El adiós temprano a Karim Ganem Maloof, un editor exquisito
El periodista y escritor barranquillero Karim Ganem Maloof fue encontrado sin vida en su apartamento en Bogotá. Así como vivió descubriendo el valor de las cosas simples, murió repentinamente mientras preparaba su desayuno. Semblanza de un profesional del oficio que estuvo a la cabeza de la edición del informe final de la Comisión de la Verdad.
Jorge Cardona
Es difícil escribir que, a sus 32 años, pleno de talento, buena vibra y éxito profesional, falleció repentinamente en Bogotá el periodista y editor barranquillero Karim Ganem Maloof. Hace un año, en su condición de editor general del informe final de la Comisión de la Verdad, desplegaba esfuerzos para cumplir a tiempo con los once tomos del trabajo. En medio de las carreras de un cierre frenético, con su ejemplo encontró la forma de comprometer a su equipo de editores, correctores, analistas, diseñadores, interrogadores de cifras, citas y contextos, hasta editar la última frase del informe. Al concluir la tarea, su máxima preocupación fue que nadie de su grupo se marginara de la celebración.
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Es difícil escribir que, a sus 32 años, pleno de talento, buena vibra y éxito profesional, falleció repentinamente en Bogotá el periodista y editor barranquillero Karim Ganem Maloof. Hace un año, en su condición de editor general del informe final de la Comisión de la Verdad, desplegaba esfuerzos para cumplir a tiempo con los once tomos del trabajo. En medio de las carreras de un cierre frenético, con su ejemplo encontró la forma de comprometer a su equipo de editores, correctores, analistas, diseñadores, interrogadores de cifras, citas y contextos, hasta editar la última frase del informe. Al concluir la tarea, su máxima preocupación fue que nadie de su grupo se marginara de la celebración.
Nacido en el año de la constitución de 1991 en Barranquilla, Karim Ganem Maloof creció en la isla de San Andrés, y de allí partió a Bogotá a estudiar derecho y literatura. Pero lo sedujo más lo segundo que lo primero y pronto dejó asomar su creatividad pues sus textos empezaron a ser publicados en diversos géneros en Estados Unidos, España y, por supuesto, en Colombia. En esas vueltas impensables de la escritura y del oficio del periodismo y sus exigencias diarias, se consolidó como editor de la revista Malpensante. El sello editorial de la publicación quedó con el legado de su enorme capacidad intelectual y personal para encontrar gotas de oro entre los aluviones de la palabra.
Esa persistencia por el lenguaje tuvo sus frutos en el año 2020, cuando su texto “El cordero crudo del vegano arrepentido”, fue exaltado con el premio de periodismo Simón Bolívar. Un año después, su trabajo “¿Cuánta selva necesita un hombre?”, fue seleccionado en el Premio Gabo como una de las realizaciones meritorias e innovadoras en las exigencias del periodismo. En ese momento ya tenía claro que su cotidianidad avizoraba un norte preciso: la reportería cultural para encontrar desde su contemplación de acuarela la esencia de los lugares, los hábitos, las personas, los destinos de una sociedad en crisis, con la sensibilidad suficiente para extraer de la rutina los trazos y sentires del alma popular.
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Por esa virtud de captar las cosas simples en medio de los entretelones y de las apariencias, Karim Ganem Maloof se interesó por una de las facetas más universales y locales de toda comunidad informal u organizada: el arte del buen comer y de la cocina. Hace escasas semanas, a tiempo con el Hay Festival de Cartagena, donde brilló por su disposición para acompañar a los autores, lanzó su único libro. Calor residual, con sello de la editorial Hammbre de Cultura. Un delicioso homenaje al placer de la comida, con la visión observadora y la capacidad de goce de un escritor entusiasmado con las bondades de una cena, un desayuno trancado o un almuerzo suculento.
Su plato favorito fue la lengua. No se cansó de reconocerlo en conversaciones y entrevistas, y así lo admitió también en su columna de El Espectador, dedicada a la comida. Lo pregonaba también desde una postura filosófica tomada de alguna historia mitológica. “La lengua define bien a quien la usa”, lo escuché decir en medio de sus disertaciones sobre lo divino y lo humano. Solo en una ocasión coincidimos en un almuerzo y le oí comentarios sobre el vegetarianismo que no había escuchado ni a los pregoneros de esta receta alimenticia. En resumen, concluimos al unísono que no había misterios ni superlativos frente al tema, y que todo podría resumirse en la elección de una dieta.
Desde hace 24 horas, en las redes sociales, con decenas de comentarios de franca tristeza, se constata lo que significó Karim Ganem Maloof para quienes pudimos conocerlo a tiempo. “Un editor brillante y metódico. Un escritor con toda la música caribe en su voz. Un amigo hermoso. Que dolor tan malparido”, escribió en su cuenta de twitter el escritor y periodista Juan Miguel Álvarez. “Se va cuando recogía los frutos de su talento y dedicación al periodismo, la literatura y la cultura culinaria, qué gran pérdida”, anotó el director de la fundación Gabo, Jaime Abello. “Lleno de ímpetu y con una capacidad evidente para confiar en los demás”, precisó el periodista Erick Duncan.
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Realmente es corto lo que pueda decirse sobre este ser maravilloso que pasó por la vida dejando buenos amigos. En la flor de la juventud, abrazado por la magia del buen humor y la calidez en el trato, también su equipo editorial para el informe de la Comisión de la Verdad está sin palabras. O lleno de ellas para agradecerle su voluntad para revisar hasta la última frase. Jaime Pinilla, Fernando Alviar, Andrea Jiménez, Bárbara Gómez, Daniel Salgar, Martha Espejo, Gabriela de La Parra, Pedro Badrán, Gustavo Patiño, Marianne Ponsford, Martha Espejo, Harold Muñoz, Sofía Libertad Sánchez, María del Mar Escobedo, Paul Brito, Nicolás Pernett, son muchos corazones arrugados, hoy unidos en gratitud.
Gracias Karim Ganem Maloof por la valentía para defender el ejercicio de la edición. Por definir con claridad, junto a los comisionados y su plenario, las coordenadas exactas de cada volumen; por la camiseta puesta para trabajar hasta horas imposibles, y la disposición a reconocer diversas formas de contribuir a la verdad. Con el aperitivo de su conversación caribeña, un plato en la mesa y un vino o una cerveza, así vamos a extrañarlo. Sin venias ni acomodos, con sus manos largas para contribuir a la literatura, la gastronomía o la historia, y editar con amor para que los demás leyeran a sus anchas. Se nos adelantó Karim, pero la vida seguirá bordada por la gratitud de los amigos que no lo vamos a olvidar.
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