El amor, la familia y la pérdida, según Jon Fosse
Capítulo exclusivo de “Ales junto a la hoguera”, la más reciente novela traducida al español del Premio Nobel de Literatura 2023, el noruego Jon Fosse.
Jon Fosse* / Especial para El Espectador
Veo a Signe ahí echada en el banco de la sala, mirando todas las cosas de siempre, la estufa, la vieja mesa, la caja de leña, la madera de las paredes, la gran ventana que da al fiordo, las mira sin verlas, y está todo como siempre, nada ha cambiado, y sin embargo ha cambiado todo, piensa, porque desde que él se marchó y desapareció, ya nada es lo mismo, ella simplemente está, sin estar, los días vienen, los días se van, las noches vienen, las noches se van, y ella los sigue, en su lento transcurrir, sin permitir que nada deje huella o marque una diferencia ¿y sabe acaso qué día es hoy? piensa, pues debe de ser jueves, el mes será marzo, y el año es el 2002, eso sí que lo sabe, claro, pero la fecha y cosas así, pues no las recuerda ¿y por qué habría de recordarlas? ¿qué importancia tienen? piensa, y aun así todavía se siente a veces segura de sí misma, con cierto peso, como era antes de que él desapareciera, pero luego vuelve a agarrarla, la desaparición, aquel martes, de finales de noviembre, de 1979, y al momento se encuentra de nuevo en el vacío, piensa, y mira hacia la puerta de la entrada y esta se abre y se ve a sí misma entrar y cerrar la puerta tras de sí y luego se ve caminar por la sala, pararse y ponerse a mirar hacia la ventana y entonces se ve a sí misma mirar hacia él, que está ahí de pie ante la ventana, y ve, ahí quieta, que él está mirando la oscuridad al otro lado de la ventana, con su pelo largo y negro, y con su jersey negro, el jersey que le hizo ella y que él se pone casi siempre que hace frío, está ahí quieto, piensa, casi fundiéndose con la oscuridad de afuera, piensa, pues sí, hasta tal punto se funde con la oscuridad que, al abrir la puerta y entrar, en un primer momento, ni siquiera notó que estaba ahí, por mucho que, sin pensarlo, sin decírselo a sí misma, de alguna manera sí sabía que estaba ahí quieto, y el jersey negro y la oscuridad al otro lado de la ventana se funden en uno, él es la oscuridad, la oscuridad es él, y aun así resulta, piensa Signe, que al entrar y verlo ahí quieto, fue casi como si viera algo inesperado, y eso sí que es raro, porque él se para ahí muy menudo, delante de la ventana, solo que ella normalmente no lo ve, piensa, o sí que lo ve, pero es como si no se fijara, porque también eso, que él esté ahí quieto ante la ventana, debe de haberse convertido ya en una costumbre, como casi todo lo demás, ha pasado a ser algo que simplemente está ahí, a su alrededor, solo que ahora, al entrar en la sala, lo ha visto ahí quieto, ha visto su pelo negro, y su jersey negro, y sencillamente está ahí quieto mirando la oscuridad al otro lado de la ventana ¿y por qué hará eso? piensa Signe ¿por qué se quedará ahí quieto? si al menos hubiera algo que ver al otro lado de la ventana, lo entendería, pero es que no hay nada que ver, solo la oscuridad, una oscuridad pesada, casi negra, y luego, a veces, pasa un coche y la luz de los faros ilumina un tramo del camino, pero tampoco es que pasen muchos coches, y eso era, al fin y al cabo, lo que ella quería, al fin y al cabo ella quería vivir en un lugar donde no viviera nadie más, donde él y ella, donde Asle y Signe, pudieran estar lo más aislados posible, un lugar abandonado por todos los demás, un lugar donde la primavera fuera primavera, el otoño fuera otoño, el invierno fuera invierno, donde el verano fuera verano, en un lugar así quería ella vivir, piensa, pero ahora que no se ve más que oscuridad ¿qué hace él ahí mirando la oscuridad al otro lado de la ventana? ¿por qué lo hace? ¿por qué se quedará ahí quieto tan a menudo cuando no hay nada que ver? piensa Signe, y ojalá llegara ya la primavera, piensa, ojalá