lleve a cuestionar mis posiciones. Siento fascinación por la fotografía, por la pintura, por el dibujo, por el collage. Vivo en un permanente juego con esto, que es lo que hago. Alguien sencillo y tímido, aunque aparente ser complejo.
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Busco cultivar los valores trascendentales para mi espiritualidad. Le huyo a la espuma, a lo aparente. Soy también un eterno soltero, alguien acostumbrado a vivir solo, identificado con el carácter de mi trabajo que es inquieto, que está en permanente movimiento, muy contrario a mi personalidad tranquila y a mi vida serena.
Orígenes
Provengo de uno de tantos pueblos del suroeste antioqueño. Por eso llevo implícita esa nostalgia de los sitios que contienen nuestra historia: su belleza rural, los lugareños, los campesinos, los animales, la arquitectura precaria, la madera vieja y las paredes con memorias.
Rama Paterna
Mi abuela paterna, Rosa, fue alguien a quien quise mucho y que me consintió al extremo. Una mujer de casa, pero libertaria: mi hermana mayor contaba que mi abuela decía que lo único que la podía atar, era su cinturón. Mamá de cinco hijos a quienes cuidó con devoción. No conocí a mi abuelo, tampoco tengo historias suyas que me permitan sentir una identidad.
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Tiberio Isaza, mi papá, fue un ganadero que se dedicó a su tierra. Como único hijo hombre, sin ser el mayor, ayudó a sacar adelante a sus hermanas. Enfrentó desde muy temprano situaciones difíciles que le forjaron un carácter fuerte, exigente, bohemio. Fue muy reservado sobre todos los aspectos de su vida. Murió hace diez años.
Rama Materna
Fuimos muy cercanos a los abuelos maternos. Agapito Morales, mi abuelo, fue un hombre recio, quizás influido por esa cultura paisa. Cultivó tierras muy grandes donde también tuvo ganado.
Agripina Valencia, mi abuela, tuvo doce hijos, y ella misma atendió sus partos. Fue muy consentidora, nos preparaba dulce del papayo de su solar: siempre me reservaba la papaya más madura para el postre. Fue ella una de esas paisas picantes, de las que cuentan chistes con doble sentido. Murió a sus setenta y tres años, lo que nos dolió profundamente.
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Roselía Morales, mi mamá, siendo más afectuosa que mi papá, también tuvo sus límites. Fue una mujer seria, pero no nos castigaba. Le encantó la moda, tuvo máquina de coser en la que nos confeccionaba ropa, porque le encantaba diseñar. Mi hermana mayor también heredó esta destreza y este gusto, y a mí me generó cierta fascinación.
Casa Materna
Mi papá se enamoró de mi mamá cuando la vio en misa. La siguió y empezó a frecuentar la cuadra donde vivía buscando verla en el balcón. Alguna vez le habló, la invitó a conversar y ella aceptó.
Cuentan que las visitas se hacían en presencia de los abuelos, uno a cada extremo. Encendían una vela que, al acabarse, terminaba también la visita. Mi mamá, como mis tías, no se dejaban tocar la mano, pues la abuela les decía que ahí estaba la virginidad de la mujer y que tenían que cuidarla.
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Mi mamá se casó a los veinticuatro años en una época en que lo hacían a los catorce o quince. Dejó pasar el tiempo dados los viajes de mi papá. Tuvieron siete hijos: Mariana estudió administración pública, fue el pilar en la casa, el ejemplo, todos seguimos su pauta. José se dedicó a sus negocios de agronomía. María Ensueño es repostera. Luis se quedó en el campo después de hacer sus estudios en Medellín. Cielo es una mujer muy activa y social, tiene cafetería, restaurante y ahora quiere regresar al campo para ocupar la tierra que le correspondió por herencia. Lucero es una mujer muy católica, hizo su familia y ahora vive por fuera de Antioquia.
Papá nos cohibía mucho, especialmente a mis hermanas, y no era muy dado a las demostraciones físicas de afecto. De esta manera, entre los hermanos creamos una fortaleza, nos acompañamos y apoyamos desde infancia. Nos brindamos equilibrio. Nos adoramos. El problema de uno es de todos. Somos realmente muy unidos.
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Infancia
Crecí en una casa grande de tapia y bareque, con pisos de madera. Tenía un desnivel por el que nos deslizábamos. En el patio creábamos nuestros propios juegos. Le pedía carritos y animalitos al Niño Dios con los que recreaba fincas. Me gustó siempre la comodidad de la casa, porque poco me gustaba salir.
