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La palabra aborto viene del latín abortus. El prefijo ab hace referencia a privación y el sufijo ortus a nacimiento. Por eso se podría afirmar que el aborto, en términos etimológicos, vendría siendo la privación del nacimiento. La RAE por su parte lo ha definido como “interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas”. El Manual MSD o Merck, como se le conoce en Estados Unidos, considera que “el aborto es la interrupción de un embarazo usando la medicina o la cirugía”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) hace una distinción entre aborto seguro y aborto peligroso. De acuerdo con la entidad, el primero se configura cuando es realizado por una persona que dispone de las competencias requeridas, basándose en los métodos recomendados por la OMS, ya sea farmacológico o quirúrgico. Mientras que el segundo se constituye cuando es practicado por una persona que no cuenta con la suficiente capacitación o cuando el procedimiento es realizado en un sitio que incumple las normas médicas mínimas.
Más allá de las definiciones, lo cierto es que el aborto es un procedimiento de vieja data. Desde el antiguo reino de Babilonia ya se hacía referencia a esta práctica, y hasta en aquella época ya era penalizada, aunque bajo una lógica distinta, —como se observa en el Código de Hammurabi, texto de 1750 a.c, en donde se desarrolló la conocida “ley de Talión”—, “Si un hombre golpea a una hija de hombre y le causa la pérdida de(l fruto de) sus entrañas [aborto], pagará 10 siclos de plata por (el fruto de) sus entrañas”.
En cuanto a la antigua Grecia, los filósofos tomaron diferentes posturas en torno al aborto. Pitágoras se oponía a este procedimiento porque consideraba que el feto tenía un alma, incluso desde el momento de la concepción. Sin embargo, en el caso de Platón, aunque creía en la relación cuerpo-alma, se encontraba a favor del aborto, puesto que para el filósofo el feto no poseía alma y esta solo se adquiría con el nacimiento; con el cuerpo como algo tangible.
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Aristóteles compartió la postura de Platón, pero justificó su pensamiento en las consecuencias que causaba la sobrepoblación, como el empobrecimiento del Estado. En el libro VII, de su obra La política, aseveró que “(…) es necesario, en efecto, poner un límite numérico a la procreación. Y si algún niño es concebido por mantener relaciones más allá de estos límites, antes que surja la sensación y la vida, se debe practicar el aborto, pues la licitud y la no licitud de éste será determinada por la sensación y la vida”.
Por su parte Séneca, a pesar de creer que el feto se encontraba desposeído de alma y que la vida humana inicia con la respiración que solo es capaz de producirse con el nacimiento, estaba en desacuerdo con el aborto porque consideraba que el feto había que protegerse, puesto que, aunque no gozaba de racionalidad en el momento, tarde o temprano se convertiría en un “ser racional”.
De filósofos pasamos a médicos griegos, porque Hipócrates fue otro que también mostró cierta oposición hacía esta práctica. Lo anterior se aprecia con mayor claridad en su juramento hipocrático. “No entregaré veneno a nadie, si me lo piden, ni tomaré la iniciativa de tal sugestión, tampoco entregaré a ninguna mujer un pesario abortivo. Pasaré mi vida y ejercitaré mi arte en la inocencia y la pureza”.
De Grecia partimos a Roma. Tal parece que para los romanos hasta el siglo II d.C, el aborto era considerado como una práctica legal. Para ellos, el feto no era sujeto de derecho por ser considerado solo como una parte de la mujer. Paul Veyne, historiador y especialista en Roma Antigua, comenta que “el nacimiento de un romano no se limitaba a ser un hecho biológico. Los recién nacidos no vienen al mundo, o mejor dicho no son aceptados en la sociedad, sino en virtud de una decisión del jefe de familia; la anticoncepción, el aborto, la exposición de niños [...] eran pues prácticas usuales y perfectamente legales”.
Por eso, ligado a lo que menciona Veyne, en Roma el aborto podría ser visto como un acto inmoral siempre y cuando las mujeres que se encontraban casadas decidieran abortar sin el consentimiento de su esposo, puesto que ponían en riesgo su descendencia, por lo que sus cónyuges eran libres de castigarlas como quisieran.