llegara la primavera con su luz, con sus días más cálidos, con las florecillas por el suelo, con el brotar de los árboles, y el follaje, porque esta oscuridad, esta oscuridad que está ahora todo el rato, no hay quien la aguante, piensa, y ya pronto tendrá que decirle algo, piensa, y entonces es como si algo no estuviera como siempre, piensa, y mira la sala y está todo como siempre, nada ha cambiado ¿y por qué piensa entonces que ha cambiado algo? Piensa ¿por qué iba a cambiar algo? ¿por qué piensa eso, eso de que algo ha cambiado? al fin y al cabo él sigue ahí quieto ante la ventana, casi indistinguible de la oscuridad de afuera, solo que últimamente ¿qué le pasará? ¿habrá ocurrido algo? ¿habrá cambiado él? ¿por qué estará tan callado? aunque callado, callado siempre ha sido, piensa Signe, se diga lo que se diga de él, callado siempre ha sido, así que eso no es como para fijarse, la verdad, él es sencillamente así, sencillamente hace esas cosas, la cosa es sencillamente así, piensa, y ojalá se volviera ahora hacia ella, ojalá le dijera algo, piensa, cualquier cosa, pero él sigue ahí quieto, como si ni siquiera hubiera notado su presencia
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Veo a Signe ahí echada en el banco de la sala, mirando todas las cosas de siempre, la estufa, la vieja mesa, la caja de leña, la madera de las paredes, la gran ventana que da al fiordo, las mira sin verlas, y está todo como siempre, nada ha cambiado, y sin embargo ha cambiado todo, piensa, porque desde que él se marchó y desapareció, ya nada es lo mismo, ella simplemente está, sin estar, los días vienen, los días se van, las noches vienen, las noches se van, y ella los sigue, en su lento transcurrir, sin permitir que nada deje huella o marque una diferencia ¿y sabe acaso qué día es hoy? piensa, pues debe de ser jueves, el mes será marzo, y el año es el 2002, eso sí que lo sabe, claro, pero la fecha y cosas así, pues no las recuerda ¿y por qué habría de recordarlas? ¿qué importancia tienen? piensa, y aun así todavía se siente a veces segura de sí misma, con cierto peso, como era antes de que él desapareciera, pero luego vuelve a agarrarla, la desaparición, aquel martes, de finales de noviembre, de 1979, y al momento se encuentra de nuevo en el vacío, piensa, y mira hacia la puerta de la entrada y esta se abre y se ve a sí misma entrar y cerrar la puerta tras de sí y luego se ve caminar por la sala, pararse y ponerse a mirar hacia la ventana y entonces se ve a sí misma mirar hacia él, que está ahí de pie ante la ventana, y ve, ahí quieta, que él está mirando la oscuridad al otro lado de la ventana, con su pelo largo y negro, y con su jersey negro, el jersey que le hizo ella y que él se pone casi siempre que hace frío, está ahí quieto, piensa, casi fundiéndose con la oscuridad de afuera, piensa, pues sí, hasta tal punto se funde con la oscuridad que, al abrir la puerta y entrar, en un primer momento, ni siquiera notó que estaba ahí, por mucho que, sin pensarlo, sin decírselo a sí misma, de alguna manera sí sabía que estaba ahí quieto, y el jersey negro y la oscuridad al otro lado de la ventana se funden en uno, él es la oscuridad, la oscuridad es él, y aun así resulta, piensa Signe, que al entrar y verlo ahí quieto, fue casi como si viera algo inesperado, y eso sí que es raro, porque él se para ahí muy menudo, delante de la ventana, solo que ella normalmente no lo ve, piensa, o sí que lo ve, pero es como si no se fijara, porque también eso, que él esté ahí quieto ante la ventana, debe de haberse convertido ya en una costumbre, como casi todo lo demás, ha pasado a ser algo que simplemente está ahí, a su alrededor, solo que ahora, al entrar en la sala, lo ha visto ahí quieto, ha visto su pelo negro, y su jersey negro, y sencillamente está ahí quieto mirando la oscuridad al otro lado de la ventana ¿y por qué hará eso? piensa Signe ¿por qué se quedará