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Para mi papá fue importante que estuviéramos pendientes de su tierra, del ganado, de llevarle sal, de cuidar las bestias, lo que para mí fue un eterno problema. Me molestaba tener que ocuparme en estas actividades. Cuando me asignaban la tarea, salía hasta cierto punto, me quedaba tres o más horas a mitad de camino antes de devolverme. Cuando me preguntaban cómo me había ido, decía: Todo está muy bien.
Por solicitud de mi papá tuve que llevar una res hasta su finca. Yo le tenía mucho miedo a esa vaca, decían que era muy brava. En efecto, durante el camino me embistió, me levantó por el aire para caer contra sus cachos. Alguien me vio y me socorrió, por fortuna. A partir de ese momento mi mamá le dijo a mi papá que no me volviera a mandar a hacer esas cosas, que no eran lo mío.
Pero es que yo prefería dedicarme a dibujar, a pintar, aunque en el patio de la casa sí armaba establos con animales, solo que estos no me obligaban a salir y me permitían disfrutar del agua de panela caliente que me servían con leche recién ordeñada. Cuando me iban a regañar, por casos como el que te cuento, yo me iba para la casa de mi abuela Agripina y le decía: Abuela, quiero quedarme a vivir contigo. Con sabiduría me contestaba: “Pero aquí tiene también que cuidar las yeguas” (risas).
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Desde niño he tenido la costumbre de acercar mi mano al rostro de mi gente cercana para sentir su respiración, pero también a los animales, como hago con mi gato, pues disfruto sentir ese calorcito. Recuerdo que yo dormía con mi abuela Rosa y la cubría con la palma de mi mano para verificar que estuviera respirando, que estuviera viva, porque sufría de asfixia. Me advertían que la podía ahogar, pero ella me permitía hacerlo.
Fue mi abuela Rosa quien me enseñó a dibujar, a mis tres o cuatro años, quien detonó esa habilidad en mí. Pero también tuve como referentes a mi hermana y a mi hermano, los dos mayores, los dos dibujantes que competían entre ellos. Tomábamos sus dibujos y salíamos a recorrer las calles del pueblo mostrándolos para que la gente votara por el mejor. Recuerdo que uno de ellos tenía una imagen religiosa. Por mi parte, a los tres años, lo primero que dibujé fueron árboles.
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Academia
Colegio
Comencé a estudiar a mis cinco años en la escuela, y siempre ocupé el primer puesto, lo que generó algún tipo de rechazo en mis compañeros.
Recuerdo que yo no salía de la biblioteca del pueblo, que era diminuta y que contaba con apenas unos cuantos libros, pero me interesé en los de arte, de pintura, de dibujo. He de reconocer que estando muy chiquito hice algo absolutamente censurable. Cuando en la biblioteca me encontraba un libro con una pintura de mi gusto, eventualmente, porque no fue siempre, arrancaba la hoja, la guardaba en mi morral para copiarla cuando llegara a la casa y para coleccionarla.
Estando en tercero de primaria tuve un episodio con un compañero que me afectó para el resto de mi vida. Nos pusieron a hacer un trabajo, yo hice un dibujo que la profesora alabó y calificó con cinco, pero lo hizo delante de todo el grupo generando cierta molestia en algunos compañeros. Al salir al descanso uno de ellos me esperaba escondido y me golpeó, sin explicación ninguna, sin consideración.
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Pese a este incidente disfruté la etapa del colegio con todo lo bueno que tuvo, pero para mí fue diferente. Me concentré más en actividades que son individuales que en las de grupo. Nunca participé en equipos para hacer deporte, por ejemplo, en cambio sí dediqué mi tiempo a la lectura, al dibujo, desconectándome del resto. Incluso en mi adolescencia fui muy privado, reservado con mis cosas. Lo sigo siendo.
Como mi hermana mayor tomó clases de pintura, recuerdo que yo me asomaba por la ventana del taller colgando de la reja para verla y luego replicar lo que ella hacía. Entonces, de insistirle que yo quería pintar, en algún momento me preparó un lienzo en el que pinté a mi mamá en óleo. Este fue mi primer cuadro. El resultado de esta pintura hizo que el profesor quisiera enseñarme, a mis seis años y por casi dos años.
Vida Universitaria
A mis doce años me empecé a aburrir en el pueblo, cada vez me sentía más distante del resto. Entonces le pedí un buen número de veces a mi mamá que me permitiera irme para la ciudad, le dije que mi sueño era ser pintor.
