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“El árbol rojo”, una familia nacida en medio de la travesía

La cinta del director Joan Gómez Endara, que indaga sobre el concepto de familia y las relaciones familiares, se estrena hoy en las salas de cine colombianas. Es protagonizada por Carlos Vergara, Shaday Velásquez y Jhoyner Salgado y se estrenó en el Tallinn Black Nights Film Festival.

Andrea Jaramillo Caro
01 de septiembre de 2022 - 02:05 a. m.
Carlos Vergara, oriundo de Córdoba, en una escena de 'El árbol rojo'.
Carlos Vergara, oriundo de Córdoba, en una escena de 'El árbol rojo'.
Foto: Cortesía 'El árbol rojo'
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Al son de una gaita, entre montes y llanuras, bajo el sol y la lluvia, la película El árbol rojo busca la respuesta a una pregunta: ¿Cuál es la definición de familia? Los tres protagonistas de este largometraje del director Joan Gómez Endara se embarcan en un viaje por carretera a través de la cambiante geografía colombiana para llegar desde Montes de María hasta Bogotá y en el camino descubrir el significado de esa palabra.

Ambientada en el año 1999, El árbol rojo sigue la historia de Eliécer. Este es un hombre a quien, luego de la muerte de su padre, le encargan la tarea de llevar a Esperanza, una media hermana que no conoce, de vuelta con su madre en Bogotá. Al par de hermanos se une Toño, un joven que sueña con convertirse en campeón de boxeo en la capital. Juntos parten de su hogar para adentrarse en el paisaje colombiano. El camino es largo y llegar no será fácil. Con los escenarios que ofrece el país, los personajes se enfrentan a diferentes situaciones que ponen a prueba tanto su fortaleza, como su unión.

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La producción de esta película comenzó hace aproximadamente seis años y antes de recibir su título final se llamó El son de Eliécer. El director cuenta que el cambio se debió a que en el proceso de desarrollo del proyecto el nombre era asociado con el son cubano y, por otro lado, para presentar la película en festivales internacionales la palabra ‘Eliécer’ suponía un problema. “Ahí empezó una reflexión en la que llegamos a la conclusión de que el nombre no tenía algo universal y, reflexionando a fondo sobre la historia, descubrimos una serie de elementos metafóricos que nos podían servir. Era todo este asunto bucólico en el universo de los gaiteros, ellos siempre hablan del canto de los pájaros, que es de donde provienen los sones, y también el árbol, la vereda, los viajes... Entonces empezó a revelarse de alguna manera ese asunto de la naturaleza y de pronto aparece el árbol como el árbol genealógico, tus raíces, y se genera un elemento metafórico muy bello”. Con el concepto de familia como hilo conductor, Gómez Endara comenzó a idear la historia que se convertiría en la película que se estrena hoy, partiendo de una reflexión personal sobre las relaciones familiares, “porque todos tenemos una familia y todos tenemos unos orígenes y no hay familia perfecta. Casi siempre hay muchas cosas por sanar de uno y de su familia que tienen que ver con cómo uno se relaciona con el mundo”.

En el largometraje aparecen varios temas recurrentes en otras producciones del director, como las heridas del abandono y la responsabilidad parental. El árbol rojo también explora la gaita como herencia cultural que se transmite de generación en generación. “Hablamos de la gaita desde ese punto de vista encontrando a dos personajes que no quieren recibir una herencia, o mejor, cada uno la recibe de manera distinta, según como le tocó. Uno la rechaza y el otro quiere mantener viva esa herencia”.

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Carlos Vergara, el actor colombiano que encarna a Eliécer, cuenta que su personaje “tiene unas raíces que quiere olvidar, que creo que es algo que nos ha pasado mucho en el país y como sociedad. Hemos tratado de esconder lo que somos y lo bueno, a nivel cultural, de nuestras raíces. Eliécer al comienzo trata de esconder su relación con la gaita, no se siente conforme u orgulloso con eso y, en ese sentido, hay un viaje positivo porque se va acercando al instrumento y termina reconectándose con su esencia”.

Esta es una película que se produjo en cooperación con Panamá y Francia, cuyo rodaje comenzó en 2018 y el guion se empezó a trabajar dos años antes. A pesar de que este fue un proyecto que duró “media vida” para su director, afirma que llega un punto en el que “la película empieza a tener vida propia y nosotros encontramos la forma de enfocarla. Tuvimos un proceso de transformación, aunque la esencia de la película no cambiaba, lo que sí cambió fue la reflexión que yo hacía durante el proceso porque me fui dando cuenta de cosas que hablaban de mí mismo y que iban cambiando la obra”.

Los cambios no solo se dieron durante el proceso de producción: el rodaje supuso que el equipo de la película emprendiera el mismo viaje que sus personajes. Sonia Barrera, una de las productoras del largometraje, comenta que la grabación fue lineal, por lo que “pasamos por cuatro departamentos y el clima fue una cosa bárbara, tanto que la lluvia nos afectó la cámara. Los fondos que teníamos eran muy exactos y por eso es que éramos como treinta pelagatos rodando por ahí, haciendo la película”.

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Aunque el recorrido de Eliécer, Esperanza y Toño incluye diferentes paradas, identificar el lugar del país en el que se encuentran no es sencillo. Barrera asegura que “nunca quisimos que se identificara de dónde era cada espacio, porque esta es una historia universal, es una travesía. No queríamos mostrar aquellos sitios icónicos que uno como colombiano conoce, sino hacer que la audiencia sintiera el viaje con los personajes”. Esto lo lograron utilizando a su favor las texturas y colores particulares que cada paisaje les ofrecía, “estuvimos rodando casi en orden cronológico y para nosotros a nivel técnico fue muy exigente. Sabíamos que había unos sitios que nos daban unos colores y unas texturas muy particulares y unos ambientes que nos permitían hacer un arco de color y vegetación en ese viaje. La flora jugó un papel importante en lograr ese degradé que buscábamos para marcar el viaje”.

La sutileza respecto a los paisajes de esta travesía también se encuentra en la ambientación histórica de la película, pues era un momento en el que Colombia estaba en medio de un conflicto. El equipo de dirección y producción no podía ignorar este factor y aunque la película no tenga como tema central la guerra, era necesario hacer referencia a ella como parte del contexto. En palabras de Barrera: “quisimos tratar este aspecto con mucho respeto, sin que se convirtiera en algo principal. Buscamos ser sutiles siendo fieles a los detalles. Uno como colombiano más o menos sabe identificar a los grupos, pero afuera lo ven distinto. Queríamos mantenernos precisos en cuanto a los detalles del vestuario y su actuar”.

Aunque el contexto obliga a hablar de guerra y conflicto, El árbol rojo se mantiene como un recordatorio de la existencia de las muchas maneras en las que se configura una familia. Para Joan Gómez Endara esta palabra hoy significa una relación “más allá de los lazos sanguíneos y que puede haber diferentes formas de construir, reescribir y redescubrir el concepto de familia. Otra capa de lectura tiene que ver con las raíces que siempre regresan a uno, por más que uno intente huir de ellas”.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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