ahí quieto? si al menos hubiera algo que ver al otro lado de la ventana, lo entendería, pero es que no hay nada que ver, solo la oscuridad, una oscuridad pesada, casi negra, y luego, a veces, pasa un coche y la luz de los faros ilumina un tramo del camino, pero tampoco es que pasen muchos coches, y eso era, al fin y al cabo, lo que ella quería, al fin y al cabo ella quería vivir en un lugar donde no viviera nadie más, donde él y ella, donde Asle y Signe, pudieran estar lo más aislados posible, un lugar abandonado por todos los demás, un lugar donde la primavera fuera primavera, el otoño fuera otoño, el invierno fuera invierno, donde el verano fuera verano, en un lugar así quería ella vivir, piensa, pero ahora que no se ve más que oscuridad ¿qué hace él ahí mirando la oscuridad al otro lado de la ventana? ¿por qué lo hace? ¿por qué se quedará ahí quieto tan a menudo cuando no hay nada que ver? piensa Signe, y ojalá llegara ya la primavera, piensa, ojalá llegara la primavera con su luz, con sus días más cálidos, con las florecillas por el suelo, con el brotar de los árboles, y el follaje, porque esta oscuridad, esta oscuridad que está ahora todo el rato, no hay quien la aguante, piensa, y ya pronto tendrá que decirle algo, piensa, y entonces es como si algo no estuviera como siempre, piensa, y mira la sala y está todo como siempre, nada ha cambiado ¿y por qué piensa entonces que ha cambiado algo? Piensa ¿por qué iba a cambiar algo? ¿por qué piensa eso, eso de que algo ha cambiado? al fin y al cabo él sigue ahí quieto ante la ventana, casi indistinguible de la oscuridad de afuera, solo que últimamente ¿qué le pasará? ¿habrá ocurrido algo? ¿habrá cambiado él? ¿por qué estará tan callado? aunque callado, callado siempre ha sido, piensa Signe, se diga lo que se diga de él, callado siempre ha sido, así que eso no es como para fijarse, la verdad, él es sencillamente así, sencillamente hace esas cosas, la cosa es sencillamente así, piensa, y ojalá se volviera ahora hacia ella, ojalá le dijera algo, piensa, cualquier cosa, pero él sigue ahí quieto, como si ni siquiera hubiera notado su presencia
Así que estás ahí, dice Signe
y él se vuelve hacia ella y ella ve que la oscuridad
está también en sus ojos
Eso parece, sí, dice Asle
Pues no hay mucho que mirar ahí afuera, dice Signe
No, nada, dice Asle y le sonríe
Solo la oscuridad, dice Signe
Solo la oscuridad, sí, dice Asle
Y entonces ¿qué es lo que miras? Pregunta Signe
No sé lo que miro, dice Asle
Pero estás ahí quieto ante la ventana, dice Signe
Sí que lo estoy, sí, dice Asle
Pero no miras nada, dice Signe
No, dice Asle
Pero entonces ¿qué haces ahí? pregunta Signe
Bueno, me refiero, dice
En fin ¿piensas en algo? dice
No pienso en nada, dice Asle
Pero ¿qué miras? dice Signe
No miro nada, dice Asle
No lo sabes, dice Signe
No, dice Asle
Simplemente estás ahí quieto, dice Signe
Sí, quieto estoy, dice Asle
Sí que lo estás, dice Signe
¿No te gusta que esté aquí quieto? dice Asle
No es eso, dice Signe
Pero ¿por qué lo preguntas? dice Asle
Simplemente pregunto, dice Signe
Ya, dice Asle
No quiero decir nada, simplemente pregunto, dice Signe
Ya, dice Asle
Pues simplemente estoy aquí quieto, dice
Supongo que no siempre se quiere decir algo con lo que se dice, dice
Supongo que casi nunca se quiere decir algo, dice
Simplemente se dice algo, cualquier cosa, así es, dice Signe
Así es, sí, dice Asle
Algo hay que decir, dice Signe
Algo hay que decir, sí, dice Asle
Así es la cosa, dice
y Signe lo ve así quieto como si no supiera del todo dónde meterse y entonces él levanta una mano y la baja y levanta la otra mano, la mantiene levantada ante él y luego vuelve a levantar la primera mano
¿En qué piensas? dice Signe
Pues en nada concreto, dice Asle
Ya, dice Signe
Tendré que, dice Asle
Bueno, pues, dice
y se queda ahí quieto mirando hacia ella
Pues, dice
Pues, pues, bueno, tendré que, dice
Pues, dice Signe
