El apagón de Facebook y la sociedad narcisista
Desde la filosofía y la sociología se explica el fenómeno de la hiperconectividad como la puerta de entrada a las perturbaciones psíquicas del individuo actual. Una mirada a la caída de Facebook, más allá de las implicaciones económicas.
Joseph Casañas Angulo
Lo que pasó el lunes tras la caída de Facebook, Whatsapp, Instagram y Messenger, además de la intermitencia que reportaron algunos usuarios en los servicios de Gmail, Tik Tok, entre otras, ha sido abordado principalmente desde la perspectiva del negocio y el monopolio en el que se trepó la compañía de Mark Zuckerberg, quien en un par de horas redujo en cerca de US$7.000 millones su patrimonio personal y cayó un lugar en el listado de las personas más ricas del mundo.
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Lo que pasó el lunes tras la caída de Facebook, Whatsapp, Instagram y Messenger, además de la intermitencia que reportaron algunos usuarios en los servicios de Gmail, Tik Tok, entre otras, ha sido abordado principalmente desde la perspectiva del negocio y el monopolio en el que se trepó la compañía de Mark Zuckerberg, quien en un par de horas redujo en cerca de US$7.000 millones su patrimonio personal y cayó un lugar en el listado de las personas más ricas del mundo.
Sin embargo, el apagón que sufrió el emporio del empresario estadounidense dejó ver, una vez más, una serie de problemáticas que han sido estudiadas desde la filosofía y la sociología desde que la internet, en general, y las redes sociales, en particular, cobraron más relevancia en la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno y la consolidación de una sociedad narcisista.
El sociólogo, filósofo y ensayista de origen polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) señalaba que el éxito de Facebook estaba sustentado, además de las maromas comerciales a las que recurre su empresa, a nuestros miedos más primarios. Temores que nos han acompañado desde el origen como sociedad y como individuos. Le invitamos a leer: De nuestra absurda obsesión por el éxito: una mirada a “La sociedad del cansancio”
“El imperio fundado por Mark Zuckerberg está sustentado por el miedo de estar solos. Zuckerberg ha ganado $50.000 millones con su empresa centrándose en nuestro miedo a la soledad, eso es Facebook. Nunca en la historia humana hubo tanta comunicación como hoy, pero esta comunicación no desemboca en el diálogo, que es el desafío cultural más importante de nuestro tiempo. Nadie realmente habla. En Facebook jamás puede suceder que alguien se sienta rechazado o excluido. Siempre, 24 horas al día, los siete días de la semana, habrá alguien dispuesto a recibir un mensaje o a responderlo”.
Bauman, quien consideraba que las redes sociales son una trampa, hizo referencia a la dinámica de la amistad, la aprobación y la popularidad en tiempos de redes sociales. En una entrevista para El País de España dijo: “La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que debes tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo”.
La dinámica a la que nos llevó la pandemia aceleró, por una parte, el proceso de autoaislamiento y, por otro lado, la forma en la que las nuevas tecnologías se convierten en artefactos para que el aislamiento sea útil para el sistema neoliberal, pues encuentra en esa nueva realidad una forma de autoexploración.
En la más reciente edición de La sociedad del cansancio, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han asegura: “Nos agotan las permanentes videoconferencias, que nos convierten en videozombis. Sobre todo nos obligan a mirarnos todo el tiempo en el espejo. Cansa contemplar el propio rostro en la pantalla, estamos todo el rato frente a nuestro propio rostro. No deja de ser una ironía que el virus haya aparecido justamente en la época de los selfis, que se explican sobre todo por ese narcisismo que se va propagando por nuestra sociedad. El virus potencia el narcisismo. Durante la pandemia todo el mundo se confronta, sobre todo, con su propio rostro. Ante la pantalla nos hacemos una especie de selfi permanente.
El videonarcisismo tiene unos efectos secundarios absurdos: ha provocado un auge de las operaciones estéticas. Ver en la pantalla una imagen distorsionada o borrosa hace que las personas empiecen a dudar de su propio aspecto. El virus radicaliza el delirio de optimización, que ya antes de la pandemia nos ponía frenéticos”.
Al respecto, el sociólogo estadounidense Richard Sennett explica que la crisis de gratificación en función de una perturbación narcisista se afinca en la falta de relación con el otro. “Como desorden de carácter, el narcisismo es el opuesto mismo del vigoroso amor a sí mismo. La autoabsorción no produce gratificación, provoca dolor al yo, por eso eliminar la línea entre el yo y el otro significa que nada nuevo, nada ‘otro’, puede entrar jamás en el yo y este devorado y transformado hasta que uno cree que se puede ver a uno mismo en el otro, y entonces se vuelve insignificante (…). El narcisista no se muestra ávido de experiencias, está habido de experiencia. Buscando siempre una expresión o un reflejo de sí mismo”.
Sin embargo, dice Byung-Chul Han, “no es que el narcisista no quiera concluir nada, sino que no es capaz de hacerlo. El imperativo de rendimiento lo fuerza a aportar cada vez más rendimientos. De este modo nunca se alcanza un punto de reposo gratificante”.
La discusión académica es verificable. Canela Bayona, una influenciadora colombiana cuyo trabajo depende en gran porcentaje de lo que publica en Instagram, le dijo a El Espectador que lo que sucedió el pasado lunes le generó, entre otras cosas, la posibilidad de tomarse unas “minivacaciones”, pero además una sensación de angustia profunda. “Estuve revisando las métricas y estoy pensando cómo levantar los números. Me genera ansiedad, porque si eso llega a pasar de nuevo me quedo sin trabajo. No sé qué va a pasar después. Ellos pueden hacer lo que quieran con tu trabajo. De repente sentí que uno pierde valor como profesional”.
En charla para este medio, Felipe Cárdenas, sociólogo director de la maestría en educación de la Universidad de la Sabana, además de las implicaciones macroeconómicas y/o sociológicas que se pueden analizar tras el apagón de Facebook, de fondo hay un asunto político por redimir. “Está en juego la soberanía de nuestros Estados y la capacidad que tienen los Estados-nación para regular a los gigantes tecnológicos. La gratuidad que dicen darnos no existe. La pagamos con nuestras fotos y videos, mientras esas plataformas manejan la agenda global. Hacen falta reglas comunitarias a nivel de ordenamiento legal”.