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Como en Medellín vivía una hermana de mi papá, le pidieron que me recibiera. Ella reconoció mi talento y no tuvo inconveniente en hacerlo para terminar mi bachillerato y adelantar mi carrera. Y así ocurrió.
Ingeniería Industrial
Estando Medellín mi juventud me transformó, me llevó a querer pertenecer a un grupo, quise encajar. Por lo mismo comencé a estudiar Ingeniería Industrial en la Autónoma, pero no alcancé a terminar el semestre porque me fue evidente que ese no era mundo para mí.
Diseño
Decidí estudiar Diseño Textil en un centro técnico, hasta graduarme. Me encantó todo lo que conocí: la forma como se diseñan las telas, los tejidos de punto, los tejidos planos, la trama, la urdimbre, los preteñidos, los tipos de estampados. Esto me condujo a estudiar Diseño Gráfico en la Proyectual, aunque lejos de lo que quería hacer, que era ser pintor.
Estando en la Proyectual comencé a dar clases de dibujo en diferentes escuelas de moda al tiempo que estudié Diseño de Modas. Y este me enlazó con la fotografía. También tomé cursos de Acuarela y carboncillo en la Universidad de Antioquia.
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Para este tiempo John Miranda era un diseñador de modas muy reconocido por su excelencia. Nos hicimos buenos amigos, entonces asistí a sus desfiles que eran extraordinariamente creativos. Siempre consideré que él no diseñaba ropa, no hacía moda como tal, sino vestuario, lo que cobró para mí un significado enorme. La moda en su sentido semántico es algo efímero y superfluo, es un producto de compra/venta, pero el vestuario siempre dota de sentido estético al cuerpo. Había magia en su trabajo, que me alcanzó, que me llevó a recordar el oficio de mi mamá como modista.
Fotografía
Cuando yo era preadolescente, mi hermana compró una cámara que le pedí prestada para hacer fotos de todo tipo, de gente en la calle, de paisajes, de animales. Lo que fue una afición en ese momento, se convirtió en una gran pasión a mis veintitrés años, pues los estudiantes de moda debíamos crear portafolios con las colecciones que hacíamos.
Por dos años tomé clases particulares de fotografía con Alberto Montoya, ingeniero químico, mi guía en los aspectos técnicos de mis inquietudes artísticas: aprendí de fotografía a blanco y negro, laboratorio, conceptos de iluminación. Su esposa, Rosalba Pareja, es periodista y fotógrafa, y los dos fueron determinantes en que me interesara aún más en este arte, hicieron que lo viera de manera profesional y que terminara de desarrollar mis habilidades conceptuales y estéticas a través del conocimiento, de observar el comportamiento de la luz y de la iluminación.
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Comencé a revisar revistas internacionales, todas muy conceptuales, porque lo comercial no me seduce. Como todo artista, mis inicios fueron aproximándome a la obra de terceros a los que admiraba.
Un vistazo a Europa
Quise especializarme, ver qué pasaba afuera. Entonces viajé a Europa donde tomé un curso de fotografía, pero pude ver que a nivel técnico no me aportaba nada nuevo a lo que ya me había enseñado Alberto. Eso sí, me sirvió para empaparme de la cultura europea.
Como buen paisa soy muy arraigado a lo nuestro, entonces sentí que algo me faltaba. Lo que antes veía como patrón a seguir, ahora carecía de sentido para mí. Tuve la necesidad de expresar nuestra idiosincrasia. Esto es algo que está implícito en la mayoría de mis fotografías: la estética propia de los elementos nuestros, lo vernáculo, lo raizal, lo mestizo, lo que es propio a nuestras etnias.
Después de un año regresé para trabajar con modelos, hice contacto con agencias, con marcas. Comencé a hacer catálogos de ropa interior y de jeans, pero, nuevamente, no era lo que me interesaba, pues se trataba de algo totalmente comercial y cero conceptual. Luego supe que los estudiantes de moda hacían cosas más por la línea que yo buscaba.
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Academia de Bellas Artes
Decidí, por fin, estudiar artes en la Universidad de Bellas Artes de Medellín. Lo más fascinante ahí fue saber que la fotografía podía estar incluida, aunque en ese momento no tenía la importancia que tiene ahora como un medio de arte. Me dediqué a pintar, a dibujar, a hacer escultura, sin abandonar la fotografía.