Sí, dice Asle
Tendrás, dice Signe
Pues, dice Asle
Pues tendré que darme una vuelta por el Fiordo, dice
Hoy también, dice Signe
Creo que sí, dice Asle
y se vuelve otra vez hacia la ventana y ella ve de nuevo que resulta casi indistinguible de la oscuridad de afuera y ve de nuevo su pelo negro ante la ventana y ve que su jersey se funde con la oscuridad de afuera
Hoy también, dice Signe
y él no responde y hoy también saldrá al Fiordo, piensa Signe, pero es que hace viento, y dentro de poco empezará a llover, aunque qué le importará eso a él, haga el tiempo que haga, él tiene que salir con su barca, una barquita de remos, un bote de madera, piensa ¿y qué gracia tendrá salir al Fiordo en una barquita tan chica? frío y humedad tiene que haber, y al fin y al cabo el Fiordo está siempre ahí, con su marejada, con sus olas, y quizá en verano tenga su gracia salir al Fiordo, cuando está azul reluciente, cuando relumbra en azul, esos días sí que puede resultar tentador, cuando el sol brilla sobre el Fiordo y está sereno y todo está azul en lo azul, en cambio ahora, en lo más oscuro del otoño, cuando el Fiordo está gris y negro y sin color y hace frío y las olas vienen grandes y a trompicones, por no decir en invierno, cuando hay nieve y hielo en la bancada, y hay que dar patadas a las cuerdas para desprenderlas, para sacarlas del hielo, cuando quieres soltar la barca de sus amarres, y hay témpanos de nieve en el Fiordo ¿por qué? ¿qué tiene de atractivo el Fiordo en esos momentos? es que no lo entiende, piensa Signe, le resulta, piensa, simple y llanamente incomprensible, y si al menos fuera solo de vez en cuando que saliera al Fiordo, para pescar, quizá, para echar unas redes o algo, pero no, todos los santos días sale al Fiordo, a veces incluso dos veces al día, en la oscuridad, con lluvia, con olas, en cualquier época del año ¿será que no quiere estar con ella? ¿será por eso que siempre quiere estar en el Fiordo? piensa ¿qué otra razón podría haber? ¿y acaso no ha cambiado últimamente? rara vez está ya alegre, casi nunca, y está muy huraño, no quiere ver gente, si aparece alguien se retira y, si se ve obligado a hablar con alguno, se queda ahí quieto sin saber qué hacer con las manos, y tampoco es que sepa qué decir, se queda quieto y se siente incómodo, de eso se da cuenta todo el mundo, piensa Signe ¿y qué le pasará? piensa, él siempre ha sido un poco así, un poco reservado, un poco como si pensara que siempre es una carga para los demás, que estorba a los demás solo con su presencia, que es una molestia, un impedimento para alguna cosa que los demás desean, y él no entiende, pero está cada vez peor, la verdad, antes podía estar presente donde están los demás, pero ahora ya no, ahora se retira y se queda a su aire tan pronto como aparece alguien que no es ella…
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Jon Fosse (Noruega, 1959) está considerado uno de los autores más importantes de nuestro tiempo. Su obra ha sido traducida a cuarenta idiomas y sus piezas teatrales han sido representadas en todo el mundo. Debutó en 1983 con la novela Raudt, svart, y desde entonces ha escrito más de sesenta obras entre teatro, novela, poesía, cuentos infantiles y ensayo. Autor de una numerosa obra, entra en el catálogo de Random House con Blancura, Melancolía y Ales junto a la hoguera, a las que seguirá Escenas de una infancia. También es el autor de Mañana y tarde, Trilogía y Septología, una novela en siete tomos con la que ha sido finalista del Booker Internacional 2022 por los volúmenes VI y VII. Ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2023 por “sus innovadoras obras de teatro y su prosa, que han dado voz a lo indecible”. Ha recibido incontables premios, como el Ibsen Award 2010, el European Prize for Literature (2014) y el Nordic Council Literature Prize (2015). En 2007 fue nombrado caballero de la Ordre National du Mérite de Francia.