Efrén Martínez: “El sentido atrae, no empuja”
La logoterapia sostiene que el sentido de vida se puede descubrir a través de valores de creación, experiencia y actitud. Sin embargo, a veces confundimos lo valioso con alivios para calmar nuestros miedos.
Danelys Vega Cardozo
A veces creemos que actuamos guiados por lo valioso que hay detrás de las acciones que realizamos; estamos convencidos de que nuestros actos provienen del sentido que nos otorgan. Lo cierto es que, en algunas ocasiones, es el miedo el que nos dirige. Entonces, trabajamos sin parar creyendo, y haciéndole creer a los demás, que el trabajo nos dota de sentido, y, debido a eso, gastamos la mayor parte del día laborando. Y pueda que aquello sea cierto, como también puede que lo sea que detrás del supuesto amor al trabajo, se esconde un miedo al fracaso. Entonces, también evitamos a toda costa acabar una relación de pareja, en razón del amor que decimos sentir, pero quién sabe si detrás no habrá un miedo a la soledad. “El sentido de vida pasa más por la experiencia de valor, que no es fugaz, que por el desahogo o el fogonazo emocional”, dice Efrén Martínez, Ph.D. en psicología y uno de los mayores expositores del pensamiento de Viktor Frankl, en su libro Hazte dueño de ti.
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A veces creemos que actuamos guiados por lo valioso que hay detrás de las acciones que realizamos; estamos convencidos de que nuestros actos provienen del sentido que nos otorgan. Lo cierto es que, en algunas ocasiones, es el miedo el que nos dirige. Entonces, trabajamos sin parar creyendo, y haciéndole creer a los demás, que el trabajo nos dota de sentido, y, debido a eso, gastamos la mayor parte del día laborando. Y pueda que aquello sea cierto, como también puede que lo sea que detrás del supuesto amor al trabajo, se esconde un miedo al fracaso. Entonces, también evitamos a toda costa acabar una relación de pareja, en razón del amor que decimos sentir, pero quién sabe si detrás no habrá un miedo a la soledad. “El sentido de vida pasa más por la experiencia de valor, que no es fugaz, que por el desahogo o el fogonazo emocional”, dice Efrén Martínez, Ph.D. en psicología y uno de los mayores expositores del pensamiento de Viktor Frankl, en su libro Hazte dueño de ti.
Es por eso por lo que el sentido no se puede obtener en acciones carentes de libertad, aquellas que realizamos para aliviar nuestros temores, llámese soledad, abandono, fracaso, entre otras. El sentido, de hecho, como plantea Martínez, solo puede provenir de lo valioso. “El sentido atrae, no empuja”. Desde la logoterapia, una psicoterapia centrada en el sentido de vida, se dice que este se descubre a través de los valores, esos que trascienden el plano de lo moral o lo ético, que van más allá del concepto tradicional. “Los valores son cualidades independientes de los objetos, las situaciones, las personas, las circunstancias y las acciones; sin embargo, habitan en estos para ser captados por los seres humanos, quienes terminan confiriendo las características de “bueno” a aquello en lo que se ha encarnado”.
De acuerdo con la logoterapia existen tres tipos de valores: de creación, de experiencia y de actitud. Los valores de creación son aquellas obras que realizamos, que construimos, ya sea una pintura, un libro, una fotografía, una canción, una película, ente otras. Los valores de experiencia se encuentran relacionados con el disfrute, con las vivencias. Para algunos podría ser ver una puesta de sol, para otros viajar, y, para algunos más, el amor o la amistad. Y los valores de actitud se relacionan con la forma en la que elegimos asumir lo que nos sucede a diario. Por ejemplo: una dificultad podemos verla como una oportunidad o como una tragedia. Incluso, Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, aseguraba que a través del sufrimiento es posible hallar el sentido de vida. “El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades —incluso bajo las circunstancias más difíciles— para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad”.
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Resulta importante aclarar que los valores no pueden provenir de aquello que nos daña, que nos perjudica, pues ellos “le agregan sentido a la vida, no se lo quitan”. De ahí, que debe haber una alineación entre la razón y el corazón, porque no basta con que sintamos que algo es valioso para que lo sea. Los valores están a favor de la vida, atraen, y nos benefician a nosotros, sin perjudicar a otros. “Lo valioso no solo se define porque sea “agradable, deseable o interesante”, pues hay cosas que a pesar de no serlo, construyen más vidas que otros”.
Es necesario que lo valioso no se quede solo en palabras “bonitas”, aquellas que quizás pronunciamos para vernos bien ante los demás. Los valores necesitan ser materializados, llevados a la acción. También, debemos actuar conforme a lo que decimos que es valioso, en coherencia. No podemos afirmar que para nosotros la confianza es algo valioso, pero al mismo tiempo ventilar un secreto que nos han confiado. “Una cosa es vivir los valores y otra muy distinta es aparentar que se está conectado a ellos para salvaguardar la imagen”.
Hay que tener en cuenta que los valores, al igual que el sentido, varían dependiendo de cada persona. Algunos hallan como valioso compartir una tarde con su familia, otros lo descubren jugando un partido de fútbol. La jerarquía de los valores también difiere dependiendo del individuo y, por lo general, solemos ubicar en primer lugar aquello que al mismo tiempo nos genera más sentido. “El sentido no es cualquier opción valiosa, suele ser, más bien, la alternativa más valiosa viable en un momento histórico particular”.
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Efrén Martínez, basándose en Max Scheler, plantea cuatro escenarios posibles para detectar la opción “más valiosa”. El primero de ellos es la universalidad. Algo será más valioso en la medida que beneficie a la mayor cantidad de personas posibles bajo la misma circunstancia. Por ejemplo, no robar sería más valioso que asistir a un concierto. El segundo es la “profundidad de la satisfacción”. Algo valdrá más de acuerdo con la mayor sensación de “deber cumplido” que genere, sin importar que tan placentero sea. Ser honesto con alguien puede que no sea tan placentero, pero genera mayor sensación de cumplimiento que regalarle flores.
El tercero es la “durabilidad y la estabilidad”. Tendrá mayor valor aquello que sea más permanente y estable en el tiempo. Los conocimientos adquiridos en el desarrollo de un empleo tienden a ser más duraderos que salir a rumbear, sin desmeritar su valor. Por último, se encuentra la “proximidad al absoluto”. Valdrá más lo que esté “más cerca de lo valioso que exista”. En este caso, por ejemplo, la defensa de los derechos humanos tendrá más valor que correr una maratón, así seamos atletas. Siempre una elección conlleva una renuncia. “Actuar en contra del sentido, de lo que es valioso, nos deja con la ausencia de lo no realizado, con la sensación de incoherencia, y a veces nos impide disfrutar la alternativa abrazada, incluso sí es muy buena”.
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