Inicio Profesional
Me conecté con revistas importantes y me empecé a dar a conocer más en fotografía. En Medellín conocí a Patricia Ospina, quien me invitó a manejar la fotografía de la revista Stetika. Me instalé en Bogotá donde pasaba tres meses y regresaba uno a mi ciudad. Estando en Bogotá encontré un espacio enorme que me permitiría crecer. Este fue un laboratorio para mí, pues me dio total libertad para explorar muchas de mis ocurrencias que, como es natural, son parte de un proceso de crecimiento.
Aunque la mayoría de las revistas impresas con las que trabajé ya no existen, en ese entonces me vinculé a la revista Infashion y Fucsia, trabajé ocasionalmente en Cromos, hice portadas para Semana, la de ese tiempo. Se trataba de retratos de personajes nacionales e internacionales. También me conecté con diseñadores con quienes desarrollamos proyectos conceptuales y empecé a viajar con frecuencia a diferentes destinos.
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En algún momento empecé a tener problemas con las revistas, pues siempre quise dejar mi esencia en mi trabajo. Les pedía el tema, me dedicaba a desarrollarlo conceptualmente y luego les brindaba las imágenes comerciales que esperaban. De alguna manera les doy la razón en que, si no eran rigurosos en lo que la gente esperaba encontrar, se caerían sus ventas.
Desde niño creé muchos personajes salidos de mi imaginación y como adulto los puse en escena. Están relacionados con mi yo político, con mi filosofía de la vida, con mis conceptos, con mis sentimientos. Al final, terminaba viéndome a mí mismo en mis fotografías sin importar quién estuviera en ellas. Siempre realizaba fotos inéditas que iba guardando e iba interviniendo digital y manualmente.
Lecciones
De alguna manera, quizás de muchas, he sido contestatario. Esta característica se refleja necesariamente en mi trabajo.
Viví una experiencia extraña con la marca Cotton USA que me hizo entender el contenido político que hay en cualquier campaña, mensajes que pueden afectar a un nicho, a un sector de la población o a la historia de una nación.
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Fotografié a la modelo Norma Nivia en unos campos de algodón de California. La imagen mostraba a una mujer alta, blanca, rubia, a quien le puse una canasta de algodón en la cabeza. El resultado fue bellísimo. Le presenté el trabajo a la marca, lo enviaron a Francia, pero la casa matriz rechazó la imagen. No me permitieron siquiera que la expusiera en mi página web. Entonces me vi obligado a retirarla, al recibir críticas muy fuertes.
Argumentaron que estábamos blanqueando la historia, pues este era un terreno que había correspondido a los esclavos. Este contraste tuvo una lectura negativa, no artística, sino política.
Art Basel
Por medio de un conocido de una de las productoras con las que he trabajado a lo largo de mi recorrido, le presentaron mis obras fotográficas a Gert Elfering, uno de los coleccionistas más grandes del mundo, con colecciones de Hort P. Horst, Helmuth Newton, Irving Penn, Peter Beard. Acababa de subastar en Christie’s ciento treinta y cinco lotes por cuatro punto tres millones de dólares. Este contenía una fotografía de Carla Bruni desnuda.
Recuerdo que me enviaron el texto del mensaje que Gert Elfering había escrito y que decía: “Quiero conocer a ese muchacho. Es lo más fresco que he visto en la última década”. Esto fue muy emotivo para mí. Siempre he pensado que la energía que genera un trabajo honesto no se queda quieta. Confiaba en que algo podía pasar con mi trabajo.
Nos reunimos en los Estados Unidos. Gert vio con fascinación mi trabajo y me propuso exponer en Art Basel. Me invitó a que me concentrara en producir todo cuanto pudiera, entonces regresé a Colombia para enfocarme en ese objetivo. Debo reconocer que esta fue una experiencia muy exitosa que me permitió ampliar mi red de contactos y darme a conocer a un público muy especializado.
Se hicieron tres exposiciones consecutivas. Toda la obra se vendió. Tuvo un éxito impresionante, pero me sentí un poco extraño cuando en la medida en que se iba vendiendo, yo tenía que ir produciendo. Las piezas que más gustaron se hicieron en ediciones de siete. Lo digital se llevó a manual, pinté con óleo, con acrílico, e intervenimos las fotos manualmente haciendo obras únicas.
Regresé al país y me di cuenta de la gran difusión que había tenido mi experiencia. Fue muy bonito el modo en que la gente la recibió.