Pero cuando la república romana estaba llegando a su fin, el aborto empezó a ser punible. Las personas que se atrevían a realizar prácticas abortivas con drogas o “filtros amorosos” eran sancionadas. En los casos más graves se aplicaba la pena de muerte, esto ocurría cuando a causa de estos procedimientos un hombre o una mujer perdían la vida. Justiniano en el Digesto sugiere que “quienes proporcionan una poción abortiva o un filtro amoroso, aunque no lo hagan de mala fe, puesto que esta acción constituye un mal ejemplo, son relegados, los más humildes a las minas, los más notables a una isla, después de ser confiscada una parte de sus bienes”.
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Luego pasarían los años y llegaríamos hasta dos teólogos con posturas similares. A San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Para ambos, el aborto no era visto como un homicidio mientras el alma no se encontrara unida con el cuerpo, puesto que esto era un requisito necesario para dar surgimiento al ser humano. Es decir, sin esta unión no existía la vida humana. Ellos apoyaron la hominización retardada. Aquella que sostenía que el embrión se transforma en un ser humano cuarenta días después de la concepción en el caso de los fetos varones, y noventa días en el de las mujeres.
Para 1558, el papa Sixto V pasó a considerar el aborto como un homicidio, castigando con la excomunión a quienes recurrieran a esta práctica. Luego, con el papa Gregorio XIV este procedimiento ocasionaba la excomunión solo cuando se daba la unión entre feto y alma. Más tarde, en 1701, el Papa Clemente IX propuso la teoría de la Inmaculada Concepción, la cual suponía que María poseía alma desde el momento de la concepción, por lo tanto, todos los seres humanos éramos como María. Para 1869, el papa Pío IX no solo afirmó que el aborto era un acto ilegítimo, ya que afectaba la moral cristiana, sino que también se opuso a cualquier tipo de método anticonceptivo.
En la actualidad, la iglesia católica sigue conservando la misma postura frente al aborto. Para el catolicismo esta práctica no es aceptada en ninguna circunstancia. En el 2021, el papa Francisco llegó a equiparar el aborto con el asesinato. “El aborto es más que un problema, es un homicidio. Quien aborta asesina, es así”.
Pero otras religiones como el islam aceptan el aborto cuando peligra la vida de la madre. Así lo afirmó para la BBC Sami El Mushtawi, jefe del departamento de cultura del Centro Cultural Islámico de Madrid, “(Si) médicos de confianza, con honestidad, sensatos, acreditan esa situación, en ese caso la vida de la madre es más importante puesto que ya es vida de verdad”. Vale aclarar que, de acuerdo con este mismo experto, para esta religión la vida humana se forma después de ciento veinte días. Es por eso por lo que este procedimiento puede ser también considerado como “legal” bajos otras causales dependiendo de la escuela de pensamiento del islam. En algunas se podría llegar a permitir el aborto cuando existe deformidad del feto o cuando la concepción es producto de una violación o incesto, pero siempre y cuando esta practica se realice dentro del termino de los 120 días.
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Sin embargo, más allá de la religión, en la actualidad cada país cuenta con una jurisprudencia distinta y es autónomo de establecer sus propias leyes al respecto. Por ejemplo, en el caso de América Latina, solo son cinco países los que prohíben sin excepciones el aborto, entre ellos Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Honduras y Haití. En Guatemala, Venezuela y Paraguay esta práctica es considerada como ilegal y es permitida únicamente cuando peligra la vida de la madre. Algo similar sucede en Perú y en Costa Rica donde la interrupción voluntaria del embarazo se encuentra despenalizada cuando existe una amenaza a la vida o a la salud de la mujer.
En Panamá, Chile, Ecuador, Brasil y Bolivia el aborto está permitido también bajo ciertas causales. Los primeros cuatro países permiten esta práctica cuando peligra la vida o salud de la mujer, en casos de violaciones, o cuando el feto es inviable. Sin embargo, en Bolivia además de estas causales se contempla la interrupción voluntaria del embarazo cuando la concepción es producto de un incesto.
En Guayana y Uruguay está despenalizado el aborto en las primeras doce semanas de gestación. Por su parte, en Argentina sucede lo mismo, pero hasta la semana catorce. Y ahora Colombia, con el fallo realizado por la Corte Constitucional el día de ayer, 21 de febrero, hasta la semana veinticuatro las mujeres pueden interrumpir su embarazo sin ser castigadas penalmente por ello.
En México, desde el 7 de septiembre de 2021, el aborto se encuentra despenalizado. Por último, tenemos a Cuba en donde esta práctica es considerada legal desde 1965.