El Animero: “No hay peor enemigo que un muerto”
La frase es de uno de los personajes de “Memento mori”, la película de Fernando López Cardona que inauguró ayer, 22 de marzo, la versión 62 del Festival Internacional de Cine de Cartagena.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Delante de miles de árboles. En Colombia han matado a tantas personas de tan diferentes formas y delante de miles de árboles. Dicen que están vivos. Hay familias que no los talan porque los consideran guardianes. Será por eso que algunos les piden permiso a las montañas antes de explorarlas. Y será por razones similares que existe la frase “No hay peor enemigo que un muerto”. Porque dicen que los muertos se convierten en montañas o en árboles. Y será por lo mismo que se ven inmensamente indiferentes. Como si pudiesen ver que unos cuantos que se creyeron dioses, decidieron reafirmarse con la mortalidad de otros tantos, pero no les importara. “No hay peor enemigo que un muerto”, repiten. Lo dicen mucho, como si tuvieran experiencia. En este país no es rara esa experiencia. Y puede que la frase sea cierta: el silencio de la naturaleza se podría convertir en una especie de venganza, de justicia divina. Y puede que por eso sea tan peligroso aliarse con la muerte, que nunca cuenta con la vigilancia de los tallos ni de las raíces ni de las hojas.
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Delante de miles de árboles. En Colombia han matado a tantas personas de tan diferentes formas y delante de miles de árboles. Dicen que están vivos. Hay familias que no los talan porque los consideran guardianes. Será por eso que algunos les piden permiso a las montañas antes de explorarlas. Y será por razones similares que existe la frase “No hay peor enemigo que un muerto”. Porque dicen que los muertos se convierten en montañas o en árboles. Y será por lo mismo que se ven inmensamente indiferentes. Como si pudiesen ver que unos cuantos que se creyeron dioses, decidieron reafirmarse con la mortalidad de otros tantos, pero no les importara. “No hay peor enemigo que un muerto”, repiten. Lo dicen mucho, como si tuvieran experiencia. En este país no es rara esa experiencia. Y puede que la frase sea cierta: el silencio de la naturaleza se podría convertir en una especie de venganza, de justicia divina. Y puede que por eso sea tan peligroso aliarse con la muerte, que nunca cuenta con la vigilancia de los tallos ni de las raíces ni de las hojas.
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En “Memento Mori” hay personajes con fisuras en sus torsos y uñas llenas de tierra. Hay uno que no tiene cabeza. Lo encontraron por ahí, en cualquier parte, después de un recorrido por el río. Un recorrido macabro. Algo muy malo le pasó, pero nadie sabe muy bien qué ni por qué. Lo encuentran y lo llevan a un hospital en el que un médico, además de autopsias, hace oraciones, que para honrar el padecimiento. Lo entierran. Le dicen el “descabezado” y le regalan un Padrenuestro, así repitan y repitan palabras para un desconocido que quién sabe si ya llegó al paraíso o está en el infierno. En el cementerio, lo dejan como un N.N. Nadie lo llora. Muchos a quiénes se les han perdido sus parientes, lo reclaman, pero se rinden pronto: es muy difícil reconocer a un descabezado. Después llega el Animero. Así le dicen a un señor que se pone una capa negra impermeable y comienza a cantar y a repetir frases para el alma de ese que se murió, pero aún no sabe. Porque en la película hay, además de personajes rotos, creencias fijas: el dolor intenso, la muerte repentina y violenta, desorienta, y entonces hay que ayudarle al fallecido a salga de la dimensión de la vida. Que se vaya a donde los muertos, que deje de creerse vivo.
En “Memento mori” hay una solidaridad que, para muchos, podría rayar en el absurdo: hay muchas personas dedicadas a limpiar los daños de la crueldad. Y no lo logran. El desastre es tal, que jamás desaparece. En la película, el mundo binario que proponen algunas religiones, se ve claro. Hay unos transitando una oscuridad que va chupándose todo a su paso. Y entonces sacan del otro mundo, del de la luz, a los curiosos o desafortunados que, por alguna razón, terminaron muriendo atrozmente delante de algún árbol o sobre alguna montaña. Algunos quedan ahí, sobre la tierra, con los ojos abiertos. Otros perdieron hasta los ojos.
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El Animero se ocupa de acompañar el tránsito de estas almas desconocidas hacia un mundo probablemente mejor. Un universo en el que la vida y la muerte conviven hasta un punto tal en que vivos y muertos se mezclan también en el cotidiano vivir. Al marcar la tumba de un NN con la palabra Escogido, el Animero ha sellado una suerte de pacto con “el diablo”. Ahora debe cumplir la promesa de encontrar la cabeza de un cuerpo sin nombre, cuéstele lo que le cueste.
Adentrándose en la selva, el Animero camina hacia las entrañas mismas del conflicto. Esas en las que habita el hombre más temido y buscado de la región. Esas en las que se gesta la tragedia y se decide quién será el siguiente en la lista de desaparecidos, de torturados, de asesinados… “Memento Mori” es una alegoría sobre el Conflicto Armado colombiano, en la que el mal tiene uniforme y nombre de persona, una dramática alegoría sobre un mundo en el que la muerte marca, irremediablemente, cada acción y cada día de la vida, como bien reza el título: recuerda que morirás. Para Fernando López, director de la película inaugural del FICCI 62, la oportunidad de abrir con su ópera prima es un hecho sorpresivo y de gran valor. Graduado de la Universidad del Valle y con una trayectoria audiovisual entre la televisión y la publicidad, el rodaje de este filme le supuso un mes de rodaje en tierras de Antioquia y Santander. “Es muy significativo que el FICCI y su equipo quieran mostrar la película. Es de gran relevancia este escenario que se abre para recibir el filme”, dijo.
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López Carmona es comunicador social y periodista cultural. Su producción incluye ficción, documental, publicidad y videos de artistas musicales por los que ha ganado dos premios Shock de la Música. Su trayectoria suma 25 años como creativo y director, tiempo en el que su trabajo ha circulado en festivales de cine y publicidad en Berlín, Nueva York, Cannes, Buenos Aires, Madrid, San Sebastián, Toulouse y Caracas.
Sobre la inauguración del FICCI 62
La inauguración de la versión 62 del Festival Internacional de Cine de Cartagena, se llevó a cabo en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena. Con la presencia de invitados internacionales como Juana Acosta, el evento abrió oficialmente su programación con las palabras de sus directivos y algunas voces oficiales, como Adriana Molano, viceministra de patrimonio y fomento, quien agradeció los esfuerzos del festival por insistir en continuar con su organización, a pesar de las adversidades que la industria audiovisual ha atravesado a lo largo de su historia, pero, sobre todo, después de la pandemia: “Sabemos cómo es trabajar en cultura en Colombia, así que gracias por su esfuerzo. Este encuentro le da una voz plural a nuestras historias. Este año se buscan tejer nuevas miradas para el cine y se incentivan nuevas narrativas, además de que se conmemoran 20 años de la ley del cine”. Molano destacó los 20 años de Retina Latina y la Ley del cine, además de las nuevas lógicas del mercado internacional y el aniversario número 25 de Ibermedia”.
Durante el evento, se le realizó un homenaje a Ana Piñeres, productora y gestora cultural que, para muchos, fue indispensable en el sector gracias a su trabajo y persistencia. “Su huella en la industria y el sector nos queda como legado para trazar caminos”, concluyó la funcionaria.
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