El artista
Definición de estilo
Cuando estudié Historia del Arte, me impactó el movimiento manierista. Realmente me fascinó. No lo veía como lo describían, a la manera del Renacimiento. Para mí era una crítica de lo perfecto, de las proporciones, una disolución de la belleza clásica, con figuras alargadas, contorsionadas, distorsionadas, con pérdida de proporciones y perspectiva, armonías más complejas que buscaban nuevas formas de expresión de la belleza. Encontraba ahí un sentido espiritual: “¡qué más espiritual que lo inalcanzable materialmente!”.
Empecé a mezclar las diferentes disciplinas a las que me había acercado: dibujo, diseño, moda, fotografía. También empecé a deformar, a distorsionar los cuerpos en mis fotografías alargándoles el cuello, generando contorsiones. Ver el resultado de mi intervención digital a mi trabajo fue realmente muy emocionante.
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Viví la transición de la fotografía análoga a la digital. Comencé a hacer mezclas con referencias de artistas manieristas y de la modernidad, a crear un pastiche, un palimpsesto, inspirado en textos y afectado por artistas que para mí eran referentes. Generé un sinnúmero de capas donde pintaba, dibujaba, transcribía textos de poetas, de escritores.
Mis temas tienen que ver con el cuerpo humano, con las modificaciones corporales, ahí está mi centro. En el cuerpo se manifiesta todo lo que ocurre en la vida: el placer, el dolor, la tristeza, las banalidades, las pasiones. Es en el cuerpo donde sucede la juventud y la vejez. Es el lugar territorio donde se encarnan todas las referencias sociales, culturales, religiosas, políticas.
Me emocionan las obras que tienen que ver con el concepto de ese cuerpo modificado desde el imaginario estético, el mío o de colectivos. En ocasiones aparece como una imagen de ilusión perfecta, pero hay otra que es mucho más cruda y más fuerte y que tiene que ver con la modificación.
Desde la copia fotográfica retiro sus capas, saco la piel, es como un performance en el que queda el sustrato fotográfico que es la representación de la apariencia, de lo visible. Al haber retirado todo el interior solo queda una especie de gelatina. Realizo operaciones plásticas muy especiales con esta piel, pero que pueden volverse crudas e impactantes. Este es el lado desnudo y descarnado de mi trabajo. El que más gusta es el estético y de apariencia perfecta.
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Pero también me interesan las contradicciones, las contraposiciones que hay en el ser humano. Por eso mi estética juega con eso, por un lado, con esa ilusión de belleza perfecta, y, por el otro, con un lenguaje que expresa la transgresión, lo perverso y hasta lo monstruoso que tiene que ver con el miedo a la finitud que subyace a las modificaciones corporales en la búsqueda de identidad.
Es ahí donde se encuentra el concepto de mi trabajo, el cuerpo modificado desde el imaginario. El que toma el cuerpo como algo maleable, como un lienzo, como algo modificable.
Exploro de acuerdo a mi emoción, en ese sentido intuitivo e instintivo. Juego con el concepto de la superación del cuerpo natural a favor del cuerpo modificado, de la belleza construida, de ilusiones perfectas. Curiosamente esta última es la lectura ligera que tienen algunos observadores de mis piezas, una meramente estética, pero mi trabajo explora la relación conflictiva que uno tiene con el cuerpo.
Mi temática se aborda desde una arista psicosocial. En la transformación corporal hay un ánimo por el dominio sobre el cuerpo. Detrás de eso hay un miedo a la finitud, a la muerte.
Me pregunto por qué el hombre rechaza su yo real y busca modificarlo por uno irreal. Me atrae el concepto del cuerpo sometido a múltiples usos a lo largo de la historia, construido, modificado, y cómo sigue siendo objeto de una construcción en tránsito, en cambios vertiginosos.
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Como me di a conocer a través de las revistas de moda, mi trabajo ha sido categorizado como estilizado, espectacular y hasta decorativo. Es muy curioso que no siempre se adentre en el mensaje que subyace en la imagen.
Escultor
Me encanta explorar, aprender, estudiar, experimentar. Hace unos diez años volví a Bellas Artes, esta vez para estudiar escultura. La escultura contemporánea que hoy es tan amplia y goza como todo el arte de nuestro tiempo de una transversalidad y de estrategias antes impensables. La escultura nutrió mi trabajo de nuevos elementos para hacerlo más escultórico y para desdibujar, por ende, su carácter bidimensional.