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Según algunos investigadores médicos de la Universidad de Maryland, cuyas conclusiones fueron anunciadas en enero de 2002 y estuvieron sustentadas en los escritos del historiador Flavio Josefo en el siglo I, el rey Herodes de Judea, Galilea, Samaria e Idumea, murió a la edad de 70 años como consecuencia de múltiples fallas en los riñones, producidas por una bacteria. Durante sus últimos días, sufrió de convulsiones, alucinaciones, fuertes y profundos dolores, e intentó suicidarse en un par de ocasiones. Aunque la muerte no lo tomó por sorpresa, pues padecía de distintas afecciones desde varios años antes de su deceso, la etapa postrera de su vida duró relativamente poco.
Según algunos de los testamentos “apócrifos”, escritos en los primeros siglos de la era cristiana, pero no publicados en La Biblia, el rey Herodes, llamado también Herodes El grande, murió en la ley de Dios, y por mandato divino. Había gobernado Judea y sus alrededores entre los años 37 a. C. y 4 a. C., como vasallo del Imperio de Roma La historia de la humanidad lo recordaría como el hombre que mandó a asesinar a todos los niños menores de dos años que hubiera en Belén y sus alrededores, los “santos inocentes”, pues temía que uno de ellos, como se lo habían informado sus asesores, por medio de los Reyes de Oriente, lo destronara cuando fuera mayor.
En palabras de San Mateo, en el capítulo dos del Nuevo testamento, versículos 13 al 18, “Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto,y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías”.
De acuerdo con los textos de Mateo (versículos 16 al 18 del capítulo dos del Nuevo Testamento), el único de los cuatro evangelistas que reseñó la masacre, la matanza de los santos inocentes ocurrió “Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios lo habían engañado, se llenó de ira y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo que vivían en Belén y sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que le habían dicho los sabios. Así se cumplió lo escrito por el profeta Jeremías”: A continuación, Mateo incluyó unas líneas, El llanto de Raquel: “Se oyó una voz en Ramá, llantos y grandes lamentos. Era Raquel, que lloraba por sus hijos y no quería ser consolada porque ya estaban muertos”.
La noticia del nacimiento del futuro rey de los judíos había desencadenado en Herores sentimientos opuestos. En un principio, le pidió a los Reyes de Oriente que buscaran por toda Judea al recién nacido, pues él deseaba ir adorarlo. Sin embargo, por una aparición, los Reyes decidieron no informarle que el niño había nacido en Belén. Días más tarde, José recibió un llamado para que huyese con María y con Jesús a Egipto. Herodes se sintió burlado y ordenó la matanza, cuyo trágico saldo, de acuerdo con algunas versiones, comenzando por la de San Mateo, los niños asesinados fueron entre siete y veinte, un dato creíble si se tiene en cuenta que la población de Belén 2.000 años atrás era de 500 habitantes, aproximadamente.
Con los años, no obstante, el número aumentó. Según distintas liturgias bizantinas, los niños muertos fueron 14 mil, cifra que creció a 64 mil en los santorales de la Iglesia Siria antigua. Pese, también, a que durante siglos la veracidad de la matanza de los santos inocentes, que se conmemora cada 28 de diciembre, se ha puesto en duda, 14 años atrás un equipo de arqueólogos liderado por el profesor Ehud Netzer anunció que había hallado una tumba con algunos de los restos de un hombre que debió ser Herodes, en la zona de Herodian, próxima a la ciudad de Jerusalén, aunque jamás se podrá comprobar que ese hombre, en efecto, haya dado la orden de la matanza.
El paso de la tragedia a la broma se pudo haber dado, según algunos historiadores, por una fiesta que se celebraba en Francia en los años mil seiscientos, llamada Fiesta de los locos, en la cual el pueblo y el clero se mezclaban en calles y salones para hacerse todo tipo de bromas, con que hubiera ningún tipo de resentimiento. La ‘Féte de bous fue sucesivamente prohibida y permitida, aunque más allá de leyes y de ordenanzas, fue imposible cancelar definitivamente los hábitos de aquellos encuentros, que pretendían, ante todo, unir al clero con el vulgo para trabajar por Dios y Su majestad. Aquella tradición fue transformándose con los años, y vía migraciones, llegó hasta Colombia y Ecuador, donde se conmemoran estos dos acontecimientos cada 28 de diciembre.