El arte abstracto, un escape a los horrores de la Segunda Guerra Mundial
En Berlín se está llevando a cabo la exposición “La forma de la libertad: abstracción internacional después de 1945″, que revisa el significado que adquirió la abstracción en Nueva York y en París como consecuencia de los acontecimientos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
Lucas Tarancón/ Efe
Berlín invita a repensar la relación trasatlántica del arte abstracto desde el final de la II Guerra Mundial hasta el final de la Guerra Fría en la muestra “La forma de la libertad: abstracción internacional después de 1945″. La exposición, en el museo Barberini de Potsdam, al oeste de la capital alemana, se centra en las dos corrientes artísticas más importantes después del final de la guerra en 1945: el expresionismo abstracto nacido en los Estados Unidos y el “Art Informel” imperante en Europa Occidental.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción en Europa y el exilio de los artistas europeos de vanguardia que habían huido del conflicto y del nazismo a América convirtieron Nueva York en el nuevo centro artístico del mundo, capaz de poner en jaque la hegemonía cultural que París había ostentado hasta ese momento. Los artistas de esta nueva generación neoyorquina, entre los que se encontraban además nombres como los estadounidenses Jackson Pollock o Mark Rothko, rompieron con los movimientos artísticos anteriores y abrazaron una nueva forma de expresión a través de la forma, el color e incluso el material, que trascendía radicalmente el concepto tradicional de pintura.
Mientras tanto, en Europa Occidental, artistas como Georges Mathieu o Antoni Tàpies, experimentaron con nuevos materiales, texturas o modos de composición, en una corriente artística que se denominó informalismo por su renuncia a la forma y por el ensalzamiento de la espontaneidad artística.
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La exhibición, explica Daniel Zamani, comisario de la exposición, se pregunta “por qué esta nueva generación de jóvenes artistas recurrió a la abstracción como forma de búsqueda de significado existencial después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. No solo por la guerra, sino también por los crímenes contra la humanidad relacionados con el Holocausto o el shock nuclear después de los ataques de Hiroshima y Nagasaki”.
El expresionismo abstracto de los Estados Unidos y el informalismo de Europa se consideraron muchas veces como movimientos separados e independientes, muchas veces poniendo el foco en la rivalidad entre ambos movimientos en lugar de sus intercambios y conexiones, que, recuerda el comisario, fueron mucho más significativas de lo que parece.
“Nueva York se convierte en el nuevo polo artístico del mundo en los años 50, pero yo creo que esto es una simplificación, porque París sigue siendo muy influyente”, afirma Zamani, que opina que “hay muchos aspectos del diálogo transatlántico que deben ser redefinidos”, uno de los objetivos que quiso seguir en esta muestra.
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Pese a sus fuertes relaciones, el curador reconoce que sí hubo algunas diferencias entre las dos corrientes. Zamani explica que la abstracción fue la respuesta artística a la Segunda Guerra Mundial, pero que, mientras que en Estados Unidos fue un movimiento de carácter más optimista, en Europa estuvo más presente la “idea de trauma”, especialmente en países como Alemania. La exposición explora también el desarrollo del arte abstracto en una época histórica marcada por la Guerra Fría y la división del mundo en dos bloques de influencia, en la que este nuevo lenguaje visual era una herramienta para reforzar la alianza política entre los países de occidente.
“La abstracción era una especie de signo de libertad”, afirma Zamani, que añade que la “relación transatlántica entre París y Nueva York, entre el informalismo y el expresionismo abstracto, estuvo muy influenciada por la Guerra Fría y por el hecho de que se veía como un frente unido frente al Socialismo Realista que se propagaba en los países del este”.
Esa identificación del arte abstracto con la libertad se reforzaba más todavía en países como España, una excepción entre las democracias occidentales, donde artistas como Antoni Tàpies o Antonio Saura utilizaron su obra como forma de protesta contra la dictadura franquista, un aspecto que también está presente en la exposición del Barberini.
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“La forma de la libertad”, con alrededor de cien obras de unos cincuenta artistas, podrá visitarse en el Museo Barberini de Potsdam hasta septiembre. Después, viajará al museo Albertina de Viena y al Munchmuseet de Oslo.
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Después de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción en Europa y el exilio de los artistas europeos de vanguardia que habían huido del conflicto y del nazismo a América convirtieron Nueva York en el nuevo centro artístico del mundo, capaz de poner en jaque la hegemonía cultural que París había ostentado hasta ese momento. Los artistas de esta nueva generación neoyorquina, entre los que se encontraban además nombres como los estadounidenses Jackson Pollock o Mark Rothko, rompieron con los movimientos artísticos anteriores y abrazaron una nueva forma de expresión a través de la forma, el color e incluso el material, que trascendía radicalmente el concepto tradicional de pintura.
Mientras tanto, en Europa Occidental, artistas como Georges Mathieu o Antoni Tàpies, experimentaron con nuevos materiales, texturas o modos de composición, en una corriente artística que se denominó informalismo por su renuncia a la forma y por el ensalzamiento de la espontaneidad artística.
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La exhibición, explica Daniel Zamani, comisario de la exposición, se pregunta “por qué esta nueva generación de jóvenes artistas recurrió a la abstracción como forma de búsqueda de significado existencial después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. No solo por la guerra, sino también por los crímenes contra la humanidad relacionados con el Holocausto o el shock nuclear después de los ataques de Hiroshima y Nagasaki”.
El expresionismo abstracto de los Estados Unidos y el informalismo de Europa se consideraron muchas veces como movimientos separados e independientes, muchas veces poniendo el foco en la rivalidad entre ambos movimientos en lugar de sus intercambios y conexiones, que, recuerda el comisario, fueron mucho más significativas de lo que parece.
“Nueva York se convierte en el nuevo polo artístico del mundo en los años 50, pero yo creo que esto es una simplificación, porque París sigue siendo muy influyente”, afirma Zamani, que opina que “hay muchos aspectos del diálogo transatlántico que deben ser redefinidos”, uno de los objetivos que quiso seguir en esta muestra.
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“La abstracción era una especie de signo de libertad”, afirma Zamani, que añade que la “relación transatlántica entre París y Nueva York, entre el informalismo y el expresionismo abstracto, estuvo muy influenciada por la Guerra Fría y por el hecho de que se veía como un frente unido frente al Socialismo Realista que se propagaba en los países del este”.
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